Silvia Petri, hija de Oscar Anderle, coautor y manager de Roberto Sánchez, comparte los recuerdos de su vida junto a dos artistas populares
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Heredó uno de los tesoros musicales más preciados de una generación de mujeres (y hombres) argentinas: las canciones de Sandro. Es que Silvia Petri tiene parte de los derechos de autor de letras memorables como Rosa... Rosa, un tema que si bien nunca fue uno de los preferidos del Elvis argentino, fue uno de sus hits y por el que siempre será recordado. Sucede que Roberto Sánchez compuso esa letra junto con su mejor amigo, coautor en la mayoría de sus composiciones, y representante: Oscar Anderle. Y Silvia, es su hija. Lleva 37 años volando como azafata en una de las grandes compañías aéreas estadounidenses y a sus 60 apuesta a la actuación, pasión que descubrió de la mano de Fernando Peña, otra de nuestras grandes figuras del mundo del espectáculo que ya no está.
“No tenían contrato, todo se basaba en la palabra”
-¿Cuándo conociste a Sandro?
-Roberto está en mi familia desde que tengo uso de razón. Solía ir muy seguido a mi casa, frente al parque Chacabuco. Lo recuerdo junto a mi papá, componiendo. Roberto con la guitarra, cantando, y papá su lado, siempre con un grabador. Después iban al estudio, no sé cómo se manejaban para componer, pero siempre eran ellos dos, una guitarra y un grabador de mano.
-¿Cómo era tu trato con él?
-Roberto era muy cariñoso y cada vez que venía a casa era una fiesta. Se quedaba horas. Me acuerdo mucho de cuando era chica, cuando íbamos a su casa de Lanús, me acuerdo mucho de su papá... (lagrimea)
-Te emocionaste.
-Sí, no sé si es porque tengo 60 y estoy más sensible, pero enseguida me brota la nostalgia. Recuerdo a Don Vicente y a Doña Nina, los padres de Roberto. Vicente nos llevaba caminando de la mano a conocer todas las casitas que había en el barrio de Lanús. Son flashes de mi más tierna infancia.
-Vos no lo llamás Sandro.
-No, para nosotros siempre fue Roberto. Fue amigo de mi papá por más de 25 años. Antes de morir, Don Vicente le dijo a mi papá: ‘¡Cuídamelo!’. Y así lo hizo, lo trató como a un amigo pero también como a un hijo. Ellos no tenía contratos, todo lo que hacían juntos se basaba en la palabra. Todo era de buena fe, basado la confianza que uno tenía en el otro.
-¿Se llevaban bien?
-Discutían muy poco. Algunas veces, en su relación manager-artista, mi papá decía una cosa y Roberto otra. Todo se fue acomodando a medida que pasaron los años y los éxitos. ¿Sabés que fueron al Madison Square Garden y Roberto dio el primer recital en transmitirse vía satélite? La conducción fue de Cacho Fontana. Me acuerdo que un día estábamos en la casa de Caballito, ya no en Parque Chacabuco, y Roberto había venido a comer. Estaban discutiendo sobre la tapa de... no me acuerdo bien si era un disco o una revista... Roberto quería salir con el pelo largo y mi papá se negaba. La discusión fue escalando y Roberto se fue de casa enojadísimo. Mi papá quedó enojadísimo también.
-¿Discutieron delante de ustedes?
-Sí, porque Roberto era de la familia. Éramos muy unidos. Presencié muchísimos buenos momentos de ellos, pero también estuve en alguna de estas discusiones. Lo importante es que siempre llegaban a un acuerdo.
-¿Cómo era tu relación con Sandro?
-Recontra cercana. Una vez fuimos a su casa, él cumplía años. Yo, que tenía alrededor de 14 años, le llevé una torta con unos leoncitos. Él tenía puesta una pulserita de oro, como si fuese una esclava. Yo le dije: ‘¡Ay, Roberto, qué linda pulserita!’. Y él se la sacó y me la dio. ¿Sabés que la perdí? Esas cosas que pasan con la vida y las mudanzas... Recuerdo que otra vez me mandó una cartera muy linda que usó María del Carmen Valenzuela en una película. Siempre venía a nuestra quinta, hacíamos asados, nos metíamos en la pileta, jugábamos con él en la pileta como locos. Fue una relación muy linda, de familia. Ojo, también le conocí varias esposas...
-Las mujeres de Sandro, todo un tema. ¿Cuáles recordás?
-Su primer amor fue Julia Visciani que, en la serie Sandro de América, es interpretada por Isabel Macedo. Yo la conocí, era una señora que estaba casada cuando se enamoraron perdidamente. Ella lo seguía. No sé cómo empezaron la relación, pero estuvieron como 12 años juntos. Roberto estaba muy enamorado de Julia y él era un tipo que cuando estaba con una mujer era sumamente fiel. Estaba a pleno con ella. Después se separó de Julia y se enamoró de María Elena Albornoz, que tenía tres hijos. Vivieron muchísimos años juntos y fueron muy felices. Yo iba a los cumpleaños de los hijos de María Elena, que festejaban en la mansión, la casa de Roberto en Banfield. Íbamos mucho a Banfield, compartimos largas charlas en la cocina, cumpleaños, comidas, él tocando el piano, muchas cosas... Después se casó con Olga, no sé si para dejarle la herencia o por tanto que la quería... Otro de sus grandes amores fue Tita Rouss, que es mi amiga: con ella tuvo un romance corto pero de película.
-¿Qué aprendiste junto a un artista gigante como Sandro?
-El mejor aprendizaje que me dejó es que hay que luchar con pasión por lo que uno ama. A Roberto le costó mucho triunfar, no lo logró sin esfuerzo. Yo siempre lo vi trabajando y dedicado, igual que mi padre, haciendo lo que amaba. Con mucha tenacidad, para adelante, con la premisa de que no hay que abandonar. Aprendí que la pasión es el motor para cualquier cosa que uno quiera hacer.
-Habiendo crecido en un ambiente tan musical, ¿cómo no te dio por ese lado?
-Yo tomé clases de canto con Marisa Mere, Hernán Kutell y el año pasado con Sabrina Lara, pero nunca fue mi sueño cantar. Yo quería ser azafata. De chica viajaba a Europa en primera clase y veía a las azafatas que eran muy glamorosas... yo pensaba que ser azafata era eso, todo glamour. ¡No pensé que iba a tener que trabajar tanto!
-Era la época de las azafatas rigurosamente altas, preferentemente sexys, estereotipadas.
-En esa época te pesaban, te medían... tenías mil entrevistas. A mí me costó un montón empezar a volar. Tuve tres entrevistas para Aerolíneas Argentinas. Como no quedé, empecé a estudiar profesorado de inglés. Un día, un compañero me dijo: ‘Petri, mirá esto que dice acá. Eastern Airlines solicita tripulantes de cabina’. Yo mandé la carta a la casilla de correo, sin mucha expectativa, y me convocaron para una entrevista. Muchas hablaban tan bien en inglés y estaban tan espectaculares, que yo pensé ‘a mí no me van a llamar nunca’. Pero el día después de la entrevista sonó el teléfono en casa y me dijeron que había sido elegida. Éramos como 1500 candidatas y quedamos 20. Así entré volar y así conocí a Fernando Peña.
-Otro gran artista en tu vida...
-Enorme. Empezamos un curso de capacitación en las oficinas de Eastern, en Miami, y nos hicimos recontra amigos. Nos volvimos como hermanos. Volamos cuatro o cinco años juntos, en el libro “Gracias por volar conmigo” lo cuenta.
-¿Cómo siguió tu amistad con Fernando Peña cuando él se bajó de los aviones y se volvió famoso?
-Cuando volábamos, hacíamos todo juntos: comer, dormir, ver películas. Después yo tuve mis hijos, tomé mis licencias, y Fernando se fue de la aerolínea. Pero nos hicimos hermanos. Uno tiene la familia que le toca y tiene la familia que uno elige. Con Fernando nos elegimos. Mirá el libro de fotos que le hice para su cumpleaños. Pedí que me lo devolvieran cuando él murió... Acá, en esta foto, está con Roberto. Yo llevé a Fernando Peña a ver as Sandro al Gran Rex. Se encontraron antes del show, en el camarín. Roberto fue muy cariñoso con Fernando, le habló de su papá, al que conocía porque era un periodista deportivo pero una vez lo había entrevistado a él. Le dijo que le había hecho la mejor entrevista de su vida.
-Estuviste mucho en la trastienda del espectáculo, ¿creés que eso influyó en tu presente de actriz?
-Sí. La actuación llegó en un momento en el que buscaba algo más allá del trabajo y los hijos. Me había divorciado, me puse a estudiar counseling... y me empezó a picar el bichito del teatro. Un día, hablando con Fernando, le conté que tenía ganas de actuar y me dijo que me esperaba esa noche en el teatro Liceo, donde hacía ”La burlona tragedia del corpiño”, que me iba a poner en el escenario.
-Un debut apresurado, casi un desafío de Fernando Peña.
-Me dijo: “Nena, te espero mañana en el Liceo, vas a hacer de mi hermana muerta”. Y así fue. Tenía que interpretar al espíritu de la hermana de Cristina Megahertz, su personaje. Antes de salir a escena, me explicó: “Escuchame, vos me amás, vos sos mi hermana, no tenés que mentir, tenés que subirte al escenario a decir la verdad... tenés que decir lo que sentís y tenés que contar que estás en el cielo y que me extrañás y que me entendés”. No me olvido más cómo temblé esa primera vez, nunca antes había estado en un escenario. Me maquillaron toda de blanco y me pusieron un guardapolvo. Cuando me paré en la mitad del escenario del Liceo sentí nervios, felicidad, emoción... un montón de cosas. No me lo voy a olvidar nunca. Después empecé a estudiar con Selva Aleman y Arturo Puig.
-¿En qué estás trabajando ahora?
-Estoy filmando cine, tengo un papel en la película “Encantador”, con dirección de José Cicala, donde también actúan Arturo Puig, Rodrigo Noya, Griselda Sanchez y Guillermo Zapata.
-¿Seguís volando?
-Sí, vuelo y trabajo como actriz. Pude desarrollar mis dos pasiones. Y estoy pensando en escribir un libro que podría titularse ‘Los hombres de mi vida’. ¿Hace falta aclarar que los 3 hombres citados en la nota van a estar incluidos?
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