Cuando Sabrina Benítez tuvo que viajar a Londres, no pudo llevarla. Pero un año más tarde logró reunirse con su gata, lejos de su país, pero cerca de su afecto.
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Había llegado a su vida una fría y lluviosa noche de abril, en 2016. Estaba en la vereda de la casa de Sabrina Benítez (39) en Hurlingham. Sola, empapada y sin rastros de sus hermanos o madre a la vista. “No pude más que agarrarla en mis brazos y entrarla a casa para darle los primeros cuidados. La sequé, me aseguré de que no tuviera ninguna lastimadura y le di de comer”, recuerda. Al día siguiente la llevó al veterinario para un control. En el consultorio el especialista que la atendió le calculó unos cuatro meses.
“Primero la publiqué en Facebook para ver si era de alguien. Pero no tuve respuestas. Simplemente nadie la reconoció. Acto seguido la puse en adopción. Yo viajaba mucho y tenerla en casa implicaba cambiar muchas cosas de mi rutina. Pero luego, al final de una semana, nadie la adoptó. Entonces la bauticé como Emma y la incorporé oficialmente a mi familia”.
Sabrina se aseguró de que su gata estuviera en perfectas condiciones de salud. Volvió entonces al veterinario, que le armó su libreta sanitaria, le dio las vacunas e indicaciones para desparasitarla. “Tuve que adaptarme y aprender sobre la marcha porque nunca había tenido un gato. Dormí en el piso con ella cuando la esterilicé porque no sabía si estaba bien o mal, en fin, cuestiones de madre primeriza. Más adelante, comencé a llevarla conmigo de viaje cuando recorría diferentes ciudades de la Argentina. Pero el desafío llegó cuando me salió la visa de esposa y en un mes tuve que poner toda mi vida en dos valijas y mudarme a Londres”.
Sintió que dejaba una parte suya en la Argentina pero la realidad era que en ese momento Sabrina no contaba con el dinero suficiente para llevar a Emma con ella de forma segura. “Me dolió en el alma dejarla. Quedó en mi casa a cuidado de mi mamá y de mi hermana que vive al lado. La idea era volver a Argentina a buscarla. Pero por el COVID cancelaron mi vuelo”.
Una espera que rindió sus frutos
Fue un año más tarde y en plena pandemia que finalmente logró reunir el dinero, contratar a una empresa de traslados de animales de compañía y concretar el sueño de que Emma se reuniera con ella en Londres. “Fue el mejor dinero gastado en mi vida. La buscaron en Buenos Aires y viajó a Londres. Todo duró 24 horas”.
Los preparativos para el viaje fueron muchos. Una semana antes de subirse al avión tuvo que asistir al veterinario para que le pusieran su microchip y sus vacunas. “La fueron a buscar con un carrier súper grande en donde Emma tenía espacio suficiente para estar parada. Tenía un colchoncito y le pidieron a mi hermana Daiana que le dejaran alguna mantita con su olor para que no se sintiera tan extraña. Tenía todos sus papeles con los permisos para salir del país en una carpeta de plástico agarrada a su jaulita. Con la botella de agua y comida”.
Una vez que llegó a Londres, Sabrina tuvo que contratar una agencia local para hacer la “liberación” de Emma del Heathrow Animal Reception Centre, donde se retiran a los animales que llegan al UK. “Una vez que llegamos al lugar nos presentamos en la recepción y me pidieron mi pasaporte y la copia de sus papeles. Todo a través de una cámara ya que no podíamos estar dentro del lugar por las restricciones del Covid. Esperamos un rato más y nos la entregaron”.
Al comienzo, Emma ignoró por completo a Sabrina y ella se hundió en un mar de lágrimas. Le tomo una semana adaptarse al nuevo hogar. Se escondía detrás del sofá o de la cama. Poco a poco se fue animando a más. Emma, Sabrina y su esposo Martin Hawker viven en Chigwell -en el límite entre Londres y Essex-. Ella es maestra, da clases en escuelas públicas y privadas de la capital británica. Incluso, trabaja en el club de fútbol británico, West Ham United. Además, en su cuenta de Instagram (@del.conur.a.londres) brinda información sobre como viajar con animales de compañía.
“Ahora ya está súper adaptada y le encanta mirar las palomas por las puertas balcón del living. Le gusta subirse al cantero donde tengo las lavandas. Y toma siestas en su camita donde le da el sol. Tuvo su primera visita al veterinario a principio de año y tiene un seguro de mascota que se paga por año, nos costó £100″.
Un vínculo especial
La relación entre Emma y Martín es genial. A veces Sabrina siente un poco de celos. “Ellos se aman. Martín es la primera persona que Emma ve a la mañana porque él se levanta más temprano para ir a trabajar (es ingeniero industrial) y le da su desayuno. Emma empieza a maullar a las 5:45 los días de semana y despierta a Martín para que le de de comer. Lo despierta todos los días. Es más, se sube a la mesa y olfatea sus cereales y su café”.
Cuando Martín se va, Emma acuesta en su camita junto al balcón y duerme hasta las 9 que es cuando Sabrina desayuna. Pasan la mañana juntas y cada tanto le pide sus golosinas gatunas arañando su rascador. Se entromete entre los materiales de trabajo de su humana cuando está planificando las clases.
Después del almuerzo, Sabrina sale para la escuela donde trabaja y Emma queda sola hasta las 6 de la tarde, cuando Martín llega del trabajo. Mira tele el sofá arriba de su papá y se duerme en un rincón hasta la madrugada que se sube a la cama matrimonial. “La idea, ahora que empezaron los días más lindos, es llevarla a pasear con su arnés al bosque que tenemos a 5 minutos de casa. Es gigante y tiene lago. Vemos seguido gente paseando con su perros o gatos. Emma es lo más importante de nuestras vidas. No tenemos planes de hijos así que ella es nuestro todo”.
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