Sebastián Ron dejó su exitoso negocio a nivel internacional para dedicarse a la espiritualidad y ayudar a los hombres.
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Swami Kadhim es el nombre espiritual de Sebastián Ron (44). Se lo puso hace unos años cuando decidió dar un giro a su vida: dejó su emprendimiento con reconocimiento mundial para dedicarse a trabajar en la construcción de una nueva masculinidad.
Creció en Capital Federal y tiene los mejores recuerdos de su infancia junto a sus cuatro hermanos y muchos amigos. Pasaban los veranos en el campo en San Andrés de Giles, en las playas de La Paloma, Uruguay o en el Delta de Tigre. “Íbamos a todos lados con mucha gente, nos manejábamos en comunidad rodeados de naturaleza y actividades”, recuerda Sebastián. Sin saberlo se estaba gestando en él ese sentido de comunidad y naturaleza.
Dentro de su familia el hombre tenía un rol asignado que lo llevó a vivir una adolescencia rebelde hacia un esquema que él consideraba inflexible. “Las estructuras convencionales, los mandatos y las reglas muchas veces me las cuestioné. Me preguntaba si podía hacer las cosas de otra manera, siempre tuve una gran necesidad por buscar lo nuevo, lo no explorado y entonces eso chocaba con las reglas del orden, cuestionaba la autoridad, a mis padres, a mis maestros”, dice Sebastián. Con cierta preocupación su madre consideró que la mejor manera de sobrellevar esta etapa era con terapia para encontrar un espacio de diálogo y expresión.
Un sueño revelador
Al terminar el colegio su padre quería que estudiara arquitectura pero descubrió que había otras carreras que le interesaban mucho más: “siempre me llamó la atención lo visual y lo estético, fluyo en eso bien cómodo”, explica. Entonces cambió a Diseño Gráfico pero tampoco le convencía y pasó a Diseño de Indumentaria, al cabo de un año se dio cuenta de que no quería ser diseñador pero le salía muy bien, así que con los conocimientos adquiridos abandonó la facultad para desarrollar varios proyectos.
En el 2004 empezó su propio emprendimiento: “Eran guantes mágicos con la particularidad de que estaban estampados, la técnica que usaba era sublimación, un método que recién se empezaba a conocer, lo que me permitió hacer un desarrollo con innumerables estampas y a través de la combinación con el diseño gráfico logré un producto que no existía en el mercado internacional. Era muy utilizado en cine, televisión, era el accesorio preferido de las vestuaristas, cantantes, actrices, salí en todas las revistas de moda”, recuerda Sebastián. Su negocio se expandió por Argentina, Uruguay, Chile, España, Italia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos.
Trabajó muchísimo, tenía un buen pasar económico y su producto se vendía prácticamente solo, parecía el sueño de cualquier emprendedor. “Mi vida era un éxito, viajaba seis veces al año pero no me sentía satisfecho con lo que hacía”, confiesa Sebastián, es que a veces el liderazgo empieza a ser una carga.
Pero una mañana en el año 2010 todo cambió, algo le hizo hacer un clic: tuvo un sueño donde sintió que su trabajo no tenía futuro, “soñé que estaba haciendo un pozo en la tierra y cavando encontré mis productos enterrados. Era lo que iba a pasar, la gente los iba a usar un día, a lo sumo una semana y después los iba a tirar”, cuenta Sebastián.
Fue este sueño el que le cambió el chip y decidió buscar un cambio. “Me hacía mucho ruido interno mi actividad, lo que me generaba mucho dinero estaba haciendo mucho daño al medio ambiente y eso me generaba responsabilidad. Desarticulé todo, cancelé las operaciones y toda la mercadería que me quedaba en stock la llevé a Chile, entre Santiago y Viña del Mar vendí todo y me fui de fiesta a Valparaíso con amigos chilenos. No quería vender el emprendimiento para que nadie siguiera con ese desastre ambiental. Los guantes estaban hechos de poliamida y lycra, básicamente plástico, por lo que tardarían miles de años en biodegradarse, como toda la industria de la indumentaria, altanamente contaminante”, confiesa.
A través de un amigo conoció a Swami Purvesh, un maestro del budismo tibetano, sannvasins de Osho, que le ensenó a meditar. Empezó entonces un nuevo camino de introspección y descubrimiento, consultaba libros y autores para iniciarse en el mundo del yoga y la meditación. Fue su maestro quien le asignó su nuevo nombre: “Swami se le coloca a todos los iniciados en el camino espiritual que significa Maestro de Ti mismo, luego viene el nombre Kadhim de origen árabe que significa Protector de la verdad”, explica Sebastián ahora llamado Swami Kadhim.
Sediento de más no se detuvo, la puerta del autoconocimiento y la espiritualidad se habían abierto en su vida. Recorrió prácticas como bioenergética, diseño humano, yoga, budismo tibetano entre otras disciplinas.
Una noche de mayo se le ocurrió crear grupos de personas que no se conocerían entre sí para poder dialogar temas personales y aspectos que no se comparten con familia y amigos porque a veces es más fácil abrirse a un desconocido. Kadhim estaba frente a un nuevo despertar, una manera distinta de expresarse y estaba dispuesto a sacarle el máximo provecho: empezó a organizar retiros mixtos.
El hombre en busca de su identidad
El retiro de hombres no es un invento de Kadhim, es una práctica recuperada que se realizaba en la antigüedad con el objetivo de iniciarse en lo espiritual y en el autoconocimiento.
Kadhim empezó con grupos mixtos pero observaba cierta tensión ante la presencia de personas del sexo opuesto y que los hombres al momento de profundizar no lograban llegar a ciertos lugares, en cambio en un grupo separado se expresaban con mayor libertad. Entonces decidió que era momento de hacer el retiro solo para hombres.
“El hombre no llega a profundizar en sociedad porque está lleno de mandatos, de condicionamientos, de cómo tiene que ser, qué tiene que mostrar, de qué puede hablar y de qué no, qué le tiene que gustar, que no le tiene que gustar, y hay ciertos temas que nos ponen vulnerables, y un hombre teóricamente no puede mostrarse vulnerable porque pierde poder, eso nos enseñaron, por eso el hombre frente a otro hombre en sociedad tiene que ser ciertamente falso, todo cambia cuando uno crea el ambiente y lo dispone a exponerse”, reflexiona Kadhim.
Explica que cuando los retiros eran mixtos el 90% de quienes asistían eran mujeres, sin embargo, muchos hombres se mostraban interesados pero no se animaban a formar parte, “frente a este indicio y dado que veía a las mujeres muy empoderadas en el desarrollo interior, en sanar el linaje, la historia, el presente, evolucionando individualmente y en grupo, ahí me cuestioné (como lo he hecho toda mi vida) ¿qué pasa con el hombre? Ahí creé Retiro de Hombres, pensando que, si el hombre no se trabaja a sí mismo, nada de lo que haga la mujer será suficiente para la transformación social”, analiza Kadhim.
Asegura que el hecho de que el hombre encuentre un espacio solo para hombres, para poder transitar ciertos temas individuales y colectivos a los que no está acostumbrados a compartir en lo social es muy liberador y genera mucha empatía. Si bien ellos no pueden saber cuán transformador fue el proceso, sí pueden ver la magnitud del disfrute de esa persona que está pudiendo hacer algo que nunca pudo hacer antes, de poder expresarse y ser quien realmente quiere ser.
Acerca de los retiros
Los retiros se realizan en un ambiente alejado de la vida cotidiana y en contacto con la naturaleza, hay habitaciones individuales o compartidas para que cada uno elija lo que prefiere. Se promueven los ingredientes naturales y vegetarianos en la alimentación porque se considera la alimentación saludable como un pilar fundamental en los retiros.
Duran de dos a siete días según lo que cada uno pueda o quiera hacer, y cuentan con espacios terapéuticos individuales y espacios de interacción grupal y ocio. La libertad es primordial, por eso ninguna de las actividades son obligatorias, cada uno irá viendo si participa o no en cada espacio de trabajo, tampoco es necesario tener experiencia previa en actividades espirituales.
Kadhim no es el único que dirige el retiro, se apoya de expertos en distintas técnicas y disciplinas como la meditación, actividad física, psicoterapia, Gestalt, bioenergética, terapia sonora, charlas temáticas, registros akáshicos y diseño humano.
Su propuesta tuvo tan buena repercusión que realiza sus retiros en Argentina, Brasil y Uruguay donde vive actualmente: “Uruguay es mi segundo hogar, desde que nací que he venido, además mis padres se radicaron acá hace más de 20 años. Durante la pandemia la madre de mi hijo, con la cual estamos separados, nos propuso venir a vivir aquí”, cuenta Kadhim que la posibilidad de criar a su hijo en Uruguay lo hizo aceptar la propuesta sin dudarlo.
Documental del retiro: las historias de vida son muy diversas
Kadhim produce un documental llamado “Los Facilitadores”, es un retrato de las dudas que se plantean un grupo de ocho hombres en torno al significado de la masculinidad en nuestro tiempo.
Durante el documental, que tiene una duración de una hora y puede verse online en su página web, los participantes conversan sobre todo tipo de temas, experiencias y las desventajas que encuentran al sentirse presionados por cumplir con determinados estereotipos.
Las historias de vida son muy diversas, por ejemplo cuenta en primera persona la historia de Augusto (33) que fue padre a los 24 años de un chico autista y las dificultades con las que se encuentra en su misión de ser padre; Francisco que creía que era normal que lo golpearan y no le dieran de comer a la noche, le tenía tanto terror a su padre que llegó a pesar 200kg porque creía que podía formar un escudo protector de grasa ante un eventual asesinato por parte de su primogénito; Víctor, un modelo que a los 21 años se prendió fuego de la cintura para arriba y pasó a sentirse un monstruo; Claudio (59) que estuvo casado por 18 años, tuvo una hija pero a los cincuenta se dio cuenta de que le gustaban los hombres; Ulises (30) que sufrió abusos sexuales a lo largo de su vida.
“Vienen hombres con necesidad de transformar esos mandatos, de evolucionar, de mejorar como personas, como especie”, dirá Kadhim sobre el final del documental. Su intención es que se conozcan estas historias y cada vez lleguen a más hombres y mujeres, su idea es dar un contenido que ayude a la sociedad a avanzar y que los hombres sientan que hay un espacio para poder trabajar estos temas. Kadhim es feliz, no sabe que pensará su familia de todo esto, “supongo que me admiran aunque no lo puedan admitir en el hecho, me envidian sanamente, soy el anti modelo, hice todo lo que ellos no pudieron hacer, soy muy libre, soy la oveja negra, cargo con muchas cosas pero soy tan pleno, radiante y feliz, tan consciente de todo que me aprecian. A partir de mi cambio de vida algunos miembros de la familia comenzaron a realizar prácticas espirituales. Tengo un rol fundamental en el árbol genealógico de mi familia”, admite.
Tiene varios proyectos por delante, quiere llegar con sus retiros a México y España, seguir desarrollando productos audiovisuales y continuar con su aporte al cambio en la sociedad.
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