En el Roof Garden del elegante hotel de la Recoleta, la estrella televisiva y el polista ofrecieron una fiesta de casamiento, a puro lujo y para 500 invitados, entre los que destacaban grandes celebridades del espectáculo
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El 5 de diciembre de 1988, hace exactamente 35 años, en una fastuosa fiesta en el Alvear Palace Hotel, celebraban su casamiento Susana Giménez y Huberto Roviralta. Más de 500 invitados, muchos de ellos famosos, se hicieron presentes en los festejos nupciales. Asistieron así a uno de los momentos más felices de la pareja que arrancó a puro amor pero que con el correr de los años se separaría de manera escandalosa y con un proceso de divorcio en el que la diva de los teléfonos le terminaría entregando al polista una suma millonaria en dólares.
El país entero estaba expectante hace tres décadas y media de las vicisitudes de la boda entre Giménez, una de las estrellas del espectáculo más amada por los argentinos, que entonces tenía 44 años y su flamante novio, Roviralta, ligado al elitista círculo del polo criollo. Ese día, horas antes de la fiesta, la pareja daba el sí en el Registro Civil de la calle Uruguay. Los testigos fueron Pío Emilio Roviralta, hermano del novio, y la actriz Graciela Borges, gran amiga de Susana.
En las imágenes de entonces puede verse a una novia conmovida que lucía una capelina violeta y un trajecito de un potente tono amarillo. Él llevaba puesto un traje formal claro con camisa y corbata en distintos matices de gris. La pequeña sala del registro estaba colmada, además de por los allegados a los novios, por una numerosa cantidad de fotógrafos y enviados de diversos medios de todo el país. Tanto es así que hasta la jueza que ofició la ceremonia dio cuenta de la presencia de la prensa con una mención que hizo reír a todos, incluso a los novios: “Evidentemente todos estos señores están aquí por Susana Giménez. Perdón, Roviralta, no lo quiero desmerecer, pero seamos sinceros”.
La fiesta en el Alvear
La noche de ese mismo lunes, en el Alvear Palace, se llevó adelante la fiesta, llena de celebridades. El lugar no fue elegido al azar, ya que allí mismo, en el Roof Garden de ese sofisticado hotel de la Recoleta, en noviembre de 1987, Roviralta y Susana se habían cruzado por primera vez... y el flechazo fue instantáneo. Muy poco tiempo después, él le propuso casamiento. Y allí, en el palacio de la Avenida Alvear al 1800, estaban ahora ambos esposos, en plena celebración de su enlace.
La televisión transmitió la ceremonia casi hasta el más mínimo detalle. La diva, que había debutado con Hola, Susana el año anterior en Argentina Televisora Color (ATC), había mudado su exitoso ciclo en 1988 a canal 9, emisora comandada por Alejandro Romay. El Zar de la televisión aprovechó entonces ese pase de la conductora para encargarse de televisar la boda, con un despliegue de producción que llegó a meterse en la suite presidencial, en el sexto piso del hotel, donde los recién casados pasarían su primera noche como cónyuges.
Gracias a este registro televisivo y a los distintos archivos que recogen imágenes de la época, puede saberse que ambos novios vistieron de blanco. Él, con un smoking y camisa también color blanca y un moño negro. Ella, con un vestido diseñado por Elsa Serrano, un modelo inspirado en Scarlett O’Hara, protagonista femenina del clásico Lo que el viento se llevó-, repleto de detalles, como moños y volados, y un broche de brillantes que era de la mamá del novio. “Se lo cosimos a mano y le daba una terminación soñada, principesca”, reveló la propia diseñadora, en el programa Corte y Confección (eltrece), en septiembre de 2020.
Susana y Roviralta ingresaron al Roof Garden por un pasillo que le armaron los camareros, todos ellos elegantemente vestidos con un traje rojo, camisa blanca y guantes blancos y moño negro. La decoración del lugar corrió por cuenta de Mario Vanarelli, gran escenógrafo y la música fue ejecutada por una orquesta en vivo, dirigida por Panchito Nolé. En un momento, Donald le cantó una romántica pieza a la pareja, que la bailó en un apretado abrazo.
Los invitados se dividieron en 50 mesas de unas 10 personas cada una, atendidas por un total de 90 mozos y la torta de bodas constaba de 10 pisos y un peso de 80 kilos. “La fiesta continuó hasta que las primeras luces del alba anunciaron que la boda del año había llegado a su fin”, decía la crónica del evento publicada en LA NACION.
En la ceremonia no podía faltar Mirtha Legrand, la otra gran diva de la Argentina, acompañada por su marido, Daniel Tinayre. También se encontraba la hija de ambos, Marcela Tinayre. El mismo Romay y su mujer, Lita, estuvieron en la fiesta, lo mismo que Juan Carlos Calabró y su mujer, Coca, como también la íntima amiga de Susana y emblemática actriz China Zorrilla.
No puede soslayarse entre la lista de las celebridades la presencia de Ricardo Darín, a la sazón, ex de la diva de los teléfonos, que llegó al Alvear Palace acompañado de su pareja de entonces, que es también la actual: Florencia Bas. También asistieron a la fiesta Gerardo Sofovich y su esposa Carmen Morales, la modelo Carmen Yazalde, Hugo Sofovich, Arturo Puig y Selva Aleman, Ante Garmaz, Teté Coustarot, Bernardo Neustadt y la ya mencionada Graciela Borges, entre muchos otros.
El Caribe fue el destino al que se dirigió la pareja para su luna de miel. Luego de ello, la diva de los teléfonos arribaría a Villa Carlos Paz para la reposición de la obra de teatro que protagonizaba entonces y que fue uno de sus proyectos más taquilleros: Sugar.
El divorcio, el cenicero y un cheque por 10 millones
La relación que se inició formalmente en esa boda de ensueño y con todos los lujos tuvo casi una década de buena convivencia, pero no todo dura para siempre. Las diferencias de objetivos de cada uno de los integrantes de la pareja e incluso de horarios -ella reveló que él se levantaba cuando ella se iba a dormir-, hizo que la armonía en la relación se complicara.
El 30 de enero de 1998 la pareja acordó en qué modo se iba a divorciar. Esto fue en Miami, y parecía que todo iba a producirse en buenos términos, pero no. El 11 de febrero de 1998 por la mañana, cuando la diva de los teléfonos retornó a Buenos Aires se encontró con que el polista seguía instalado en su casa, cuando era otra cosa lo que habían arreglado. Esa fue la jornada de furia en la que que voló el cenicero.
“¡Ladrón! ¡Hijo de p...! ¿Cuándo te vas a ir de acá? Andate”, le gritó la estrella televisiva a su expareja, en un tono exaltado que se escuchó en los móviles que transmitían desde la puerta de su casa. Al parecer, entonces, otro de los motivos del enojo de la estrella de los teléfonos fue que los abogados de Roviralta le habrían exigido a ella la mitad de su fortuna como la parte que le correspondía al polista en la división de bienes.
Pocos minutos después, Huberto salió de la casa con un golpe en la nariz, producto del impacto que le produjo el cenicero que revoleó la diva en su de ira. En sus brazos, el hombre del universo del polo llevaba a Jazmín, el perrito Yorkshire de Susana que, aunque no tomó partido por ninguno de los dos, se vio envuelto en el escándalo.
Finalmente, con un matrimonio totalmente disuelto, la protagonista de La Mary le habría entregado a su ex un cheque por la suma de 10 millones de dólares.
“Como ella es una triunfadora en la vida artística, lo va a ser también en la vida privada”, había vaticinado Mirtha Legrand el día de la boda de su colega y gran amiga. Pero el vaticinio quedó absolutamente fuera de combate frente a la realidad y al estrepitoso final de ese matrimonio que, aquel 5 de diciembre de 1988 parecía para toda la vida.
Más allá del final con bochorno y del mal sabor de boca de haber entregado una millonada en la división de bienes, Susana volvería a creer en el amor y poco después de romper con el polista comenzaría una relación -que duró unos cinco años- con Jorge “Corcho” Rodríguez, actual pareja de Verónica Lozano.
Roviralta también superó el mál trance sentimental. Se volvió a casar en 2013 con la psicóloga Dolores Benedit y se fue a vivir a Uruguay.
Si bien Roviralta apareció de sorpresa en la tribuna del programa de su exmujer en la apertura del ciclo 2005, la relación de Susana con el polista nunca más se restañó. En marzo de este año, en diálogo con el programa A la tarde (América) ella aseguró que no tuvo nada que ver con la presencia de su ex en esa emisión. Cuando el cronista que la entrevistaba le señaló que, pese a todo, había terminado todo bien entre ambos, la estrella estalló: “¿Qué bien? ¡Si le tuve que dar 10 palos!”. “Si tenés que pensar en Roviralta, ¿qué se te viene a la cabeza?”, quiso saber, sobre el final, el periodista. “Mejor que no lo diga porque vamos en cana todos”, respondió Susana.
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