La banda liderada por Axl Rose se presenta hoy en River Plate. Hace tres décadas, su debut en Argentina fue marcado por el caos, fake news, intimidaciones de agrupaciones nacionalistas y un crimen familiar
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“Son unos forajidos”. Así titularon los matutinos del 7 de diciembre de 1992, citando al entonces presidente Carlos Menem, luego de que los Guns N’ Roses dieran su segundo show en el estadio de River Plate. En esa gira, la banda más grande de rock del momento hizo su debut en suelo argentino. El caos que generaron durante su paso por Buenos Aires traspasó todo tipo de límites, a tal punto que fue considerado un tema de Estado.
Según el ex mandatario, “lo lógico hubiera sido prohibirlos”. Sin embargo, reprimió sus impulsos porque entendió que la decisión hubiese generado una imagen negativa frente a la comunidad internacional. “En el mundo, con toda seguridad, hubiera servido para que nos criticaran y nos tildaran de autoritarios”, expresó Menem ante la prensa. Las declaraciones, de alguna manera, actuaban como un cumplido para aquellos que se revelaban contra el establishment.
Para esa época, principios de los 90, “los Guns” eran la banda del momento. No había adolescente que se considerara amante del rock que no tuviera una remera o un poster de la banda pegado en su cuarto. El grupo liderado por Axl Rose rompió todos los charts con su disco debut “Appetite For Destruction” (1987), seguido de “G’N’R Lies” (1989) y los dos “Use Your Illusion” (que fueron editados entre 1991 y 1992). La locura por ellos era total.
Pero no todo era amor y devoción en estas latitudes. En la previa al arribo de la banda, un diario de la época se había ocupado de esparcir el mito de que el cantante de la banda había declarado que iba a limpiar el excremento de sus botas una vez que abandonara la Argentina. Esto estaba en sintonía con otro rumor aún peor: supuestamente, el mismo frontman habría prendido fuego una bandera de nuestro país sobre el escenario durante un show que su banda brindó en París. Todo aquello se anunciaba en potencial. Y si, eran mentiras.
Chiche Gelblung, como muchos periodistas, se hizo eco de la fake news: “Axl Rose suele usar calzas con el dibujo de la bandera norteamericana y en un recital quemó una bandera argentina para demostrar que no pensaba venir a este país, que le parecía siniestro”, dijo en televisión.
No hace falta aclarar que aquellas eran épocas cuasi-prehistóricas para lo que hoy conocemos. No existía internet, ni Google, ni redes sociales, ni mucho menos el concepto de “Fake News” y estas noticias -mal infundidas- comenzaron a hacer ruido dentro del imaginario argentino. De esta manera, aquellos rumores, que tardarían años en ser desmentidos, alimentaron las redacciones de diarios, revistas y programas de TV que, en el afán de vender ejemplares o generar rating, imprimían estas fake news con letras de escándalo.
Este contexto le dio pie la Asociación Patriótica Argentina, que, alentada por el mismísimo coronel Mohamed Ali Seineldin (veterano de Malvinas, pero también líder del movimiento carapintada) desde la cárcel, amenazó a quienes concurrieran a los conciertos de la banda a través de un siniestro comunicado: “Algo terrible puede pasar en el estadio de River. Para aquellos que no hagan caso, después puede ser demasiado tarde. Han ofendido a nuestra patria y dicen que no temen a nuestros indios ni a nuestras flechas. Por eso les haremos tragar sus palabras”.
Frente a semejante aluvión de denuncias, donde se lo acusaba de “antiargentinismo”, Axl Rose salió a responder en televisión. Y fue contundente: “Ni siquiera sé quién dijo eso, pero preferiría quemarlo a él. No sé lo suficiente de Argentina como para decir una cosa tan desagradable o hablar realmente mal del país. No vengo a llevarme nada del país, simplemente vengo aquí a tocar. No vengo a escupir sobre el territorio ni a ofender absolutamente a nadie. Me gusta mucho la sensación de la gente, cómo disfrutan todos en Latinoamérica... y veo que aquí nos aprecian mucho”, expresó el cantante frente a las cámaras, luciendo la camiseta de la selección nacional, la misma con la que se lo vería sobre el escenario en sus shows de los días 5 y 6 de diciembre de 1992.
Otro que aprovechó el contacto con la prensa para desmentir las tremendas acusaciones en su contra fue el guitarrista Slash, quien durante una conferencia le hizo saber a los periodistas que le daba mucha risa ser señalados como una banda racista: “Deberían saber que yo soy hijo de afrodescendientes”, dijo.
Mientras tanto, las amenazas parecían no importarle a los fans que se agolpaban de a cientos en Posadas y Cerrito para sumarse a la vigilia cuasi-religiosa que se formó de manera espontánea en la puerta del Hotel Hyatt. La banda, que había copado el piso 11, de tanto en tanto les regalaba alguna breve aparición en la ventana. Curiosamente, fue allí y no en Núñez donde se generaron enfrentamientos, pequeñas bataholas y también algunas corridas. El momento de mayor tensión sucedió cuando llegaron al lugar agrupaciones ultranacionalistas, acompañados de ex combatientes de Malvinas, para confrontar con los adolescentes, en su mayoría chicas.
Como en un vaudeville, una comedia “de puertas” donde los personajes entran y salen de escena con precisión de relojero, apareció Monseñor Antonio Quarracino, entonces arzobispo de Buenos Aires, para echar más leña al fuego. Opinó sobre los Guns N’ Roses y sus fans: “Necesitan un tratamiento psicológico muy serio y profundo. Me dejó una sensación muy amarga el espectáculo del día anterior a la presentación del grupo, ocurrido en el hotel donde se alojaban sus integrantes. Esa no es la juventud argentina, sino una parte, pero es lamentable que esa parte haya dado ese espectáculo”.
Doble tragedia en Temperley
Mientras todo este alboroto sucedía, una joven fan de tan solo 16 años, Cynthia Tallarico, fue entrevistada por la televisión: “Para mí los Guns and Roses son lo más importante, son mi vida”, expresaba con tono inocente desde el móvil ubicado en la puerta del hotel Hyatt, donde ella se encontraba haciendo guardia con la ilusión de cruzarse a sus ídolos en la previa del espectáculo.
Cynthia había llegado a un arreglo con su padre, quien le había comprado la entrada para el primer show en el Monumental con la condición de que no iría a esperar a sus ídolos en la puerta del Hyatt. Aún así, la joven rompió aquel pacto y se escapó del colegio para sumarse a los cientos de fans que se agolpaban en la esquina de Cerrito y Posadas.
Al verla en el noticiero, el padre le comunicó que no la dejaría ir al recital, y, tras una fuerte discusión, la joven tomó un revólver que había en la casa, se encerró en su habitación y se quitó la vida. Luego de encontrarla muerta, su padre también se suicidó.
Los 50 mil espectadores que se encontraban en Nuñez aguardando por la banda no se enteraron de esta tragedia hasta el día siguiente. “En el recital la buscamos, salimos al campo y nos dijimos ‘¿Dónde andará Cyn?’. Recién cuando llegamos a nuestras casas nos enteramos de lo que había pasado” relató una de sus amigas en un programa especial, años más tarde.
Redada policial en el Hyatt
Siete meses pasarían para que , tras el éxito de los dos shows en diciembre de 1992, los Guns And Roses volvieran a la Argentina, nuevamente de la mano del productor Daniel Grinbank. Como era de esperar, en esta ocasión tampoco podía faltar el escándalo.
El viernes 16 de julio de 1993, poco después de las 17 horas, mientras la banda se preparaba para una nueva presentación en el estadio de River Plate, un joven fiscal llamado Norberto Oyarbide irrumpió en el hotel Hyatt acompañado por 30 efectivos de la Policía Federal pertenecientes a la División Drogas Peligrosas. Llegaron en dos carros de asalto y cuatro patrulleros.
¿Cuál era el objetivo de semejante operativo? Aparentemente, un agente de inteligencia había presentado una denuncia donde acusaba a la banda por “tenencia de estupefacientes, exhibiciones obscenas e incitación a la violencia”. Además aseguraba tener información sobre la presunta existencia de 50 gramos de cocaína en una de las habitaciones. Todo esto con una única prueba: una foto de Slash mostrando sus partes íntimas.
Los argumentos con los que el juez Nerio Bonifati instruyó el allanamiento se basaban en que el desnudo del guitarrista afectaba “el bien jurídico de la honestidad, en especial el pudor de la juventud”.
“Nos quisieron hacer una cama y les salió mal”, lanzaba Grinbank en una conferencia de prensa improvisada. Es que, en definitiva, el resultado que arrojó el operativo fue un fiasco. Lo único que pudieron secuestrar de los pisos 11 y 12 del hotel fue tan solo una bolsa con vitaminas.
Por su parte, Axl Rose aprovechaba para dar su opinión a su manera: “Todo esto me parece un chiste. Me encanta venir a la Argentina. Estoy bien, pero me preocupan los fans y lo que ocurra en el show. También me importa lo que tenga que ver con la libertad” remató el líder tras el allanamiento.
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