Un consejo inesperado la llevó a transformar su vida para siempre...
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Jesi jamás olvidará la tarde en que su vida cambió para siempre. Yani, su hermana, llegó a su casa en Olavarría con una bicicleta y una sugerencia: “Subite y salí a dar unas vueltas”, le dijo. “Te va a hacer bien”.
¿Acaso no estaba bien? Durante los siguientes días, Jesi contempló su vida, una existencia estable, predecible, donde sus necesidades estaban cubiertas de la mano de un empleo, un auto y su total independencia. Algo, sin embargo, inquietaba su espíritu, dentro de ella habitaba una tensión inexplicable que aún le costaba reconocer. Pero sus días de tristeza eran evidentes, le costaba comunicarse, participar en salidas y hallar un sentido en aquella vida de rutinas y pocas emociones.
“Mis días eran de casa al trabajo siempre en auto. Llegaba de la oficina y otra vez al auto para ir hasta la escuela”, cuenta Jesi, quien hoy tiene 42, estudió Administración de Empresas y Derecho, y actualmente trabaja en el Juzgado de Faltas Municipal y da clases en una escuela pública tres veces por semana.
Una bicicleta y un cambio de perspectiva: “Me llevó a enamorarme de Olavarría”
Un día del 2015, Jesi le hizo caso a su hermana, tomó la bicicleta y pedaleó hasta el parque de su ciudad, un lugar en el mundo que poco le decía, tan solo se trataba de una comunidad corriente en la que le había tocado nacer y crecer. El paseo le resultó placentero y decidió repetirlo con mayor frecuencia. Así, las semanas pasaron y la vuelta por Olavarría comenzó a extenderse cada vez más en tiempo y espacio.
“Cada vez sumaba un kilómetro más”, cuenta Jesi.
Cierto sábado decidió ir un poco más allá. Junto a una amiga y Carla, otra de sus hermanas, preparó el equipo de mate y salió a recorrer los caminos rurales: “Me encantó”, revela. “A partir de entonces, cada sábado me subía a mi mountain bike para conocer un nuevo lugar. Las distancias siempre oscilaron entre 40 y 50 km en cada salida. Volvía maravillada con los lugares, así empezó mi amorcito por la bici, que me llevó a enamorarme de Olavarría”.
“Recorrí casi todos los lugares que forman parte del Partido de Olavarría, las primeras salidas fueron a puntos más cercanos como Sierra Chica, Loma Negra. Después sume unos kilómetros y fui hasta Hinojo, Colonia Hinojo, Sierras Bayas...”
“Recuerdo un día que fui hasta Santa Luisa, la ida con el viento sobre la cara. Al llegar nos compramos una gaseosa fresca con mucha azúcar y un súper sándwich, nos sentamos sobre un vagón abandonado a almorzar y descansar. Aún están en mi mente los lugares que pasamos en esos 82 km de ida y vuelta”, rememora.
“Los fines de semana me gusta ir hasta Cerro Largo, son 45 km en total, el camino está lleno de sierras, abundan los diferentes verdes, el cielo celeste, las bajadas a gran velocidad que generan una adrenalina en el cuerpo, la cara se ilumina y la sonrisa no puede más de felicidad”, continúa emocionada.
Una pérdida dolorosa y un mito: “Vas a llegar sudada, despeinada, y qué ropa vas a usar”
Los paisajes de Olavarría la habían rodeado toda su vida, sin embargo, Jesi recién los descubría; tramo a tramo comprendió hasta qué punto la felicidad está al alcance de la mano, simplemente no la vemos, obnubilados por metas épicas y preocupaciones tantas veces sobredimensionadas.
Los años pasaron, la pandemia llegó y, con ella, un 2021 que trajo consigo uno de los momentos más difíciles en la vida de Jesi: la muerte de su padre. Sumida en el dolor, se aferró más que nunca al viento en la cara en sus travesías de fines de semana sobre dos ruedas, pero pronto no fueron suficientes.
“La bici era la compañera de los fines de semana que me hacía bien, no dudé que sea todos los días”, explica. “Llegaba el lunes y me faltaba, ya no quería ir más en auto a trabajar, pero siempre estaba eso de que `vas a llegar sudada, despeinada, y qué ropa vas a usar´. Aun así, una mañana de noviembre del 2021 fui y me compré una plegable, desde ese momento no me bajé ni un día de la bici y fue maravilloso”.
“Olavarría está atravesada por el Arroyo Tapalqué, que tiene puentes colgantes de costa a costa. En la calle Hornos está mi puente favorito, con compuertas que generan una cascada, me encanta detenerme, cerrar los ojos y escuchar el ruido del agua. Casi todos los días me voy hasta el puente cuando salgo de trabajar y regreso a mi casa pedaleando en un estado zen”, continúa Jesi, quien el 8 de marzo de 2024 recibió una mención por el compromiso con el ambiente en el marco de la XIII Edición de Premios Dina Pontoni y Florentina Gómez Miranda, organizado por el Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Olavarría: “Me formo continuamente en temas relacionados con la bicicleta, sustentabilidad y el ambiente. Durante estos meses realicé cursos en instituciones nacionales e internacionales relacionados al tema”.
“Cada vez que viajo a otro lugar, siempre que puedo y tengo tiempo alquilo una bici. Arriba de los pedales conocí pequeños rincones en Dunamar, Claromecó, Boca de Sierras, Pablo Acosta, Mar del Plata y mi villa preferida, Villa Ventana”.
“Elijo cada fin de semana pedalear por lugares del partido de Olavarría. Me encanta preparar el equipo de mate y recorrer los caminos rurales, siempre encuentro un nuevo rincón para descansar unos minutos. Durante los últimos meses visité algunas ciudades cercanas y llevé mi bici para recorrerlas”.
Una turista en su ciudad y un sinfín de aprendizaje de vida: “Me encontré conmigo misma, con lo simple, con lo pequeño”
Antes del 2015, la vida de Jesi parecía fluir por el camino correcto y, aun así, algo en el día a día se sentía desencajado. Para ella, la solución a la tristeza no radicó en cambiar de carrera, lugar de residencia o trabajo, sino de observar el mundo que la rodea desde otra perspectiva. Una bicicleta y sus ganas de ver más allá transformaron su vida por completo, algo que hoy recomienda a todos.
Y en el camino, sus días empezaron a ampliarse, se sube a su bicicleta a las 6:45 de la mañana y hay veces que llega en ella a las 22:20, cuando vuelve de dar clases. En ella va a la oficina, a la escuela, a comprar alimento para Londres -su perra-, a la verdulería, a la panadería, visita a sus hermanos y más.
La Jesi retraída también quedó en el pasado. Hoy, sus relaciones sociales florecieron y comenzó a formar parte de una tribu que le regaló mucho más que nuevas amistades, también le trajo el amor: “Conocí a mi compañero de vida andando en bici. Con él ahora comparto los caminos rurales y tardecitas en la ciudad. También planificamos nuestras próximas vacaciones en bici”.
“Con mi plegable me siento turista en mi ciudad, cada día encuentro pequeños rincones que antes no veía. Me gusta elegir la bici como mi medio de transporte, la siento ágil, ligera, segura y me siento iluminada y enamorada. Apuesto cada día a la sustentabilidad del tránsito urbano, veo en eso una mejor calidad de vida, sana y saludable. Es un medio de transporte económico, ecológico y sustentable. Círculo siempre con casco y respeto las normas de tránsito”, manifiesta.
“¡Y contagié a mucha gente! Lo mejor que me pasa es ver a mis compañeras de oficina llegar cada mañana arriba de las dos ruedas. Primero se sumó Vero, después Sofia y Luján. Cuando llegaron los días lindos de diciembre del año pasado, apareció Karina en una bicicleta clásica color naranja con frenos de varilla del año 40, que era de su papá. Una bici con más de 70 años volvió a rodar por las calles de la ciudad y sin querer, durante el verano, ¡el bicicletero del trabajo se llenó cada día de bicicletas!”
“Arriba de los pedales me encontré conmigo misma, con lo simple, con lo pequeño. Voy a la velocidad necesaria para mantener el equilibrio, activar mis sentidos y sonreír. La bici me enseñó que necesitamos pocas cosas materiales, tengo una riñonera que llevo un inflador, una capa de lluvia, unos broches. En bici el clima no es una excusa, cada día es diferente. Qué feliz que soy arriba de la bici. La vivencia es intransferible. Y hoy estoy enamorada de Olavarría, me gusta cuidarla y quererla. Me encanta sumar este granito de arena para tener una ciudad más sustentable”, concluye.
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