A pocos días de retirarse, el CEO de Apple falleció. El mundo tech echa luz sobre su legado para las nuevas generaciones de líderes. Todos quieren ser Jobs, pero su fórmula fue tan extraña como la de los grandes genios.
Vestido con una toga y levemente encandilado por el sol, en junio de 2005 Steve Jobs habló públicamente ante graduados de la Universidad de Stanford. Muchos se refirieron a su discurso como el más motivador de la historia. Habría que haber estado en las filas de Alejandro Magno o en la de los ejércitos romanos, cuyos soldados anónimos daban la vida para la gloria de sus generales, para comprobar si la afirmación es justa; pero al terminar de oír y ver el discurso de Jobs, que está disponible en YouTube, a cualquier ser sensible le queda el registro de que no hay otra cosa para hacer que lo que el fundador de Apple le pide a ese grupo de graduados en el cierre de su arenga pacífica: "Sigan hambrientos", les dice. "Sigan alocados". El discurso dura 14 minutos con 34 segundos. Si pudiéramos compactar el legado de Steve Jobs para que las generaciones del futuro entiendan cómo un solo hombre cambió la ventana temporal del mundo que le tocó vivir de manera premeditada, y como parte de un plan, bastaría con conservar el video del discurso de la Universidad de Stanford.
Cuando las iPad y los iPod y las Mac se marchiten en obsolescencia por la telepatía y la teletransportación que soñamos para el futuro, cuando nuestros descendientes se rían por lo pretenciosos que éramos, porque cargábamos en los bolsillos dispositivos que reemplazaban habilidades inexploradas de nuestro cerebro, todavía quedará vigente, como reflejo y tributo a la humanidad, el momento en el que un hombre se entregaba a la inmortalidad con lo más legítimo que el ser humano tiene para darle a otro ser humano, por encima de sus ideas y sus innovaciones y sus sueños: su verdad. Ese discurso tiene, en la revelación de un hombre que dice la verdad, la virtud de no dejarse encandilar por el mito e ir por la búsqueda de la propia superación. Por eso ha sido y es una fuente de inspiración para miles de emprendedores geeks de todo el mundo que con cada startup, con cada idea puesta en marcha, buscan para sí lo mismo que logró Jobs: inventar el mundo; no cambiarlo, sino crear uno nuevo, para millones de personas, o para unas pocas, pero por sobre todo para sí mismos. El mejor ejemplo de cómo innovar se volvió una estrategia de salvación personal y lo pone Jobs en el discurso de Stanford. "Durante los últimos 33 años –dice–, me he mirado cada mañana en el espejo y me he preguntado: ‘¿Si hoy fuese el último día de mi vida, querría hacer lo que voy a hacer hoy?’. Y si la respuesta era no durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo."
Ahora que dejó Apple y se retira para terminar de sanar el cuerpo que lo viene desgastando desde hace años, o para vencerse ante él, el mundo se pregunta quién será el próximo Steve Jobs. En los papeles, el sucesor en la estructura interna de Apple es Tim Cook, su mano derecha y quien ha estado otras veces al frente de la compañía en los períodos en los que Jobs sufría problemas de salud. Pero hasta en eso, y en el video, queda demostrado, aunque todo el sentido casi religioso que le imprimió a Apple va en ese mismo sentido, que Jobs se ha preocupado por marcar un camino para otros, ya sean empresarios o usuarios. Todos los emprendedores 2.0 de la Argentina admiran la obra de este californiano de 56 años. Se inspiran en su trabajo y hacen suyas sus enseñanzas, aplicándolas en los startups y en la formación de sus equipos de trabajo. Todos quieren ser Steve Jobs.
Es difícil bucear en su historia personal sin caer en el relato místico que Jobs construyó alrededor de sí mismo, y encontrar en su pasado alguna clave real que permita entender las razones de sus habilidades. Hijo adoptivo en un hogar de padres obreros –su papá era maquinista ferroviario; su madre, ama de casa–, en 1961, cuando Steve tenía 6 años, se mudó junto con su familia de San Francisco a Mountain View, una ciudad al sur de Palo Alto (California) que por entonces comenzaba a concentrar la incipiente industria electrónica.
Allí se uniría, aún adolescente, al Hewlett Packard Explorer Club, donde conocería la primera computadora y donde conocería también a Steve Wozniak, con quien en 1976 fundaría Apple.
En esos mismos años,
estaban creando Microsoft. En
una película dirigida por Martin Burke a fines de los años 90, que relata el nacimiento de ambas compañías y las lealtades y traiciones que Jobs y Gates pagaron para ser quienes terminaron siendo, hay un retrato del clima que se vivía en los Estados Unidos en los años 70 y 80 alrededor del negocio de la informática: miles de pequeños genios fabricando computadoras y sistemas operativos
en garages de casas suburbanas.
El mundo occidental le debe mucho
a la cultura garage estadounidense,
en la que desde los 60, y hasta entrado el 2000, nacerían bandas como Iggy Pop & The Stooges, Black Rebel Motorcycle Club, The Strokes y The White Stripes.
Pero volvamos a la tecnología: de esos emprendimientos caseros nacerían proyectos que amenazarían el poderío de las gigantes IBM, HP o Xerox, empresas de tecnología con poder económico pero sin creatividad, que funcionaban con la burocracia de la industria tradicional, destacándose un grupo más pequeño de jóvenes visionarios, ambiciosos, desleales y tiranos –Steve Jobs, Bill Gates, Paul Allen, Steve Ballmer– que aprovecharon la ingenuidad de unos y otros para montar sus factorías. El film muestra a los fundadores de Apple y Microsoft como saqueadores (de ahí el nombre del film) de los proyectos de sus colegas. Cuenta cómo Jobs le robó la interfaz y la tecnología del mouse a Xerox, muestra a Gates vendiéndole humo a IBM, prometiéndole un sistema operativo que no tenía ni había desarrollado aún, a un Jobs maniqueo y maltratador con sus empelados y a Gates, finalmente, robándole a Apple el código de su sistema operativo para crear Windows.
Claro que es una visión parcial, pero sí había un país y una época en la que un chico de clase media, sin educación universitaria y con una autoestima desbordada, podía transformarse en Steve Jobs. Ese era los Estados Unidos en los 70. "En otro país –dice Julián Gallo, consultor de medios interactivos–, Jobs no sería Jobs. No hay otro país que genere las condiciones que genera los Estados Unidos para los innovadores." Por eso es tan difícil repetir el personaje, recrear la historia y obtener un Steve Jobs entre los miles de proyectos de tecnología que nacen en la Argentina todos los años: primero hay que crear las condiciones. "La clave es el entorno creativo que rodea al talentoso. El desafío es formar a los Jobs, identificarlos y generar las condiciones para que se desarrollen. Si existen Jobs, (el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, por caso) tipos que no cambiaron el mundo, sino que lo están inventando, es porque tuvieron las condiciones ambientales para hacerlo". Por eso, dice Julián, el entorno creativo tiene que ser tanto académico como financiero y, sobre todo, debe ser producto de una madurez natural de ese ecosistema.
Visitemos, entonces, un ecosistema. estamos con Alec Oxenford, CEO de OLX.com y fundador de deremate.com, en una tarde ventosa de septiembre, en el microcine de su casa de fin de semana en Pilar. Lo escuchan cerca cien emprendedores 2.0, representantes de fondos de inversión, venture capitals y tutores convocados por Ariel Arrieta, fundador de la incubadora de proyectos de internet NextExperienceLabs. El fantasma de Jobs sobrevuela el encuentro: la primera publicidad de Apple abre la reunión. El video calienta las cabezas de los pibes, pero Oxenford, que conoce el hambre de trascendencia de estos jóvenes por haber estado ahí, modera las expectativas. "Cuidado con creerse Steve Jobs –les dice–. Jobs crea industrias." Y tiene razón. En menos de treinta años, Steve Jobs reconstruyó cuatro industrias innovadoras en sus contenidos pero hasta entonces conservadoras en sus modos de producción y comercialización: informática, música, cine y telecomunicaciones. A la primera le fijó el estándar de las computadoras personales con la Macintosh y, con sus modelos sucesivos, el culto al objeto. Cuando en 1985 dejó Apple despedido por John Sculley, un ex ejecutivo de Pepsi que él mismo había contratado para codirigir la compañía, fundó NeXT, una empresa de computadoras que desarrolló el sistema operativo OS X que hoy es el corazón de los equipos móviles Apple (conocido como iOS). Al mismo tiempo que creaba NeXT, compró una empresa de animación por computación a la que llamó Pixar, que sería uno de los estudios de cine más exitosos de todos los tiempos, que cambió para siempre el mundo de la animación.
En 1997, Apple compró NeXT, y Jobs volvió a asumir como presidente ejecutivo de la empresa que él mismo había fundado.
Desde entonces, lanzó el reproductor de música
y luego el servicio de contenido digital
que obligó a la industria de la música a reconvertir su modelo de negocio; luego, el
que modificó las funcionalidades que los usuarios de telefonía móvil exigen de sus equipos; y más recientemente, el
un producto que creó una nueva categoría en dispositivos móviles.
Sin embargo, el peligro de ir por Steve Jobs no es la frustración de no lograrlo, sino de no ver que debajo de Apple, Google, Facebook o YouTube, hay miles de proyectos que alimentan y sostienen el modelo de la nueva economía. Es en ese escalón de la pirámide, dice Alec, donde hay que ir a escribir la historia. "Ellos tuvieron Harvard, Stanford, Silicon Valley; eso no lo podemos repetir. Es ridículo pensar que de la Argentina puede salir ahora un Facebook. Lo vamos a tener, pero dentro de veinte o treinta años", dice. Para que eso pase es que Ariel Arrieta armó este primer encuentro, donde pibes de no más de 25 años muestran proyectos 2.0 a un grupo de diez inversores en busca de nuevas ideas para hacer crecer. Así pasaron ComentaTV, GroovinAds, Trendsetter, Tienda Nube, Kivar, Inbed.me, i-mags, todos con ganas de hacer historia. "La única manera de salir del modelo de negocios competitivo, en el que uno gana y los demás pierden, es crear una cultura de negocios cooperativa, en la que todos aportan a los logros de todos. Eso es Silicon Valley", dice Ariel, fundador de una decena de empresas de internet y angel investor. Steve Jobs, puede ser, entonces, la suma de muchas partes con un mismo objetivo.
Veamos ahora un ecosistema muerto al nacer: quaero.org. "Lo contrario a un clima virtuoso es un plan estatal para crearlo", dice Julián Gallo, en referencia a uno de los fracasos tecnológicos más resonantes de los últimos tiempos, el buscador Quaero. El motor de búsqueda fue lanzado en 2005 por los gobiernos de Francia y Alemania para frenar el avance de Google y Yahoo! en la organización y clasificación de información, que es lo mismo que decir el avance estadounidense en tecnología. Demandaría entre mil y dos mil millones de dólares en sus primeros cinco años de desarrollo, y sería el motor de búsqueda más avanzado en localización y en traducción de video y audio sobre internet. Pero Quaero fue un completo fracaso (¿alguien buscó algo en Quaero?). Mientras Google había sido creada por un grupo de estudiantes universitarios encerrados en sus cuartos y financiado por capitales de riesgo, Quaero era un festival de subvenciones con dinero público que hubiera tenido un mejor destino si se usaba para financiar startups pequeñas y realmente innovadoras. Así como lo único que se empieza desde arriba es un pozo, para encontrar un Steve Jobs (o un Zuckerberg, o un Bill Gates) es mejor incentivarlo a intentar crearlo.
Pero Apple no sólo alienta (y condiciona) proyectos 2.0. Los usuarios –más bien fieles– de sus equipos han encontrado en la manzana herramientas de creatividad que redundó en un sentido de pertenencia. Basta con ver el trabajo de Andrés Skliarevsky , fanático y evangelizador de la marca, creador del FanMac, con su encuentro de fanáticos Apple que tuvo su primera edición en Mar del Plata y que se repetirá en Pinamar en enero y en Buenos Aires en septiembre de 2012; o hablar con Juan Manuel Abrigo, desarrollador de aplicaciones Apple y fundador de kinetik.com, una plataforma para ver y compartir apps, que no sólo ha hecho de Apple un medio de vida sino también una filosofía de negocio. "Ponerme objetivos macro, dedicarme a una cosa a la vez y darle una importancia fundamental al diseño; ésas son las enseñanzas que me llevo de Jobs", dice. Gaby Menta, consultor 2.0 y beta tester de productos Apple, aprendió de Jobs a elegir las personas que forman sus equipos: "A veces no es necesario elegir a los mejores, sino que alcanza con elegir a los que se van a hacer los mejores desde adentro, trabajando con uno".
Volvamos ahora a 2005, Universidad de Stanford. En su discurso. Jobs cuenta tres historias: su vida, su despido de Apple en 1985 y el cáncer que le habían diagnosticado meses antes. En uno de sus pasajes más emocionantes, Jobs contesta la pregunta que cualquier joven emprendedor se hace sobre su futuro: cuándo se van a ver los resultados de sus sueños. "No puedes -dice Jobs- conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tienen que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienen que confiar en algo." El punto es que todos quieren ser Steve Jobs. La mala noticia es que no lo van a lograr. La buena es que lo van a intentar.
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