Superpronosticadores
En la ciencia de acertar el futuro no hay que ser genios ni expertos en física cuántica
¿Cuántas veces pasó que, al ver el noticiero, podíamos adivinar lo que iban a decir? ¿Cuántos de nosotros somos expertos de café dispuestos a pontificar sobre el precio del petróleo, las guerras en Medio Oriente o el campeón del mundial de billar a tres bandas?
Lo cierto es que, en general, cuando nos ponemos a pronosticar –tanto a nivel político, económico, mundial o personal– la pifiamos bastante: somos muy propensos a dejarnos llevar por nuestras opiniones y un cierto exceso de confianza, en lugar de analizar racionalmente datos y tendencias. Eso, claro, a menos que seamos superpronosticadores, como llama el profesor Philip Tetlock, de la Universidad de Pensilvania a aquellos individuos que son realmente precisos en visualizar eventos globales en el futuro mediato.
Para entenderlo: Tetlock organizó un concurso nacional en los Estados Unidos, el proyecto del buen juicio, reclutando a miles de posibles pronosticadores con nivel de instrucción universitario y que hubieran pasado una prueba psicológica general y un test de conocimiento político global.
En el concurso debían asignar una cierta probabilidad a la ocurrencia de un evento, y Tetlock y sus compinches seleccionaron a los 60 mejores predictores para tratar de entender qué es lo que tienen de especial. Resultó ser que estos superpronosticadores andaban mejor en pruebas de inteligencia, eran más competitivos y estaban más dispuestos a cambiar de opinión si las evidencias lo indicaban. Y si se entrenaban para identificar y sortear los sesgos cognitivos más usuales o si trabajaban en equipo, las predicciones resultaban aun más certeras. Cuando formaron equipos de estos superhéroes las predicciones fueron increíblemente más precisas. Allí están los resultados publicados en Psychological Science y en el reciente libro de Tetlock (Superpronosticadores: el arte y la ciencia de la predicción).
Las implicancias de esta investigación, sus métodos y sus ideas son enormes: ¿se imaginan equipos de superpronosticadores que ayuden a tomar decisiones políticas, económicas, educativas? Lo interesante es que los súper no son genios, ni expertos en física cuántica o macroeconomía: son personas comunes, como cineastas, mecánicos o profesores de baile, sólo que son especialmente atentos y racionales a la hora de discernir y procesar la evidencia disponible. ¿Y cómo se convierte uno en superpredictor? Recientemente Tetlock ofreció un curso de 5 clases sobre superpronósticos (disponible entero en edge.org). En estas clase se discuten los torneos de probabilidades, el rol de las discusiones, las formas de razonamiento contrafactuales ("¿qué hubiera pasado si…?") y qué hemos aprendido sobre el comportamiento humano con estas técnicas.
Ojo: está claro que no existe el pronóstico perfecto. En un libro anterior, Tetlock había aventurado que la predicción política de largo plazo es, en general, imposible, aunque el corto y mediano plazo son quizá domesticables. Según algunas de sus conclusiones, los analistas políticos suelen pifiarla bastante cuando quieren predecir qué va a suceder en un tempo mayor a un año pero, peor aun, están convencidos de que conocen el futuro como nadie. Esto se puede poner en números: cuando un analista dice que tiene una certeza del 80 o el 90 por ciento… acierta en no más de un 60 a mediano y largo plazo. Es más: nuestra mente hace lo posible por justificar nuestros errores: "Ah, yo dije que la Unión Soviética iba a seguir, y sin duda hubiera seguido si el precio de las tutucas se hubiera mantenido alto, pero eso no ocurrió y se cayó el muro de Berlín. O sea, en esencia, yo estaba en lo cierto".
Las investigaciones de Tetlock son financiadas por el sistema de Proyectos de Investigación en Inteligencia Avanzada. No es cuestión de convertir a las ciencias sociales en exactas (es imposible, y perderían toda su riqueza), pero sí de ser más racionales y más científicos en nuestra mirada del mundo.
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