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Ocurrió de manera imprevista cuando promediaban los días más cálidos de diciembre de 2022. Casi sin quererlo se había convertido en un gato influencer. Rescatado de cachorro junto a sus hermanos, el Primer Ministro Eduardo supo lo que era un hogar en brazos del humano que había abierto su corazón para darle una familia. Pero su vida dio un vuelco inesperado cuando falleció de forma súbita. “Fue un golpe muy duro para mí pero, sobre todo, para su compañera Margarita que estuvo casi tres semanas buscándolo”.
Las malas noticias no dieron tregua. Diez días después de ese suceso, también falleció la tutora de la gata vecina, una señora mayor con quien Gastón Sabena (29) había compartido el proceso de adaptación de sus compañeros felinos. “Su gata Chiquita quedó huérfana. Yo la conocía desde el primer día. Nunca había sido muy simpática. La Chiqui salía al patio solo en compañía de su humana. Aunque la había visto muchas veces, nunca había podido acariciarla ni nada parecido”.
“La pérdida de su hogar hizo que se volviera distante”
Mientras Gastón y su gata Margarita transitaban el duelo por la partida de Eduardo, el felino que los había acompañado los últimos años, pudieron ver cómo se vació el departamento de la vecina. Aunque la familia organizó todo para llevar a la Chiqui a un nuevo hogar, cuando llegó el momento, no hubo manera: la gata no quería irse del complejo. “Creo que la pérdida de su compañera humana y la pérdida de su hogar -sumado su carácter- hizo que se volviera muy distante. Además, ella nunca había vivido en la calle. Entonces, estar durmiendo a la intemperie la volvía más y más arisca”.
Pasaron los días. La gata se las ingenió para armarse una suerte de cueva entre unas retamas. Gastón -que es técnico en Comunicación y Turismo por la Universidad Nacional de Córdoba- no se resignó a que ese fuera su hogar permanente, de modo que se encargó personalmente de acercarse todos los días para darle de comer. Al principio, le dejaba la comida y el agua y se alejaba para que ella se acercara al plato a comer. Con el tiempo, ella permitió que él pusiera el plato en un lugar seguro y comenzó a dejarse acariciar mientras comía. “Siempre le charlaba para que notara en mi voz que estaba todo bien. Lo registraba y compartía en mis historias, y con mis seguidores nos matábamos de risa de las cosas que les decía. Ya no sabía más de qué hablarle”.
“Miraba desde afuera el que había sido su departamento”
Cuando empezó a alimentarla, la responsabilidad lo distraía de lo que lo que había pasado con su gato fallecido. Celebraba cada pequeño avance. “Hacía un circo bárbaro en mi Instagram: todos esperaban hasta la noche para ver el video tan emocionante que les prometía. Y no era más que una escena en donde la Chiqui se había dejado hacer una caricia. También era muy tierna ver la lealtad que tenía la Chiqui con su hogar. Ella miraba desde afuera el que había sido su departamento y ya viviendo otra gente, no intentaba entrar. Se quedaba mirando, desde el patio. Creo que un poco entendía lo que pasaba”.
Gastón vive en Villa Carlos Paz, en la provincia de Córdoba, en un barrio residencial, en un complejo de departamentos que tiene bastante patio. “Es un barrio lindo, y aunque estamos sobre una avenida, bastante tranquilo. En el complejo son varios departamentos y todos estaban al tanto de la situación. Todos los días al medio día ya era natural para ellos verme hablando con la gata entre las plantas”.
“¡Somos dos mujeres del espectáculo!”
Gastón y la Chiqui tenían buenos momentos de interacción. Pero él percibía que la gata todavía desconfiaba. “Yo nunca me enojaba y me reía”. Hasta que una tarde, él se agachó a ponerle una ración de paté en su platito y ella le tiró un zarpazo. “No sé de dónde surgió. De hablar tantas tonterías para reírnos con los seguidores, le dije ¿cómo te vas a poner así, che? Soy yo, el mismo que te trae comida todos los días. ¿Cómo nos vamos a pelear? ¡Somos dos mujeres del espectáculo!, haciendo referencia a alguna pelea que tuvieron Moria Casán y Silvia Süller”.
Pensó que nadie iba a entender, pero subió el video de ese momento (con el ataque de la Chiquita) y sumó la icónica escena en la que las divas argentinas comparten esa frase. El resto fue historia: los más de 28 mil seguidores de la cuenta disfrutaron el momento y entre todos llegaron a la conclusión de que la gata debía llamarse Chiqui Süller. Ya no hubo marcha atrás: su nombre mutó de Chiquita a la icónica Chiqui Süller.
Más allá de las risas, los videos y los ratos compartidos con la gata, Gastón no estaba decidido a bajar los brazos en su intención de lograr que la Chiqui Süller entrara a su casa y se quedara definitivamente allí. Desde el primer día su intención había sido adoptarla y estaba a pasos de lograrlo.
“Un día, siguiendo las recomendaciones de mis seguidores comencé a acercarle el plato hacia la puerta de mi departamento. Ya llevábamos como cuatro meses de historia. Yo ya venía planeando alguna estrategia para que quedara adentro de noche, hasta que llegaron los fríos y ya me preocupó que estuviera afuera. Una noche de junio llegué de la facultad casi a las once de la noche N. de la R.: Sabena es estudiante avanzado del Profesorado en Química), le puse comida adentro y cuando ella entró, cerré la puerta. A los diez minutos la encontré durmiendo arriba de mi cama con Margarita. Oficialmente se había mudado con nosotros”.
Desde que la Chiqui estaba en el patio, Margarita acompañaba a Gastón a darle de comer y se le tiraba encima, la buscaba para jugar. Pero la Chiqui Süller se mantenía distante. “Actualmente se da un poco esa dinámica adentro de mi casa, pero ya le estamos ablandando el corazón a la Chiqui”. El dato de color: Silvia Süller está al tanto de la existencia de la gata que lleva su apellido y está en conversación con Gastón para hacer alguna acción en conjunto.
Hay momentos en los que ambas comen a la vez del mismo plato. Pero también existen ratos en que Gastón escucha que las gatas se agarran. “Con sus altibajos, creo que es una relación que está creciendo positivamente. La Chiqui volvió a ronronear un montón y de a poco vuelve a jugar. Ahora me deja acariciarla de todas las formas, tiene su almohadón y lugar propio en el sillón y hasta se dejó poner un collar con chapita. Esto me hace pensar que los animales también tienen que vivir su duelo, como los humanos”.
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