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Cuando finalizó el colegio secundario, decidió que era buen momento para experimentar en carne propia lo que muchos conocidos le contaban sobre la vida en la capital del país. Pero también para darle rienda suelta a una fantasía que había tenido de niño. Aterrizó en el barrio de Almagro y no demoró demasiado en conseguir un empleo de tiempo completo en una empresa dedicada a la venta de teléfonos celulares. Y así, con la energía y el optimismo de la juventud, se levantó durante varios meses cada mañana para viajar hasta el microcentro porteño y cumplir con sus obligaciones laborales.
“Pero la verdad era que odiaba la capital. Me habían criado en la naturaleza y me estaba costando horrores la gran ciudad y su dinámica siempre acelerada. La inmediatez, el marketing y la tristeza de las personas estresadas, me ayudaron a entender que esa no era la vida que yo buscaba”, recuerda Diego Mondino (39).
“Me la pasaba jugando con otros animales”
Nacido en Lobos, en la provincia de Buenos Aires, Diego creció en el campo y estuvo desde pequeño rodeado de animales, plantas frutales y muchos perros. “En el campo me la pasaba jugando con los animales. El vínculo con ellos era fuerte ya que no tenía amigos ni vecinos a menos de 5 km. Mi imaginación para entretenerme era increíble. Movernos a la ciudad una vez por semana o cada quince días a visitar a mis primos era como ir a Disney”.
Sin embargo, esa sensación de felicidad que había conocido en su infancia cuando viajaba a la ciudad, no coincidió con la que experimentó en su juventud al momento de instalarse en la capital. Abrumado por una vida gris y monótona, fue la muerte de su querido abuelo, lo que lo impulsó a regresar a Lobos y comenzar a proyectar la vida que realmente deseaba.
“Sentí que era el momento de partir”
Decidió entonces emprender su viaje a Ushuaia, un lugar que siempre había anhelado conocer. “Desde chico veía fotos y videos de Ushuaia y soñaba con vivir ahí. Ese sentimiento se fue haciendo cada vez más fuerte y durante 2018 y 2019 todos los días mis pensamientos me acercaban más y más a mi objetivo. Luego de la muerte de mi abuelo , sentí que era el momento de partir”. Dejó todo lo que conocía para vivir su sueño: amigos, familia y un trabajo estable.
Ushuaia lo abrazó como a un hijo. “Mi llegada fue alucinante. No podía creer que existiera tanta belleza. La ciudad rodeada y amurallada al norte por la Cordillera de los Andes y su bahía increíble con el Canal Beagle -además de bosques, ríos y glaciares de cumbres- me deslumbraron. Verlo en fotos me volaba la cabeza pero contemplar esos paisajes personalmente fue realmente emocionante y conmovedor. Me acuerdo que se me caían las lágrimas. Automáticamente me di cuenta de que era el lugar donde quería vivir para siempre”.
Al comienzo se alojó en la casa del tío de un amigo. Estuvo en ese lugar alrededor de un mes, hasta que consiguió alquilar su primer departamento. “El fue un poco el que me inspiró a venir a Ushuaia. Mi amigo me contaba historias de su vida y yo no lo podía creer. Era marinero y pescador artesanal de centollas. Pasaba la mayor parte del tiempo en puerto Almanza que es donde se desarrolla la pesca, frente a isla Navarino de Chile”.
“Mi bienestar estaba al aire libre”
Su primer trabajo en Ushuaia fue en un escribanía pública, como secretario. “No me gustaba el trabajo, la pasaba muy mal”. Al año, renunció y fue contratado en la escuelita de esquí de Ushuaia para diferentes tareas como atención al público y alquiler de equipos. “Ahí conocí a la mayoría de los que ahora son mis amigos y la familia que elegí para desarrollarme. Después de una temporada en la escuelita de esquí, empecé a trabajar en turismo como recepcionista en un hotel, Pero tampoco me sentía cómodo. Claramente mi bienestar estaba al aire libre”.
Comenzó a trabajar en turismo aventura como conductor de vehículos 4×4 en excursiones a los lagos Escondido y Fagnano. Se desempeñaba en forma independiente y lo contrataban diferentes agencias locales. Entusiasmado, se anotó en la carrera de guía de turismo en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego. Fueron tiempos de grandes esfuerzos. Pero de algo estaba seguro: su búsqueda estaría vinculada a las actividades cerca de la naturaleza más salvaje.
Pero fue en un viaje con amigos donde terminó de confirmar que su sensación de trabajar al aire libre no estaba equivocada. “Una mañana, mientras desayunábamos, le conté una idea que venía gestando en mi mente a uno de mis mejores amigos. Le dije que estaba decidido a darle curso: quería pasear en el bosque con perros, para explorar y compartir tiempo con esos maravillosos animales”.
- Hacelo. Te va a ir bien.
“Creo que a veces los subestimamos”
Esas simples palabras fueron realmente importantes y liberadoras para Diego. “Me explotó la cabeza. El es ingeniero industrial y jamás querría verme fracasar. De regreso en Ushuaia, comencé a darle vida a Wikam, que en el idioma de los nativos de Tierra del Fuego significa voluntad. Y es perfecto para mí porque resume todo gran cambio que he querido para mi vida”.
Dejó su trabajo en turismo y empezó a salir al bosque a hacer trekking bien acompañado. Al principio solo con dos perros. Hoy ya son 24 perros que salen con Diego en grupos de cinco en un trekking de dos horas por los bosques. “Amo la naturaleza, los bosques, los ríos, las montañas y los valles. Estar ahí con los perros no es trabajo, es un placer inmenso. Poder vivir de esto es un sueño hecho realidad”.
“Nos entendemos mucho, ni siquiera los tengo que retar. Con una mirada fuerte ya saben que están haciendo algo mal. Son criaturas muy inteligentes, creo que a veces los subestimamos. La experiencia no es para cualquiera. La mayoría de las personas prefiere estar en una oficina o en un lugar donde puedan disponer de todas las comodidades. Estar a la intemperie sobre todo en estas latitudes puede ser un desafío. En invierno se pone gélido, con temperaturas de hasta -10° y hay que abrirse camino en medio metro de nieve, entre otras dificultades. Pero, para mí, esto es mi zona de confort, estar ahí con los perros es un placer compartido. Nos encanta. Siento que vivimos una realidad paralela al resto del mundo”.
Ya van cuatro años desde que Diego comenzó su nueva vida. Ha visto pasar varias veces todas la estaciones y en cada época se deslumbra ante la inmensidad de los paisajes. “Tenemos mucho que aprender de la naturaleza. Desde apreciar el canto de un ave, a contemplar el flujo del río de donde tomamos agua directamente del glaciar, con un flujo increíble en verano y congelado en invierno al punto que caminamos encima. Si bien extraño mucho a mi familia y amigos de Lobos, sé que este cambio fue muy positivo para mí. Y ellos también lo entienden así”.
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