Tatuajes y ejercicio físico: ¿una relación difícil?
Un reciente estudio señala que los pigmentos inyectados en la capa dérmica impiden la correcta transpiración
NUEVA YORK.- Los tatuajes pueden alterar de manera permanente la fisiología de la piel y afectar la transpiración. Según un nuevo estudio, la cantidad y la salinidad de la transpiración cambian cuando la piel ha sido pigmentada, un hallazgo que podría tener consecuencias para los deportistas que se tatúan grandes partes del cuerpo e incluso para quienes tenemos un par de discretos tatuajes...
Los tatuajes son decorativos, sí. Suelen ser metafóricos y otras veces son un recordatorio penoso del pasado, pero siempre son lesivos. Para crear un tatuaje, el artista pincha la piel con agujas cargadas de tinta a un ritmo de hasta 3000 veces por minuto. El pigmento es inyectado en la capa dérmica, que es también donde se encuentran las glándulas sudoríparas.
El cuerpo identifica esos pinchazos como algo anormal: han dejado un leve daño en el tejido y han dejado una sustancia extraña, la tinta. Así que el sistema inmunitario reacciona enviando diversos tipos de células al lugar pigmentado. Algunas de esas células arrastran cantidades ínfimas de esa tinta hasta los nódulos linfáticos, donde se disipa. Otras células del sistema inmunológico se funden con la tinta restante, y así ambas se convierten en habitantes a largo plazo de esa porción cutánea. Y hay un tercer grupo de células que dispara la respuesta inflamatoria, colaborando así con la recuperación del tejido dañado, un proceso que suele durar un par de semanas.
Como sabe todo aquel que suela mirar eventos deportivos, los tatuajes son muy populares entre los deportistas. Según algunas estimaciones, al menos la mitad de los basquetbolistas universitarios y profesionales tienen tatuajes que cubren gran parte de su torso y sus brazos. Esa proporción parece ser igualmente alta entre los futbolistas y muchos otros deportistas.
Pero nadie había estudiado si los tatuajes podían afectar la fisiología de la piel, en particular el funcionamiento de las glándulas sudoríparas. Por eso fue que Maurie Luetkemeier, profesora de fisiología integrativa y ciencias de la salud en el Alma College de Michigan, y dos de sus alumnos de posgrado, Joe Hanisko y Kyle Aho, decidieron estudiar el proceso de transpiración de la piel tatuada.
Para su estudio, que fue publicado recientemente en la revista Medicine & Science in Sports & Exercise, empezaron reclutando a 10 hombres jóvenes y sanos con un tatuaje en uno de los costados de la parte superior del cuerpo. La zona tatuada debía corresponderse con una superficie igual de piel no tatuada del otro lado del cuerpo. O sea que si la persona tenía un corazón o un dragón tatuado en el hombro derecho, debía tener una porción de piel no tatuada en el mismo lugar de su hombro izquierdo. Algunos de los tatuajes eran recientes, mientras que otros tenían tres o cuatro años de antigüedad.
Los investigadores luego aplicaron pequeños parches químicos en ambos lados, tatuado y no tatuado. Esos parches contenían nitrato de pilocarpina, una sustancia que desencadena la transpiración y que suele usarse también para diagnosticar la fibrosis quística. Inmediatamente después de haber expuesto la piel a la pilocarpina, los científicos cambiaron los parches por unos pequeños discos en forma de espiral diseñados para absorber el sudor resultante. Esos discos permanecían sobre la piel de los voluntarios durante 20 minutos, mientras el cuerpo sudaba obedientemente.
Pero después de retirarlos, examinarlos y pesarlos, los científicos descubrieron de inmediato que la piel no había sudado igual en ambos lados. Los discos que habían estado sobre la piel tatuada pesaban mucho menos. De hecho, la piel tatuada de cada voluntario había eliminado apenas la mitad de sudor que la piel sin tatuar del otro lado del cuerpo. Y lo más interesante era que los resultados eran los mismos sin importar la antigüedad del tatuaje: los viejos alteraban la sudoración igual que los más recientes. Luetkemeier y sus colaboradores tienen pensado ampliar muy pronto el estudio a grupos de voluntarios más abarcativos y en situaciones de la vida real. Pero lo que es más importante, señala Luetkemeier, es que nada en el estudio indica que quienes tenemos tatuajes deberíamos preocuparnos demasiado por sudar menos. Es "improbable", dice, que los tatuajes puedan impedir la sudoración al punto de generar hipertermia u otros problemas durante la práctica de actividad física.
"En otras situaciones, como cuando alguien sufre quemaduras de gravedad y ha perdido las glándulas sudoríparas de la zona afectada -dice Luetkemeier-, el cuerpo lo compensa aumentando la sudoración en las partes sanas de la piel".
Traducción de Jaime Arrambide
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