Tamara Tenenbaum: “El levante siempre genera angustia e inseguridad”
Su exitoso ensayo El fin del amor se transformará en una serie que, protagonizada por Lali Espósito, la tiene entre sus guionistas
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Cuando escribió El fin del amor, tres años atrás, Tamara Tenenbaum (32) no imaginaba que esa aventura de hacer un ensayo sobre relaciones sexoafectivas que mechaba experiencias personales con nociones teóricas y que, además, desmenuzaba con frescura irreverente las costumbres de la comunidad judía ortodoxa en la que creció, sería un éxito capaz de cosechar 9 ediciones, llegar a España y transformarse en una serie próxima a estrenarse que, protagonizada por Lali Espósito, la tiene de flamante guionista (en coautoría con Erika Halvorsen).
Licenciada en Filosofía y escritora, Tenenbaum es también autora de un libro de cuentos (Nadie vive tan cerca de nadie) y de una reciente novela titulada Todas nuestras maldiciones se cumplieron, donde vuelve a jugar con la escritura autorreferencial: la muerte de su padre en la AMIA, la fortaleza de una madre médica en el ámbito del judaísmo ortodoxo, su salida de la comunidad, el esfuerzo por evitar el lugar de víctima y su despertar amoroso, entre otros temas, orbitan sus páginas con lo que ya puede definirse como un sello propio. Ayudada por las redes sociales, Tamara supo construir una voz personal, a medio camino entre las anécdotas nocturnas a lo Sex and the City y la reflexión generacional que encarnó Lena Dunham en Girls. La siguen muchísimas chicas de veintitantos que encontraron refugio en sus conceptos. “Yo creo que les entré por el lado de la angustia y la inseguridad que genera el levante”, opina Tamara desde su casa, donde vive con sus dos gatos y suele hacer los vivos de Instagram. “Hay algunas personas muy nostálgicas que lo piensan como algo nuevo, como si esto fuera un invento de Tinder o de Instagram, pero yo creo que se olvidaron de lo que es tener 17 años”.
–Se podría decir que tocaste una fibra en ellas, ¿no?
–Sí, y me sorprende mucho. Yo pensaba que los temas de los que hablo en El fin del amor eran temas que yo conocí de más grande: la dificultad de la monogamia, por ejemplo. A los 20 yo no estaba pensando en eso, pero evidentemente las chicas de hoy sí lo hacen. Es cierto que a esa edad yo no tenía a disposición todo el feminismo que tienen ellas, y eso debe haber influido. Y otro tema es el levante, que es angustiante siempre: si en una época no lo fue, es porque lo que había no era levante sino formas de apareamiento mucho más ritualizadas, como las visitas familiares. Si leés revistas femeninas antiguas, cosa que yo hago muchísimo, encontrás situaciones como que si a una chica la visitaba un chico en su casa, con sus padres presentes, también le daba nervios, le daba incertidumbre. Esa incertidumbre obviamente creció a medida que el mundo se fue liberalizando y que el levante empezó a depender de nosotros. Pero en el libro, a partir de bibliografía que investigué, lo que ofrezco es una explicación histórica y sociológica de cómo funciona el levante y por qué nos angustia, por qué es tan difícil: ahí hubo mucha gente que se sintió representada, de todas las edades. Se sintieron validadas: “OK, esto que me preocupaba, que yo pensaba que era una tontería, hay gente que lo estudió”.
–Con respecto a la adaptación a serie, ¿en qué instancia está?
–Justo recién vengo de juntarme con un asesor, es un ex rabino, porque la serie va a tener mucho de judaísmo. Yo me ocupo de que esté todo en regla pero igual quería tener alguien que me ayude. Las guionistas somos Erika Halvorsen y yo, y la protagoniza Lali Espósito. Estamos trabajando con una plataforma que trabaja en coproducción con MGM y con una productora argentina. Se va a filmar este año, con expectativa de que salga el año que viene.
–¿Y cómo es la trasposición?
–Erika y yo lo convertimos en una ficción, hay personajes a los que les pasan cosas. Los conceptos, los temas, se reflejan en historias: no es un documental.
–En El fin del amor y en la novela, la escritura es bien autorreferencial. ¿Afecta eso la forma en que te leen?
–Siempre tengo que resaltar que lo que yo hago es obra, incluso en un ensayo, la voz que uno construye es un poco ficcional, hay un supuesto pacto de lectura pero a veces hay mucha confusión (risas). En términos personales no me molesta, pero creo que está bueno entender las mediaciones, porque si no se desvaloriza mucho, esta idea de “ah, vos vas y escribís tus cositas”, y la verdad que no, es un material que uno usa como cualquier otro. Igual no me parece que yo tenga que enseñarle a nadie a leer correctamente mis cosas, hay muchas lecturas. Sí me interesa mejorar la calidad de las discusiones, reflexionar sobre cómo leemos los textos, cómo nos acercamos a ellos, qué relación tienen con el mundo y la verdad. Dicho lo cual, una cosa es reflexionar y otra cosa es legislar sobre interpretaciones buenas y malas. Como cada uno lo lea, creo que funciona. También veo en Twitter que hay peleas a favor o en contra de la literatura del yo, lo cual me parece ridículo, es como estar en contra de la ciencia ficción o del terror, podés no leerlo y listo: no entiendo la postura de estar a favor o en contra de un género, si es que la literatura del yo es un género, porque literatura con materiales autobiográficos se escribe en todos los géneros.
–Sos muy activa en redes, ¿te afecta la agresividad que a veces se genera en ese terreno?
–Sí, y si sos mujer ni hablar. A las mujeres jóvenes que opinamos sobre política o sobre cualquier cosa nos destrozan, mucho más que a los varones que además se cubren entre ellos. Pero es como todo. No creo que haya que censurarlo ni nada. Yo tengo todo invisibilizado así que el 90 por ciento de las veces ni me entero. Una que no me gusta, bloqueo y me olvido, y además tengo notificaciones para que Twitter me muestro solo la gente que sigo y me sigue, así que me entero poco. Qué se yo, es una esfera pública, obvio que va a ser caótica y llena de odio porque la gente está así. La impunidad de internet está ahí, de gente que después te la cruzás y se va a comer los mocos o incluso va a venir a chuparte las medias para pedirte cosas. La esfera pública debe ser caótica, así es la vida, así es la democracia, hay que tratar de que no te afecte y la verdad es que a mí me sirve estar ahí, porque me gusta pensar el presente y eso me da el termómetro de algunas cosas. No creo ni que haya que irse, ni que las redes debieran hacer algo para censurar a toda esa gente que odia: no, esa gente está ahí, viviendo su vida, no pasa nada, no necesitamos que nos protejan de ellos a menos que te amenacen o vayan a la puerta de tu casa. Hay que surfearla y tener en cuenta que a ciertas subjetividades les puede afectar más que a otras, como en todos los aspectos de la vida.
–¿Aplicás los conceptos de los que hablás a tu propia vida?
–Trato, y me va igual de mal que al resto del mundo (risas).
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