Te diré quien eres
Identidades Productivas es un colectivo de diseño que hace más de una década capacita a artesanos de todo el país y revaloriza lo autóctono. Así trabajan
Hay gente, mucha gente. Está lleno. Son más de 400, 400 pares de manos trabajando. En uno, dos, diez o veinte diseños. Diseños de ropa y objetos que pensaron y fabricaron entre todos, entre los 400. Aunque tienen nombre y apellido, aunque tienen ascendencia diferente y algunos viven a miles de kilómetros de los otros, se reconocen en un solo nombre: "Somos el Colectivo de Diseño Identidades Productivas."
¿Qué es esto? Diseño, colectividad, red, identidad, articulación, integración, diversidad. Palabras claves que ayudan a definir y a entender un programa de capacitación para artesanos –y para quien lo desee– dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación y asociado a la Universidad Nacional de Mar del Plata, que trasciende todo lo conocido hasta ahora.
¿Qué lo hace tan especial? Muchas cosas. Primero, porque es un programa que se desarrolló a lo largo de 11 años con cambios de gobierno incluidos. Tuvo tiempo de afianzarse, autodiseñarse y crecer. Y segundo, porque ha tenido y mostrado resultados: hasta la fecha 10 provincias pasaron por esta capacitación en la que, en forma colectiva, diseñaron, fabricaron y presentaron sus colecciones provinciales. Más de 400 artesanos, incluyendo pueblos originarios, forman parte de este programa en el que participan de manera activa. Cuenta con el auspicio de la Unesco que, entre sus proyectos, quiere comenzar a impartir el programa en algunos países de América latina. El complejo de museos Smithsonian de Estados Unidos invitó al programa en 2010 con motivo del Bicentenario para dar talleres en Nueva York y Washington. El entusiasmo fue tal que el museo adquirió un vestido de la Colección Formosa tejido en el telar wichi con chaguar y que ahora se exhibe en la muestra permanente del National Design Museum entre vestidos de diseñadores como Issey Miyake y Kenzo. A la vez, está gestionando la comercialización de un catálogo de prendas y objetos para su venta online y tiene interés en llevar el programa a Africa.
En busca de la identidad perdida
Llueve. El mar está enfurecido. El agua entra en las habitaciones del hotel y todos parecen asustarse. Muchos no están acostumbrados a este clima. Varios no conocían el mar. Algunos, no lo quieren ni ver. "Nos dieron una habitación con vista a la playa, pero tenemos las persianas cerradas, no nos atrae el mar. Llegamos, lo vimos y listo", cuenta una chaqueña que, junto con su grupo, llegó hasta la Unidad Turística Chapadmalal por el fin de semana para el segundo encuentro mancomunado anual. Allí, todos los que conforman el programa, coordinadores, docentes y alumnos, se encuentran para profundizar en la capacitación, reunirse con sus pares, intercambiar técnicas de diseño y decidir, entre todos, los diferentes lineamientos para seguir. "Estos encuentros son necesarios para alimentar la red. Este fin de semana impartimos talleres y seminarios y, a partir de los resultados, conformamos objetivos para cumplir para el resto del año", explica Cintia Vietto, coordinadora general del Programa Identidades Productivas.
La planta baja del hotel está sitiada. Gente, lanas, telas, papeles, prendas y objetos en exhibición se reparten por los salones. Casi todas las colecciones llegaron hasta allí para que el resto las vea. Ponchos, vestidos, tejidos, soleros multicolores, jeans intervenidos, carteras, zapatos, muñecos, canastos, muebles, etcétera, todo colgado de las paredes o apoyado en diferentes mesas. Un vestido de lana color verde seco con pompones fucsias llama la atención: "Representa al cardo", cuenta Horacio Obialero, de 42 años, diseñador de indumentaria de la ciudad de Santa Rosa y uno de los primeros capacitados y creadores de la colección La Pampa, la colección inaugural que salió de la usina creativa de Identidades. Horacio explica: "Los docentes plantean la búsqueda de la identidad de cada territorio a partir de la enumeración de palabras clave que, sobre todo, se refieren al paisaje y a lo autóctono de cada lugar". Todas las ideas que los diferentes grupos proponen, se sintetizan y convierten en un repertorio de formas que se trasladan a los objetos. Así, un cardo se convierte en vestido, el ocre del norte se funde con el mar del este, los fósiles espiralados de la Patagonia se transforman en texturas en relieve para los tejidos y la vegetación del litoral se sublima en estampados para remeras. "Desde el curso comencé a observar el mar de otra manera. Ahora veo el movimiento, cómo se levanta y ondula, aprendí a valorar su forma y encuentro un diseño en potencia en todo lo que me rodea", explica Rosa Sánchez, ama de casa de 60 años, de Comodoro Rivadavia, que siempre tejió macramé y agrega que, al principio del programa no entendía nada porque el vocabulario era como muy universitario. Después lo van explicando.
Entender, explicar
"Es importante no bajar el discurso sin que se entiendan los conceptos desde la teoría académica. Muchos no tuvieron acceso a una buena educación. Algunos no pudieron ni terminar la primaria. El curso les otorga certificados e instala la importancia de la formación", explica Marina Porrúa que, junto con Marta Rueda, encabezan el equipo de docentes de la Universidad de Mar del Plata que está a cargo de la capacitación. Marina y Marta recorren los salones, cámara de fotos en mano, y se maravillan con cada objeto que muestran. Saben los nombres y procedencia de cada uno de los 400 integrantes con los cuales se abrazan y comparten un mate. Conocen sus historias y, como maestras orgullosas, felicitan cada creación o sugieren cambios aquí y allá. Están atentas a las necesidades de cada uno y, aunque la idea es que los grupos se autorregulen, son ellas junto con Cintia Vietto las que les llevan paz o evacuan dudas.
Tradición versus evolución
Años de depredación en la colonia, de abuso del hombre blanco hacia los indios llevaron a que los pueblos originarios se convirtieran en gente callada, reservada y que resguarda su cultura. Por eso no quieren transmitir su conocimiento. Esto fue todo un tema dentro de las diferentes capacitaciones. Rosalía Napaiman es mapuche y tehuelche. Cuenta que cuando se incorporó al curso, lo hizo con miedo.
–¿Miedo a qué?
–A que robaran toda mi cultura. A que nos usaran como tantas veces lo han hecho. Pero nunca nadie aquí me desmereció por ser aborigen.
Uno de los grandes trabajos de Identidades es el de retomar la evolución de las técnicas y diseños originarios. "Esto tenía una evolución que quedó interrumpida. Entonces, lo que proponemos hacer es sacar del ropero toda esa información que quedó congelada y animarnos a jugar con todo. Romper con los diseños geométricos y que se animen a las líneas curvas por ejemplo –explica Marina y cuenta–. Al principio, cuando plantearon esto por primera vez, los alumnos se las quedaron mirando fijo y simplemente respondieron no se puede. A la media hora ya estaban trabajando con estas nuevas propuestas. En la experiencia en Formosa se capacitó a toda una familia de mujeres wichis. Estaban las abuelas, las madres y las hijas. Los wichis son culturalmente silenciosos y cerrados. Ellos son del oeste de la provincia y no se juntan con la gente del este. Por eso, dentro de la colección Formosa, crearon la línea Encuentro para que hubiera una experiencia conjunta. Las hijas wichis querían participar de esta línea, pero tuvieron que discutirlo con los mayores de la comunidad. A su vez, las mujeres wichis no querían transmitir su conocimiento por miedo a que les robaran los diseños, pero la nueva generación se abrió tanto para recibir nueva información como para transmitir la propia", explica con una sonrisa.
Noelia Toribio tiene 24 años y fue una de las jóvenes wichis que se incorporó a la línea Encuentro: "Fue complicado porque la mayoría no estaba de acuerdo. Sólo intervenimos las chicas jóvenes y descubrimos que aunque había muchas cosas que sí nos separaban, también nos unían. Ni mi madre ni mi abuela se involucraron, porque significa, para ellas, una ruptura de nuestra tradición. No están de acuerdo con que se modifiquen los diseños tradicionales. Para mí, en cambio, es aprender, mejorar".
Algo parecido cuenta el ceramista Daniel Ramos de 40 años, que vive en Jujuy, en el departamento de Omaguaca y es de ascendencia coya. Daniel fue uno de los que viajó a Washington invitado por el Smithsonian para dar talleres de cerámica y, cuando se le pregunta como cayó esto dentro de su comunidad, simplemente responde: "Hay dos miradas, la cerrada y ortodoxa, que no quiere que nada cambie, y luego estamos nosotros, los que sí nos animamos a abrirnos. Somos pocos, pero sabemos que no queremos estar más en el rol de víctimas como lo estamos hace 500 años. Víctimas que viven del estado. Nosotros nos queremos desarrollar y desarrollar nuestra cultura, que está viva. Por eso, basta de repetir diseños, hay que dejar evolucionar a los objetos".
"Vivimos en los cerros. Donde corre el viento y donde lloran las heladas", cantan el inicio de una copla Nieves Soriano y Clotilde Urbano de la comunidad aborigen Huancar, que llegó desde Susques, Jujuy. Una comunidad que no tiene autoridades políticas. Las dos están tejiendo: "Ahora termino esta pechera y se lo paso a una chica de Río Negro que va a hacer la parte de atrás con otro tipo de tejido, uno del Sur. Así, en una prenda, hay tejido del Norte y del Sur –explica Nieves–. Nosotras sabemos pastorear nuestras ovejas y nuestras llamas, porque toda nuestra región vive del ganado, así como de las artesanías y el autoconsumo. Pero esto es bueno, porque te llega otro entendimiento". Clotilde agrega: "Nos ayudó mucho a abrir los ojos, a darnos cuenta de muchas cosas, tú sabes que la llama para nosotros es sagrada y el carnaval, alegría. En el carnaval llenamos a las llamas de pompones de lana. Ahora por ejemplo y gracias a Marta y Marina, pensamos los pompones como joyería".
Colectivo vs individuo
En los talleres, como explica Marta Rueda, todos diseñan y dibujan en papel. Luego esos diseños se pegan en la pared y se eligen, entre todos, tres o cuatro. Quienes hicieron esos tres o cuatro, ceden su autoría al colectivo que se dividirá el trabajo para fabricar y hacer real el diseño. De esta manera, nadie es autor individual de nada y todos lo son de todo. "Es un concepto difícil de asimilar pero se logra. Lo que es difícil es dejar el ego a un lado. Pero después, si querés resaltar, te sentís medio estúpido porque acá no es así. Lo grupal funciona como una red de transmisión de conocimiento. Hay diferencias pero también es parte del aprendizaje el respetar el aporte del otro", explica Celedonio Centurión, profesor de Artes Visuales en la provincia de San Juan. Alberto Herczog, de Rada Tilly, Chubut, carpintero en la vida y ahora, gracias a la capacitación, zapatero, se suma a la conversación y agrega: "El oficio del artesano es muy solitario. Uno crea solo, se aisla y amarroca el conocimiento. En soledad podés llegar hasta un punto de crecimiento. Acá aprendimos que colectivamente no hay límites".
El proyecto en numeros
Cantidad de materiales gastados en kilos:
Cerca de 1500 kilos de lana y algodón para la experimentación y la materialización de prototipos: prendas, accesorios, carteras, calzados, joyería, juguetes, objetos de decoración y muebles.
Cantidad de personas:
680 personas integran el programa Identidades Productivas en 10 provincias: La Pampa, Santa Cruz, Chubut, San Juan, Santiago del Estero, Formosa, Jujuy, Chaco, Río Negro, Mendoza y La Pampa. Entre ellos, los docentes: Marina Porrúa, Marta Rueda, Marco Bernich, Hernán de Filippis, Cristian Ruth Moyano, María Sol de Angelis, Guillermo Isasmendi y Lucía Ducombs.
Horas y kilómetros recorridos:
140 seminarios, sumados los mancomunados realizados en Mar del Plata.
2240 horas de dictado de clases de diseño en modalidad Taller.
132.000 km aéreos recorridos a los lugares de capacitación.
En internet
www.culturaydiseno.blogspot.com
http://www.youtube.com/watch?v=XLkSE5qXk94