Ambos se casaron pero sus matrimonios no funcionaron; se buscaron y encontraron pero hay algo que no permite a la historia prosperar.
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Frágil y hermosa como una muñeca, así la había visto desde que sus caminos se cruzaron a temprana edad. Vecinos y amigos de la infancia en la ciudad de Veracruz, en México, él contagia una emoción difícil de contener cuando la describe: “Nunca me atreví a decirle nada. Además de ser muy inocentes los dos, ella siempre fue muy tímida y no quería incomodarla. Lo que me gustaba y aun me gusta de ella es su forma de ser y el hecho de que para mí ella siempre ha sido como una muñeca muy frágil”.
En aquellos años de descubrimiento, el amor que sentía por su pequeña amiga había sido algo platónico. A los 14 años, cuando él se mudó a los Estados Unidos, sus caminos se distanciaron. Mantenía el contacto con el hermano mayor de su Daniela querida y, de vez en cuando, conversaba con ella. Le proponía que viajara al país vecino, donde él se encontraba. Pero todo quedaba en un juego de dos adolescentes que se tenían aprecio y nada más.
Matrimonios y algo más
Pasó el tiempo, Alfredo se dejó llevar por las obligaciones de la vida adulta y no tardó en llegar quien entonces se sintió como el amor de su vida. Rápidamente contrajo matrimonio con aquella mujer que lo había sacado de la rutina y ayudado a sonreír. “Aunque estaba casado, honestamente siempre preguntaba por Daniela. Cuando se hizo muy común el uso de Facebook como red social, la comencé a seguir, mirar sus fotos y todo lo que subía”.
Hasta que un día como cualquier otro, mientras navegaba por las fotos y posteos que sus contactos y Daniela hacían, descubrió que ella también se había casado. “Me sentí muy triste por eso, pero no podía decirle nada. Yo estaba en la misma situación sentimental así que me aguanté. Sin embargo, luego de algunos años mi relación comenzó a deteriorarse y ya no había nada que hacer para salvarla”.
Los mensajes en Facebook comenzaron a hacerse cada vez más frecuentes entre ellos. La comunicación se tornó diaria. Charlaban sobre sus sueños, sus tristezas y compartían lo cotidiano. Fue de ese intercambio que él pudo deducir que Daniela no estaba conforme con su matrimonio. Entonces juntó valor y una noche, sin demasiados rodeos, se confesó. “Le dejé saber todo lo que siempre había sentido y aun sentía. Hablamos durante muchos meses. Incluso pensábamos en la posibilidad de que ella viajara a los Estados Unidos y dejara su triste vida atrás”.
Volver donde todo empezó
Pero de pronto, aquellas ilusiones que los mantenían a flote se desvanecieron y perdieron el contacto. Alfredo no sabía qué había pasado. ¿Daniela tendría miedo de jugarse por sus sentimientos? ¿Se sentiría juzgada por su círculo? ¿Habría pasado algo con su esposo? Y así pasaron los meses, y muchos años hasta que él finalmente se animó a viajar a México a visitar a la familia y, por qué no, también a ella.
Retomaron el contacto, el anhelo de reencontrarse volvió a sentirse en la piel y en el corazón, que cada vez latía más acelerado y hasta parecía salirse del pecho. Acordaron en que ella lo esperaría en el aeropuerto. “Tuvimos nuestro primer acercamiento en un taxi camino a casa. De hecho, ese día le robé un beso y se sintió como tocar el cielo con las manos”.
Esa noche bebieron, bailaron, se besaron y hablaron mucho. “Ese era el único momento que tendríamos para hacerlo en persona. Ella me dijo que no creía estar completamente enamorada de mi. Lo entiendo. Es una chava muy bien educada y de cierta forma no quiere fallar al esposo al grado de dejarse llevar por una emoción creo. Y, al parecer, ha aceptado vivir la vida que lleva, aunque no sea feliz”.
Sigue al lado al hombre con el que se casó -no viven juntos ya que el se ausenta del hogar por temas laborales-. Lo ve a Alfredo cada invierno que él visita la ciudad donde vive ella y que es conocida como “la novia del sol” por las altas temperaturas que alcanza en los meses de verano. “No creo que lleguemos a estar juntos. Hoy ella solo me busca cuando está triste y dice que hablar conmigo la hace sentir mejor. Lo nuestro es como una fantasía romántica. Cuando estamos juntos no paramos de sonreír y todo nos causa alegría. Esos son los momentos en los que siento que el tiempo se detiene y que atesoro en mi corazón”.
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