Hay veces en que las personas se concentran tanto en los detalles que dejan de disfrutar el regalo de la existencia
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Cuenta una anécdota que un hombre y su hijo llegaron a un hotel de noche. Se alojarían en el mismo con el fin de ir al día siguiente de excursión a Disney World.
Una vez instalados, el padre le comentó al niño: “Hijo, ¡mañana es el gran día! Nos vamos a levantar a las ocho de la mañana. Te estarás preguntando por qué… Nos conviene salir temprano para entrar rápidamente al parque. Además, estaremos regresando a las seis de la tarde. Te estarás preguntando por qué, dado que el lugar cierra a las siete… Tenemos que abandonar el parque antes de que empiecen a salir todos los visitantes. Ahora, hijo, ve a dormir. Te estarás preguntando por qué… Tenés que descansar. Ocho horas es lo que conviene; aunque yo me voy a dormir a las doce de la noche. Te estarás preguntando por qué… Porque me voy a quedar mirando el canal del clima para ver cómo va a estar el día de mañana. Vamos a llevar un abrigo. Te estarás preguntando por qué… A las seis de la tarde hace mucho frío. También, vamos a llevar dos botellitas con agua. Te estarás preguntando por qué… El agua allí es muy cara. Ya sé, estarás pensando por qué no llevamos hamburguesas. No es conveniente porque, si hay mucho sol, una bacteria nos podría hacer daño”.
Así que se acostaron y, al día siguiente, partieron a las ocho y media de la mañana. Mientras el padre conducía hacia el parque, le dijo al niño: “Hijo, te estarás preguntando por qué no tomé el camino más corto; tomé este camino que es más largo porque es más recto y podremos llegar sin inconvenientes”.
Una vez en el lugar, el niño iba a entrar rápidamente, cuando el hombre le advirtió: “¡No, no, no, hijo! No nos conviene usar esta entrada. Te estarás preguntando por qué… Aquí pasa mucha gente. Vamos a caminar unos setenta metros para entrar por este juego”. De manera que fueron por otra entrada. Cuando estaban por subir al juego, el padre expresó: “No, hijo, a este juego no nos conviene subir. Te estarás preguntando por qué… Porque tiene muchas luces que nos dilatan las pupilas y no nos permiten ver bien. Vamos al de Winnie Pooh”.
Ingresaron al juego de Winnie Pooh; se sentaron y la silla se empezó a mover. Entonces, le dijo: “Hijo, te estarás preguntando por qué se mueve la silla… Porque toca una luz, que toca el láser, que toca el dispositivo. Escuchame bien: ahora, ahí arriba va a aparecer un Schwarzenegger en moto y se van a escuchar tres disparos. Todos van a gritar de miedo. Te estarás preguntando por qué te lo estoy contando antes… Porque está demostrado que el miedo acumulado durante treinta años seguidos puede provocar un infarto de miocardio”.
El hombre se comportó de ese modo con el pobre hijo todo el día. A las seis de la tarde, cuando el padre estaba manejando de regreso, comentó: “Hijo, te estarás preguntando por qué tomé este camino. Lo que sucede es que tiene menos curvas y, como no hay muchos semáforos, podemos ir más rápido”. Llegaron al hotel y el padre abrió su boca otra vez: “Hijo, te estarás preguntando…”. “¡Basta!”, gritó el muchacho. “¡Me tenés cansado!”. “Pero, ¿qué le pasa a este chico?”, se preguntó el hombre.
Esta es una historia verídica. Cuando se acostó y se tapó hasta arriba, Dios le habló en su interior a este papá y le dijo: “Te concentraste tanto en los detalles, que te olvidaste de disfrutar el paseo”.
Estimados amigos, la vida es un paseo. Si tenés menos de cuarenta años, estás camino a Disney World. Los que tenemos cuarenta o más (broma) estamos ya de regreso. Disfrutemos a cada momento del recorrido que estamos transitando. La vida es un camino que debemos disfrutar siendo una bendición y dejándonos bendecir por otros.
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