Viajemos a Salta, año 2003 y en la librería de la esquina de la calle Cornejo y San Martín dos desconocidos: Ángeles, 24 años, morocha, "éste jamás se va a fijar en mí", pensaba de Martín, 35 años, rubio y "de ojos color tiempo, porque se le cambiaban de color" recuerda ella con lágrimas de emoción.
Él se acercó y le dijo que también le encantaba leer, y así empezó el principio de una charla que se extendió hasta la plaza principal y de ahí a tomar un helado.
Por ese entonces no tenían celular y acordaban el día y horario de la siguiente cita cada vez que se veían o con mensajes en papeles por medio de un amigo del trabajo de Martín.
Fueron seis meses de paseos por la plaza, salidas a cenar y noches de hotel. Pero su historia tenía fecha de vencimiento: Martín era gendarme de Santa Fe y, a pesar de que dilató lo más que pudo su regreso, llegó el día de volver a casa, pero no sin antes prometer que volvería para buscar a Ángeles. Con el corazón destrozado Ángeles iba a la cabina telefónica que estaba en la esquina de su casa y esperaba su llamado que a veces llegaba y otras tantas veces no.
Una carta en cada cumpleaños
El sueño del amor eterno y las promesas de pasajes para ir a Santa Fe estaban presentes en cada carta y llamado, pero luego Martín desaparecía y reaparecía a los meses con las mismas palabras.
Pero había algo que nunca faltaba: la carta en el día del cumpleaños de Ángeles.
A la par que la historia de ellos avanzaba, la tecnología jugaba a su favor. Acordaron verse por la cámara del chat, "después de tanto tiempo volví a ver sus ojos hermosos que me encantaban, y lloramos los dos" recuerda Ángeles lo que sintió al ver otra vez el rostro del hombre que se llevó su corazón. Le contó que tenía plata como para ir a Santa Fe a verlo; Martín desapareció de nuevo.
Entre falsas promesas y desapariciones Ángeles empezó a sospechar lo que tanto se temía y que el propio Martín le confesó: tenía una familia, estaba casado, tenía cuatro hijos y el más chico había nacido el mismo día del cumpleaños de ella. "Me pidió perdón por no habérmelo confesado antes, pero él no quería perderme. Me dijo que me amaba con todo su corazón como nunca había amado. Y en sus cartas solía decirme lo mismo, que viaje para allá, que me pagaba una habitación para que viva y me conseguía un trabajo si quería pero que no me iba a hacer falta, que él me daba todo. Pero no quise porque me criaron de una manera muy especial valorando a la familia por sobre todo, no podía hacer eso, era ir en contra de todos mis principios y la sola idea de destruir una familia no me gustaba", explica Ángeles.
Una carta inesperada.
Desde aquel 2003 en Salta no se volvieron a ver personalmente. Atrás quedaron los planes de viajar al saber de la familia de Martín.
Sin embargo, siguieron los mensajes, la necesidad de tener noticias uno acerca del otro seguía intacta.
En el cumpleaños de Ángeles del año 2009 el saludo faltó pero la carta llegó un tiempo después con un remitente diferente: quien la escribía era la mujer de Martín. Allí le contaba que en el festejo del cumpleaños de su hijo menor, sin que nadie entendiera el motivo, Martín salió porque tenía algo urgente que hacer y chocó con el auto. Estuvo grave y solo repetía el nombre "Ángeles" hasta que falleció. Su mujer, al ordenar sus pertenencias encontró varias cartas que había escrito y nunca enviado donde le decía a Ángeles que era el amor de su vida y que aún después de muerto la seguiría amando. Ángeles nunca más supo nada de ella y nunca pudo encontrarse con esas cartas. En cuanto a él, desde hacía tiempo había aceptado que ya no se volverían a ver.
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