Martina Serra aterrizó en Sydney y esa misma noche conoció a Borja, quien atendía en un bar de la ciudad australiana, al que casualmente entró. Español, de Galicia, la cautivó con su acento y su carisma al instante. A los tres días se fueron a vivir juntos.
"Todo fue muy rápido, con una intensidad y pasión que hoy en día me resulta imposible explicar", cuenta la joven argentina. "Vivimos un mes que tuvo de todo. A los pocos días de convivencia ya parecíamos una pareja consumada. Cenas en lugares preciosos, salidas, viajes a distintos puntos del Estado de New South Wales, días de playa, programas con amigos y mil cosas más nos encontraron viviendo una vida como si nos hubiésemos conocido hace años".
En una de aquellas mañanas mágicas, Martina despertó con la seguridad de que no se trataba de un amor de verano, era mucho más.
Una partida y una promesa
El indeseado día de la partida llegó tan inevitable como las palabras que ya venían resonando días atrás: "Yo voy a ir por ti, y vamos a llevar más lejos todo esto que construimos en tan poco tiempo", lanzó Borja con una confianza tranquilizadora para un corazón enamorado como el de Martina.
"Decidimos que inicialmente nos íbamos a instalar en Buenos Aires, ya que yo tenía mi trabajo, mi departamento y más compromisos que me ataban a mi ciudad. Él, aventurero por naturaleza, me propuso que probásemos juntos en Argentina: yo tenía mucho más para perder si dejaba todo", continúa la joven con una sonrisa.
En su interior, Martina supo desde el principio que era él. Sentía una seguridad extraña en sus palabras, que había demostrado con acciones en todo momento: "Es inexplicable el funcionamiento del amor", reflexiona pensativa. "Estructurada y desconfiada por naturaleza, extrañamente no dudé en esperarlo y en confiar en que iba a venir por mí. Nunca sentí por nadie lo que sentí por él, sabía que era totalmente diferente a lo que había vivido".
Tachar los días: de la alegría extrema a la desilusión
Martina dejó Australia con muchas dudas acerca de cómo manejarían la distancia y las 13 horas de diferencia horaria que los separarían. Habían decidido que el primero de mayo podría ser una fecha adecuada para el reencuentro, y con aquella expectativa, los días fluyeron sin que sintieran las horas y los dos continentes que los distanciaban.
"No sabemos cómo, pero febrero pasó volando, y una noche me llegó el mensaje que tanto esperaba: `tengo pasaje, llego el 1/5 a Buenos Aires´. Sentí una alegría mezclada con mucha adrenalina y amor. Cada día era `un día menos´. A medida que nos fuimos conociendo, nos fuimos gustando más. Lejos de desgastarse por la distancia, nuestro vínculo fue creciendo a pasos agigantados", asegura Martina sonriente.
Hasta que llegó el Covid. Con las fronteras cerradas y todos los vuelos cancelados, para Martina y Borja comenzó el mayor desafío de todos.
Luchar por el amor con nuevos mejores amigos
El primer acto de amor por parte de Borja fue la decisión de extender su visa para quedarse en Sydney y no irse a España. "Por cómo están las cosas en España, tengo miedo de que, si regreso ahora, no pueda entrar en Argentina vaya uno a saber hasta cuándo", le manifestó a Martina. Decidió seguir lejos de su familia con la esperanza de poder tener más fácil el ingreso a Buenos Aires.
Así comenzó la travesía de alimentar el vínculo y cuidarse sin ninguna precisión sobre cuándo podrían volver a verse: "Los planes siguieron igual, radicarnos juntos en Buenos Aires hasta que la vida sola nos indique a donde debíamos ir. El 25 de abril el gobierno prohibió todos los vuelos comerciales, pero nada de eso impidió que siguiésemos más unidos que nunca".
El zoom, los regalos a distancia, Uber Eats y el celular se convirtieron en los mejores amigos de la pareja. Sin dejar menguar su amor, inventaron toda clase de maneras de mantenerse cerca y compartir todo lo posible a pesar de las limitaciones típicas: "Borja movió cielo y tierra para sorprenderme todos los días con algo distinto y darme seguridad. Yo por mi parte tuve la posibilidad de estar muy presente en todo momento, planeando su fiesta de cumpleaños sorpresa, y acompañando en todos los acontecimientos que hubo. Ambos dos luchando hasta el día de hoy para estar juntos", expresa Martina profundamente conmovida.
Lo que la pandemia destruye y a lo que no quieren renunciar
Poco tiempo les demoró a Martina y Borja descubrir que estaban profundamente enamorados y que anhelaban construir una vida juntos. Una eternidad es la que sienten hoy que les pesa hasta el reencuentro soñado.
Y, así como emergieron innumerables planes impensados y creativos, otros tantos quedaron cancelados: entradas para el Cirque du Soleil, una cena sorpresa para festejar el cumpleaños de Martina en un restaurante icónico, un fin de semana en Cardales, un viaje por el interior del país y mucho más. Todo postergado por la pandemia: "La única postergación a la que ninguno de los dos quiere renunciar es al reencuentro. No nos importa el dinero que perdimos, ni los pasajes cancelados, ni las horas de poco sueño, solo queremos estar juntos", se emociona la joven.
"La pandemia no sólo se lleva vidas, sino que destruye todo a su paso, como relaciones, esperanza y serenidad mental. A nosotros dos la pandemia nos hizo más fuertes, aunque con dolor enfrentamos día a día la incertidumbre de no saber cuándo nos volveremos a ver. Espero que el destino siga sonriéndonos hasta el momento del reencuentro. Realmente espero que en algún momento las fronteras abran, y si no abren, que se contemplen casos como el de nosotros, que lo único que queremos es vivir juntos en Argentina", concluye.
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