Tarjeta roja para el look de los entrenadores del fútbol inglés
Varios hombres de la Premier League de Inglaterra enfrentan el mal clima con atuendos que los hacen lucir de la peor manera posible
LONDRES.- En medio de una tormenta de nieve, Alex Ferguson se calzó un sombrero lanudo, Rafael Benitez lució un traje que no era de su talle, y el usualmente afable André Villas-Boas optó por cubrirse las piernas con una manta estilo "abuelito junto al fuego".
Después estaba Arsène Wenger. En el remolino de nieve que se desató durante el partido de Arsenal, Wenger se empaquetó en la que se ha convertido, lamentablemente, en su prenda distintiva: una parka acolchada, inflada, que seguramente lo mantendrá abrigado, pero que también lo hace parecer una oruga en bolsa de dormir.
Ésos son los hombres de la Premier League de Inglaterra, entrenadores que recorren el fuera de campo del deporte con más seguidores del mundo entero, en un país donde el clima es tan malo que puede llevar a extrañas aventuras de moda. Pero incluso en los mejores momentos, los entrenadores de fútbol de Inglaterra son una banda sin el menor estilo, cuyo guardarropa se parece menos a Savile Row que a un perchero de saldos de la isla de las prendas que no le quedan bien a nadie.
"Está lleno de diseñadores que matarían para que los entrenadores usen su ropa, pero así y todo muchos se las ingenian para lucir de la peor manera", dice Dan Rookwood, director de estilo de la edición británica de Men's Health.
Por más que los hinchas pretendan que no les importan esas frivolidades, no es cierto. Esa rareza con capucha y miles de cierres de Wenger se ha convertido en una fuente inagotable de burlas en las redes sociales: en Facebook hay una página titulada "Comprenle un abrigo nuevo a Arsène Wenger". Los hinchas comparan la prenda con el aspecto del pingüino emperador, con una prenda propia del hombre de Michelin, con una pollera y con una funda acolchada para celular.
Llevaría años de estudio desentrañar y decodificar las sutiles diferencias de estilo de los entrenadores de la Liga Premier, pero la mayoría tienden a volcarse por uno de estos tres looks: el playboy italiano, el funcionario soviético de Alemania del Este de la década de 1970, y el desarrapado en joguineta. Los más elegantes suelen ser los entrenadores de Europa continental, quienes suelen mejorar sus trajes de buen corte con el agregado de bufandas, chalinas, pañuelos, mocasines de diseño y sobretodos entallados.
José Mourinho, ex entrenador del Chelsea y actual del Real Madrid, puede adjudicarse el mérito de haber sido quien trajo esa elegancia europea a este baldío de la moda. La gran mayoría de los entrenadores entran en la segunda categoría, siguiendo el ejemplo de la vieja guardia encabezada por Ferguson, del Manchester United, o Harry Redknapp, de los Queens Park Rangers. Los de este grupo usan los trajes que les entrega el equipo como un niño usa la ropa que les dice su madre. Cualquier atisbo de estilo se ve socavado por el agregado de corbatas fuera de moda y accesorios cuestionables, como zapatillas, pulóveres abultados y parkas del equipo cubiertas de logotipos.
En el fondo de la lista está el grupo cuyos joggings nos recuerdan a aquel irritable profesor de gimnasia que nos enseñaba a jugar al fútbol en la escuela en la década del 80. Son "los olvidados de la moda", dijo Jessica Punter, editora de estilo y belleza de la edición británica de GQ.
Sí, Tony Pulis: nos referimos a usted. Pulis, del Stoke City, es considerado el peor vestido de la Liga Premier, debido a su gorra de béisbol, su jogging, y las letras "TP" impresas en su saco, no sea cosa de que lo pierda o no recuerde que es suyo. Muchos entrenadores rivalizan por el segundo puesto en la categoría del peor vestido, pero tal vez el competidor mejor posicionado sea Martin Jol, del Fulham, quien se atrevió al jogging azul eléctrico.
¿Y quién es el mejor vestido? El gran aspirante es Roberto Mancini, del Manchester City, quien gracias a esa misteriosa habilidad italiana para doblar y plegar, ha logrado reconvertir la bufanda blanca y celeste de su equipo en un accesorio de alta moda.
A pesar de ese lapsus de manta de abuelo durante la tormenta de nieve, Villas-Boas, del Tottenham Hotspur, es el favorito de muchas hinchas mujeres, por su look sexy, sus entallados trajes, y cuando hace frío, su ajustado abrigo oscuro. La GQ británica lo ubicó en el puesto número 2 de los "hombres internacionales mejor vestidos", detrás del diseñador Tom Ford.
Ferguson, entrenador del Manchester United desde 1986, casi siempre usa el mismo atuendo invernal: un pulóver debajo del traje, y encima, una voluminosa parka. En algún lugar en medio de ese amasijo, se intuye una corbata.
Aunque muchos entrenadores parecen echarse encima lo primero que encuentran en el piso, sería un error perder de vista el significado subyacente a esas costumbres. Tomemos por ejemplo el abrigo de oruga de Wenger. La intolerancia de los hinchas hacia sus atuendos está en relación directa con las dificultades de Arsenal. Por algún motivo, dijo Bennett, de "Men in Blazers", este año el abrigo parece más largo que el año pasado.
La apariencia también se condice con la realidad en el caso de Sam Allardyce, del West Ham United, a quien sus amigos llaman Gran Sam, y sus enemigos Gordo Sam. Allardyce anda de traje, pero parece un patovica después de un altercado. Sin embargo, concita respeto por haber soportado las vicisitudes del clima cuando soportó sin quejarse la lluvia que caía en cascada por su traje.
Los hinchas ingleses son rápidos para identificar cualquier debilidad frente al mal tiempo. Un artículo publicado en The Daily Mail otorgó premios a los entrenadores con "mejor aguante" a las ventiscas de nieve. O sea, que nada de paraguas: ni ahora, ni nunca. Piensen en Steve McClaren, por entonces director técnico de Inglaterra, que usó un paraguas rojo y azul para protegerse de la tormenta durante un partido entre Inglaterra y Croacia en 2007, lo que le ganó el apodo de "el idiota del paraguas". Inglaterra perdió el partido, y McClaren perdió su empleo. Ahora, es entrenador en los Países Bajos.
Traducción de Jaime Arrambide