Se enamoraron cuando él llegó del campo a la ciudad, pero la diferencia de edad y una situación por resolver minaron la relación; más de dos décadas después la vida los reencontró heridos, tratando de recordar el camino hacia el verdadero amor
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En el año 2005, Ornela, una jovencita que aún asistía al secundario, iba todos los días a la casa de sus vecinos a tomar mates y escuchar las historias de don José. Cierta vez empezó a venir Luis, un chico de 21 años, familiar de sus vecinos. Había llegado del campo a vivir en la ciudad, era tímido, amable y poco conocía de su nuevo e intrigante entorno.
Desde el primer día en que lo vio, Ornela se sintió atraída por todo su ser, su persona, su mirada y aquella sonrisa vacilante: “Se lo confesé a mi vecino”, rememora. “Le dije que Luis tenía que saber que me encantaba”.
Envuelta en una valentía propia de la primera juventud, se acercó a él, y con palabras que brotaron impulsivamente, reveló su sentir. Luis, halagado y también atraído por ella, le dijo que no estaba seguro de mucho en la vida: “Venía de un noviazgo relámpago que derivó en un casamiento y un acuerdo de divorcio a los pocos meses”, continúa Ornela. “A pesar de todo, nos empezamos a ver”.
Un “me gustás” y un amor complejo
Al comienzo se veían esporádicamente, pero pronto la frecuencia aumentó y los sentimientos comenzaron a trascender el simple “me gustás”. Sus corazones palpitaban fuerte y querían compartir su amor con el mundo para vivirlo libres. Fue así que supieron que era momento de anunciarlo a la familia, un evento que no salió como lo hubieran deseado.
“Mis padres se opusieron rotundamente”, cuenta Ornela. “Sabían quién era Luis y de qué tipo de familia venía, pero yo era menor de edad y él tenía 21. Por si fuera poco, estaba separado de hecho, pero todavía en proceso de divorcio. No, no lo aceptaron para nada”.
Los novios comenzaron a verse a escondidas. Fueron tiempos de aventuras, adrenalina, de andar por la vida encontrando la forma de que nadie los viera, salvo la familia de Luis, que aceptó a Ornela desde el comienzo e incondicionalmente.
“A veces faltaba a mis clases de educación física solo para pasar un rato en su compañía, en su casa o íbamos a tomar mates a la casa de su mamá, que vivía en el campo, también los domingos al mediodía él me invitaba al almuerzo familiar en su casa. Otras veces yo salía con mis amigas y nos cruzábamos en algún baile, también solíamos ir a pasear al aire libre, donde nadie podía vernos”, rememora. “En ese tiempo casi no había celulares, aunque él tenía uno por cuestiones de su trabajo, así que yo me las ingeniaba, en el colegio había un teléfono público, le cargaba la moneda de 25 centavos que me daban para comprarme el desayuno, y lo llamaba”.
Algunos días aquella era la única comunicación que Ornela mantenía con Luis. En ocasiones él no estaba o no podía atender y ella se gastaba el dinero y, para colmo de males, se quedaba sin comer. Pero fueron días felices, a pesar del dolor de no poder ser novios normales, ir de la mano por la calle, tomar un helado a la vista de todos.
Sin embargo, con el tiempo la adrenalina dio paso a la añoranza de un comportamiento transparente. Los padres de Ornela, por otro lado, la castigaban dejándola sin salir el fin de semana cuando descubrían que se habían visto. Todo aquello terminó desgastando una relación que finalmente no pudo ser.
Un golpe duro y la distancia: “Había un muro, cada uno había vuelto a rehacer su vida”
Ya distanciados, llegó el día del cumpleaños de Ornela, un momento sensible, en el que ella no pudo evitar pensar en él. Estaba en lo de la tía de su padre cambiándose para su celebración, cuando vio el teléfono fijo de doña Meme y decidió llamarlo. Nunca imaginó lo que iba a escuchar, del otro lado atendió una voz femenina que resultó ser su nueva novia: “En ese momento pensé que mi mundo se terminaba y con el corazón destrozado me fui a mi fiesta”, recuerda.
El tiempo pasó y Ornela creyó que ya nada había por hacer. Se cruzaron algunas veces, pero el dolor era tan grande que algo se había roto y entre ellos surgió un acuerdo silencioso de que la vida debía seguir, que su amor no era posible.
Fue así que cada uno hizo su vida, a lo largo de los años Ornela formó dos parejas, fue madre, pero sus relaciones no funcionaron. Luis, por su parte, siguió un camino similar, también sin éxito.
“En ese tiempo solo nos cruzamos en pocos momentos, nos mirábamos y cada uno seguía su camino. Nos hemos ido al mismo lugar de vacaciones, obvio cada uno con su familia sin tener relación alguna, hasta lo he saludado como amigo de familia en ocasiones, pero había un muro, cada uno había vuelto a rehacer su vida”.
Más de veinte años después: “Estaba convencida de que ya no quería ninguna relación, solo vivir en paz con mis hijos”
Veinte años pasaron. En el 2015, Ornela se mudó a un departamento y precisaba un gasista para colocar el calefactor. Luis, que ejercía dicha actividad, se contactó para realizar el trabajo y arribó a su hogar, tras un largo tiempo sin verse. Apenas cruzaron palabras y agendaron sus números por cualquier eventualidad técnica.
Tres años más transcurrieron y el 2018 llegó devastador. Ornela había descendido al infierno en una relación donde había sufrido violencia y de la que por fin se había podido desprender. Fueron tiempos en los que sintió no querer vivir más, no por la separación, sino por el dolor de lo que había atravesado: “Estaba convencida de que ya no quería ninguna relación, solo vivir en paz con mis hijos. Y cada vez que me iba mal en una relación, más me convencía de que Luis había sido mi único amor, la única persona que de verdad me quiso y me amó”.
Fue en octubre de 2018 que, devastada de dolor y sin apoyo de nadie, Ornela decidió escribirle a Luis. Se había enterado de que estaba solo, sin ningún compromiso y sintió que él la entendería, comprendería lo que le estaba sucediendo. Y así, recordando la valentía de aquella adolescente que alguna vez fue, envió el mensaje.
“Volvimos a hablar después de tanto tiempo y así retomamos nuestra hermosa relación. Desde ese día nunca más nos separamos, tuvimos nuestro hijo, Felipe, y somos una familia ensamblada, no somos perfectos, pero todos los días damos lo mejor de nosotros para crecer en el amor y en la familia”, dice Ornela con una amplia sonrisa.
Para sellar su amor y apostando siempre a la unión, los enamorados se casarán el 23 de septiembre de 2023, en el día del cumpleaños número 40 de Luis. Los padres de Ornela, mientras tanto, no solo aceptaron a su yerno, sino que lo quieren como a un hijo propio.
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