Solía ir de la facultad al trabajo y estudiar en su tiempo libre, hasta que un extraño mensaje le recordó un amor del pasado no correspondido
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Clara solía ser una mujer estudiosa, reservada, trabajadora, bonita. Por las tardes, después de largas jornadas de estudio, se dirigía con su bicicleta a la casa de Rosa a trabajar. Rosa era una mujer mayor que necesitaba ayuda y compañía, pero, después de algunas charlas, aseo personal y del hogar, y preparado de la comida, la dueña de casa se sumergía en su mundo y, cada tanto, apenas sí le pedía algún té. Clara aprovechaba aquellos tiempos calmos para estudiar o escribir, hasta que un día una notificación en el celular lo cambió todo.
“Matías”, leyó en el viejo MSN y su corazón se aceleró al reconocer el apellido. ¿Qué hacía Matías, su viejo compañero del secundario, escribiéndole? Entonces recordó aquellos días, cuando cada mañana despertaba ansiosa para ir al colegio a verlo allí, sentado en la otra punta del aula, sin que él siquiera notara su presencia. ¡Años enamorada de él! Años adolescentes fantaseando con que un día sus miradas coincidirían, y él se daría cuenta de todo el amor que tenía para darle, la abrazaría, la besaría, y vivirían felices por siempre: “El clásico amor imposible del secundario”, rememora Clara hoy. “Él siempre estuvo de novio y ni me llevaba el apunte, aunque yo me ilusionaba y volvía locas a mis amigas hablándoles de él”.
En algún momento, en la fiesta de graduación, intercambiaron risas y palabras, ella creyó ver cierto reconocimiento, pero el instante se esfumó entre el baile, la novia y el desahogo grupal celebrando el fin de un ciclo. Jamás se volvieron a ver y, en algún momento, Clara lo olvidó: “Extraña la vida a veces, que te trae al presente personas que a uno le costó dejar atrás”.
Charlas eternas por MSN y el consejo de Rosa
“¿Te acordás de mí?”. Por supuesto se acordaba, cómo no hacerlo, ¡tanto le gustaba! “Sí, claro”, fue su acotada respuesta. “¿Qué es de tu vida?” Y así, con esa simple pregunta, las siguientes dos horas se transformaron en una conversación atrapante. A partir de ese día, Clara relegó sus lecturas y las reemplazó por eternas conversaciones en el celular. No entendía bien qué estaba pasando, pero se dejó llevar: “Era como si mis pedidos al cielo de la secundaria hubieran sido escuchados años después”, dice Clara entre risas. “Lo que no entendía y no me animaba a preguntar era por qué me había contactado si en la secundaria ni bolilla”.
“¡Clara!, ¿me escuchás? ¿Me traerías un té?” La joven preparó el de manzanilla con miel de siempre y se lo alcanzó a Rosa con una sonrisa. “No me escuchás últimamente querida, hace rato que te llamo. Te noto distraída hace tiempo. ¿Algún amor, nena? ¿Qué anda pasando?”. Clara se sonrojó, ¡qué intuitiva la señora! Y, por supuesto, su nerviosismo la delató y sintió la necesidad de pedirle perdón por no atender su trabajo como corresponde.
“¡Se murió de risa!”, revela Clara. “Me dijo que le preocupaba verme siempre de la facultad a esa casa solitaria, sin vida social, sin un amor a mi edad. Que no entendía nada de tecnología y esos sistemas extraños de comunicación, que me ponga linda y vaya a verlo”.
Clara volvió a su celular, tomó coraje, le dijo a Matías que los últimos días habían sido fantásticos con sus charlas, pero que quería saber por qué la había contactado. “Vayamos a tomar algo y te cuento”.
“Vos siempre me mirabas”
Clara temblaba como una hoja. Se puso su jean más querido, una remera negra y decidió llevar el pelo suelto. Quería estar cómoda, quería ser ella; ya bastante nerviosa estaba por reencontrarse con su amor del colegio: “Era todo muy irreal, es muy difícil de explicar”.
Se sentaron en un bar cerca de la casa de Clara, él había viajado desde Boedo a Núñez para verla. Se abrazaron nerviosos. Qué linda estás, siempre fuiste muy linda, le dijo Matías y ella seguía creyendo que soñaba. Pidieron un par de cervezas, charlaron superficialidades por media hora hasta que él la miró a los ojos y le dijo: “En el colegio me mirabas mucho, me daba cuenta. Yo estaba en otra, tenía novia, pero por algún motivo hace poco me pregunté qué hubiera pasado si nos hubiésemos conocido mejor. Vos siempre reservada, tan estudiosa, ¡y tan linda! Yo siempre de fiesta jaja. Te busqué en MSN, vi tus ojos en la foto y tuve que escribirte”.
“De más está decir que toqué el cielo con las manos. Esta historia tal vez sea sencilla, es verdad, pero tiene un final feliz. Nos pusimos de novios, tuvimos nuestros cortocircuitos en el medio, pero hace cinco años que convivimos y tenemos a nuestra pequeña hija de dos años”, cuenta Clara emocionada. “Mi historia me enseñó que las vueltas de la vida son extrañas, que nunca hay que perder las ilusiones, pero, sobre todo, que hacerle notar con la mirada al otro que le gustás, ¡ser tan obvia!, no es tan mala idea después de todo”.
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