¿Dónde ubicar a Steven Spielberg en el mapa del cine? Aunque todavía se lo discute, aunque aún hay quienes lo consideran solo un enorme artesano dedicado en exclusiva al entretenimiento sin ideas (una categoría inexistente en el cine, pero no vamos a empezar esa discusión otra vez aquí), también están aquellos que aplauden La lista de Schindler mientras le recriminan Jurassic Park. En fin, es complicado: Spielberg es uno de los realizadores más exitosos de la historia, y un auténtico "game changer", es decir, de aquellos tipos que cambian las reglas de juego del negocio cada tanto. En su caso, lo hizo muchas veces, y su carrera podría compararse con la de su admirado Walt Disney.
Ahora bien, digamos la verdad: aunque en las últimas dos décadas ha realizado algunas películas que están entre lo mejor de su carrera (Atrápame si puedes, Minority Report, La guerra de los mundos, Las aventuras de Tintín, Lincoln, El puente de los espías), ya no es el que rompe récords de taquilla con cada estreno, como fue entre Tiburón (1976) y E.T. (1982), claro que con la excepción de la comedia 1941, auténtico fracaso. Se puede decir que no importa porque, a esta altura, tiene los recursos para hacer lo que quiera y soportar que le vaya mal (El buen amigo gigante). Pero también que su nombre implica siempre la ansiedad por un cuento extraordinario. Realista o fantástico, pero siempre más grande que la vida (y bien contado).
Así, después del drama realista sobre un hecho real de The Post (un verdadero punto bajo en su carrera), aparece Ready Player One, una gran, enorme, superproducción de fantasía y ciencia ficción, basada en una novela juvenil de culto escrita por Ernest Cline, que reúne en sus páginas toda la cultura pop adolescente de los años 80. Es decir, los años en los que la imaginación de Spielberg era el núcleo duro de la cultura pop. La historia está ambientada en un futuro no demasiado lejano. Hay un mundo virtual, un juego llamado Oasis, que para el protagonista, un adolescente pobre que vive –como puede– en una torre de autos destartalados, es la única manera de soportar la realidad. El creador de Oasis muere, pero deja una serie de pistas, un juego dentro del juego: quien revele las claves será el nuevo dueño de Oasis, que además es el mayor sostén de la economía global. Y nuestro héroe entra, un poco por accidente y mucho por inteligencia, en la carrera hacia el premio mayor. Pero Oasis está creado con retazos de lo que fue la adolescencia de su creador, que fue un teenager en (nuestros) años 80. Así que hay que conocer películas como Juegos de guerra, jugar videogames como Joust, saber qué es un DeLorean, etcétera. El tráiler muestra personajes del cine (Freddy Krueger), de los libros infantiles (El gigante de hierro), y millones de detalles más. Esta película sobre el futuro es una inmersión voluntaria en un querido pasado.
Doble riesgo: Spielberg trabaja por segunda vez –la primera fue en Minority Report– en un mundo donde todo está bajo control y donde el poder penetra la vida de cualquiera. Pero también se trata de una revisión del tiempo del éxito, del apogeo del "game changer". Al mismo tiempo, el realizador que inventó las aventuras adolescentes (produjo, recuerden, Los Goonies, El secreto de la pirámide, Gremlins y, claro, Volver al futuro) y la mezcla de géneros y referencias (las nombradas y, central, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?) se enfrenta, paradójicamente, a un género surgido de aquel, pero con, ya, sus propias reglas: la adaptación de best sellers fantásticos juveniles. Harry Potter, Crepúsculo, Los juegos del hambre, Divergente o Maze Runner crearon reglas y lugares comunes específicos que, finalmente, han agotado el paño. ¿Qué clase de imaginación deberá poner en juego el hombre que nos hizo creer en tiburones demoníacos, extraterrestres mesiánicos y tiranosaurios heroicos para redorar blasones en una tierra de la que otros se han apropiado hasta dejarla exhausta?
En todo caso, Spielberg, desde Hook (1991), trabaja sobre el recuerdo, sobre lo que fuimos, sobre dejar atrás la rémora querida de aquello que disfrutamos para seguir adelante un poco menos felices y un poco más sabios. La espectacularidad de los adelantos del film y lo que podemos inferir de la novela permiten pensar en una reflexión veloz y desaforada. Y, a la vez, en la primera incursión de Spielberg en el otro mito contemporáneo, uno que nunca ha tocado: la suplantación de la realidad por la existencia virtual. El "mito Matrix", si quieren. Otro desafío para quien perfeccionó los efectos especiales para que todo fuera cada vez más real ante nuestros ojos. Quizás nos diga que, frente al horror de la realidad, solo importe que sigamos jugando. Para el siempre optimista Spielberg, una bella manera de darle una oportunidad al pesimismo.
El Steven que viene
En cuatro meses, Spielberg estrenó The Post y Ready Player One. No vamos a contar cuántas películas tiene en producción (son muchas, trabaja demasiado y rápido), pero como director, el hombre ya tiene anunciadas varias. Una es El secuestro de Edgardo Mortara, un drama situado en la Italia de la Unificación en el siglo XIX (territorio incógnito para el realizador); una remake de Amor sin barreras (nunca dirigió un musical); y la quinta entrega de Indiana Jones. No para de arriesgarse, lo que no deja de multiplicar el interés en su obra.
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