Tras la decisión de sus padres de irse a vivir a EE.UU, dejó a sus amigos y sus estudios en Rosario; con 19 años y las emociones encendidas, volver a empezar parecía imposible hasta que descubrió que no era el único hijo del exilio
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“Somos todos hijos del exilio”, dice Nicolás Ortelli, quien llegó a Estados Unidos en el 2003, sin imaginar que en los siguientes años su vida tomaría un rumbo más que inesperado. Oriundo de Rosario, junto a su familia dejó Argentina a los 19 con un primer año de facultad recién concluido, que debió abandonar en el camino, tras la decisión de sus padres de revertir aquella sensación de dar brazadas sinsentido. Tal vez, se decían los mayores, en suelo norteamericano podrían jugarse una ficha desconocida que aclarara su horizonte.
Dejar su universo conocido fue duro. Entre sensaciones de extrañeza y añoranza, la contención de sus hermanos y padres suavizó un poco la adaptación, aunque no lo suficiente como para aplacar la duda que surgía cada tanto: ¿Debía acaso regresar solo a su vida anterior en Rosario?
Pero entonces, casi de inmediato, en una tierra donde lo latino brota por doquier, Nico comenzó a frecuentar otros jóvenes latinoamericanos de diversos países, menos de Argentina. Aún no sabía que allí, en suelo norteamericano y más cerca de lo pensado, había muchos otros hijos del exilio del 2001, otros adolescentes argentinos deseosos de hallar su tribu perdida en medio del desafío de volver a empezar.
El encuentro con la tribu, una boda y un suceso inesperado: “La gente enloqueció”
Tras una primera etapa en la que parecía ser el único argentino entre un mar de latinos de otras nacionalidades, un día Miami amaneció como una fuente de vida, llena de actividades extracurriculares, que comenzaron a cambiar el panorama. De pronto, como un imán, otros adolescentes de su tierra comenzaron a emerger en su nuevo mundo.
Primero llegaron gracias al fútbol, atracción poderosa para cualquier ciudadano del país austral, pero también le siguió el rugby, una actividad que surgió en la universidad. Allí, entre estudios y deportes, los tiempos compartidos se extendieron a los fines de semana, lo que poco a poco llevó a afianzar los vínculos con los compatriotas argentinos.
Los años pasaron, y cierto día del 2013, diez años después de su llegada aún adolescente a Miami, Nico, que ya había emprendido su camino laboral, se despertó con la noticia del casamiento de uno de sus amigos. El reloj había corrido, encuentros casuales se habían transformado en relaciones profundas y ahora, ya adultos, él comenzaba a ser partícipe de los grandes eventos inolvidables de sus amigos.
“Recuerdo que el novio me dijo: ¿che, Nico, me ayudás a preparar una canción para dedicarle a la novia en la fiesta? Algo para bailar, algo en cumbia”, recuerda Nico. “El novio justo tocaba la guitarra y entre los demás amigos argentinos había algunos que dominaban algún instrumento, ya sea de manera más profesional o de oído”.
Fue así que el novio eligió una canción y se juntaron a ensayar, dispuestos a lanzarse a un terreno desconocido: hacer una performance en vivo por primera vez ante un público semidesconocido: “Nos animamos. En el casamiento por supuesto todo fue muy rústico”, confiesa Nico. “Pero a pesar de la falta de profesionalismo, la gente enloqueció. De pronto todos habían copado la pista, bailaban y vitoreaban: Era la plena época de la cumbia pop”.
Amistad fortalecida, llamadas telefónicas, el Mundial, el Inter de Miami y la Copa América
A la mañana siguiente, Nico y sus amigos ya no eran los mismos que el día anterior. La adrenalina había despertado sus sentidos de maneras inimaginables y decidieron que no había razón para no juntarse a tocar en ensayos, aunque sea para pasar un buen momento. Ni uno de ellos suponía que aquello podría transformarse en otra cosa, sus caminos de vida eran otros, pero sus raíces los habían unido y ahora las melodías argentinas parecían haber fortalecido su origen y su amistad.
Y así, sin buscarlo, cierto día se encontraron tocando en un bar ante más de cincuenta personas: “Que para nosotros era una cosa de locos”, asegura Nico. Después les siguieron otros bares y boliches, con públicos cada vez más abultados, hasta que otro buen día, el Grupo Solsis -como le habían puesto a la banda- se descubrió recibiendo llamados telefónicos solicitando su servicio.
“Con los años la banda se fue transformando, algunos se mudaron de estado, otros originales seguimos y en el camino tocamos incluso en Telemundo, el canal de televisión local, en un segmento para la Mundial de Rusia de 2018, fuimos banda soporte de Los Totora en su gira por Miami y tanto más”, cuenta Nico, quien junto a su grupo tocó pocos días atrás para una fiesta en el estadio del Inter de Miami y fueron convocados para tocar para la Copa América.
Aprendizajes para los hijos del exilio: “La maravilla de la amistad argentina”
Nico, como tantos hijos del exilio, no eligió irse de Argentina, pero aún así, hoy recuerda aquellos tiempos de la readaptación como un camino difícil pero positivo, que enriqueció su mundo y fortaleció su identidad. En su travesía de vida, la amistad fue el combustible que, diez años después de su llegada al país del norte, transformó una vez más su destino, de la mano de la primera y única banda de cumbia pop argentina en Miami.
Sus compañeros de ruta, Roberto Fuentes, Esteban Nicolini, Esteban Maurer, Pedro Mones, Gabriel Fuentes, Facundo D´ Angelo son, al igual que Nicolás, hijos del exilio que hallaron en las melodías argentinas reinterpretadas una fuente para celebrar sus raíces y llevarse nuevos aprendizajes cada día: ”No hay que tener miedo a lo desconocido”, reflexiona Gabriel, amigo y compañero de Nico en esta ruta mágica e inesperada. “Creo que cuando uno tiene una actitud positiva y ganas de superarse, siempre es posible, solamente hay que dar el salto, lo que más cuesta. Esto se puede lograr si uno cree que una vida mejor es posible y está dispuesto a cambiar”, continúa.
“En el camino del volver a empezar para mí es imprescindible la unión familiar”, reflexiona otro de los integrantes, Esteban Nicolini. “Y sin dudas el apoyo de los amigos es fundamental. Los grandes cambios necesitan del soporte de los que más te quieren”.
“En Miami es hermosa la ensalada de culturas latinas con la que uno se encuentra. Recuerdo en mis primeros tiempos rodearme de muchos venezolanos, cubanos y colombianos. Pero el argentino está en todos lados (ahora más), y como dije, tiene un imán. Que esta cultura no sea tan norteamericana me ayudó mucho en el camino. Pero, por otro lado, Estados Unidos se conoce por sus oportunidades laborales ¡y es así!, y considero que la calidad de vida es excelente en Miami, justamente porque mantiene la calidad humana latina. Por otro lado, me llevó a aprender muchas cosas de las culturas latinas que desde Argentina desconocía por completo. Te abre mucho a experiencias de vida de otra gente”, reflexiona Nicolás.
“Pero ante todo, quiero remarcar la maravilla de la amistad argentina. Es increíble cómo viniendo de diferentes historias, por diferentes caminos, llegamos desde una misma tierra -nuestra Argentina- para que nuestros pasos se crucen en un suelo totalmente diferente. Y acá nos unimos para compartir nuestra misma cultura, nuestros gustos similares, y esta música, una música que nos mantiene juntos para transmitir una energía inexplicable que solo es posible gracias a la amistad increíble que forjamos”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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