Se mantiene intacto a través de los años, por él pasaron Fangio, Quino y miles de coleccionistas más.
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De pequeño a Agustín lo llevaban a cortarse el pelo a la “Galería Las Victorias” en el barrio de Retiro. Tras emprolijar su tupida melena, el niño se daba una vuelta por el local cercano repleto de autitos, aviones, barcos y trenes a escala, soldaditos de plomo y rompecabezas. Se quedaba hipnotizado mirando la vidriera y le fascinaba apretar un “mágico botón” que ponía en funcionamiento un tren eléctrico que viajaba por una inmensa maqueta con frondosos árboles y montañas.
“Cada vez que pasábamos por la calle Libertad le pedía a mi tía abuela que entráramos al local. Apretaba el botón una y otra vez”, rememora a sus 30 años. De aquella época atesora varios autitos de colección. Como él son varios los habitués que aseguran que “Milou Hobbies” les hace recordar a su infancia. Este diminuto local, de no más de 20 metros cuadrados, es histórico en el rubro: abrió sus puertas en 1953 y se mantiene intacto a través de los años. Por allí han pasado desde Juan Manuel Fangio hasta Quino.
Una pasión devenida en negocio
“En cada ser adulto hay un niño y este quiere jugar”, anticipa un cartel de chapa, de color azul oscuro y letras blancas, detrás de la puerta del negocio. La frase pertenece al filósofo Friedrich Nietzsche y resume a la perfección el espíritu del emprendimiento de Don Roberto Milou, su fundador. Desde que era un niño le apasionó el mundo de los trenes y con tan solo trece años comenzó a coleccionarlos. Focalizó su atención en el modelismo ferroviario. En esa época arrancó a vender trenes Lionel y Trocha 0, entre otros modelos, desde su apartamento en el barrio de Belgrano. Tiempo más tarde, consiguió su primer empleo en “Raldúa”, un clásico local que combinaba la venta de hobbies y papeles para empapelar paredes, sobre la esquina de Libertad y Córdoba. Allí trabajó durante años como aprendiz hasta convertirse en un experto en la materia.
Al tiempo, su jefe descubrió el talento que el jovencito tenía con el trato de los clientes y le aconsejó que abriera su propio local en la galería cercana. En un principio pensó en llamarlo “Todo Trenes”, pero el mismísimo Ralduá le sugirió que le pusiera “Milou Hobbies”, en honor al apellido. Con su exjefe tenían una entrañable relación de amistad y hasta compartían clientela.
Con los años de experiencia a Roberto lo bautizaron en el barrio “El conde de los hobbies”. Siempre lucía elegante: con traje, camisa y corbata; y conocía cada modelo de sus productos y colecciones a la perfección. Julieta Leveratto, su esposa, lo acompañaba en el día a día del comercio. Ella era una especialista en el armado y reparación de los Scalextric y maquetas. Para la pareja el negocio era su “hijo mimado”. Allí pasaban horas detrás del mostrador asesorando a cada nuevo cliente. Con los habitués conversaban de historia, de modelos internacionales y hasta se sentaban en la oficina a tomar cafecitos. Durante aquellos años tuvieron la representación en el país de la reconocida marca estadounidense Lionel y de la alemana Märklin. De la Feria Internacional del Juguetes de Núremberg, en Alemania, trajeron la idea de la gigantesca maqueta con trenes eléctricos, que funcionaba a través de un botón. Tras su regreso a Argentina replicaron la idea y se transformó en el atractivo principal de los niños de todas las edades.
Un legado que se mantiene vivo
En el hogar Cristian Leveratto, de 32 años, siempre estuvieron presentes las maquetas de ferromodelismo. El pequeñito, de pelo lacio y rubio, jugaba con sus hermanos con los trenes a escala. Del negocio de su tía abuela, Julieta, heredó la pasión por los autitos y juguetes de colección. “Cuando era chiquito me encantaba pasar por el local, me parecía maravilloso. Después cuando terminé la secundaria arranqué a dar una mano con algunas cosas, siempre encontrábamos algo para hacer. Mi papá y mis hermanos también trabajaron durante mucho tiempo acá. Los hobbies me parecen súper atractivos, la temática es lindísima”, admite Cristian, quien estudió administración de empresas y actualmente continúa con el oficio familiar.
A los 17 años arrancó cubriendo unas vacaciones. Luego pasó a tiempo completo: cuando falleció Don Roberto, en el 2005, el jovencito se puso a trabajar a la par de Julieta y se involucró cada vez más. “Su legado tenía que seguir más vivo que nunca. Queríamos honrar su memoria. Sin dudas, era lo que él quería. Le tenía muchísimo cariño al local, era como su casa”, cuenta.
Ferraris, Rolls Royce, Alfa Romeo y otras joyitas en miniatura
El local de Milou Hobbies es pequeño, pero no así su cantidad y variedad de vehículos y medios de transporte en escala. Hay cientos de artículos. Enumerarlos en su totalidad es prácticamente imposible. Lucen, prolijamente exhibidos en la vidriera y en los estantes de madera, vaporeras, locomotoras y vagones de distintos países. Automóviles como la Ferrari 365, el Chevrolet Chevelle, un Alfa Romeo de 1932, una Citroneta Salvat, un Cord de la década del 30, Rolls Royce Corniche, Torinos, Mini Cooper, entre otras joyitas históricas y de colección. También hay tractores para cosechar en miniatura, buses londinenses, camiones anaranjados, grúas de bomberos, colectivos y ferrocarriles argentinos antiguos, aviones y tanques de guerra y motocicletas.
La lista continúa con los “Batimóviles”, pasando por El Súper Perrari (El auto doble cero) conducido por Pierre Nodoyuna y Patán en “Los autos locos”, hasta un “Herbie”, un modelo del escarabajo hecho artesanalmente en resina. “A Roberto le apasionaban los trenes, pero con los años fue agregando diferentes hobbies según la época y las novedades del mercado. Siempre escuchaba los pedidos de los clientes y seleccionaba según su afición”, cuenta Cristian y asegura que los más buscados actualmente son los aviones de la guerra. Entre ellos el “Messers” (alemán) o el Mustang (norteamericano). De los barcos, uno de los que más solicitan es el modelo en miniatura del Titanic. Sobre otra de las repisas hay soldaditos de plomo. “La versión Toy es la menos definida y tiene poco detalle. Esas piezas se suelen coleccionar más en batallón. Mientras que los llamados “Figurilla” son más realistas y detallados”, dice.
Con el auge de los coches de Scalextric Roberto decidió sumar pistas, circuitos y accesorios de carrera. “Una de las frases de la década del 70/80 era que el país corría. En ese momento el automodelismo fue furor. Él se metió a full en el tema: mandaba a pintar carrocerías, agregó los automóviles a escala con los corredores de la época y cada vez sumaba maquetas plásticas más fuertes y de mejor calidad”, rememora. También importó una línea de automóviles de juguete a escala del Reino Unido. En ese entonces, le instalaron en el despacho del piloto de automovilismo, Juan Manuel Fangio, una gigantesca pista.
El ferromodelismo es una afición de todas las edades. Algunos despiertan el fanatismo desde niños, mientras que otros ya entrada la adolescencia. En Milou el público más fiel es a partir de los 40 años en adelante. “Les apasiona y hasta le destinan en sus casas un cuarto especial para las maquetas”, afirma Leveratto y cuenta que los principales países “hobbistas” son Estados Unidos, Alemania y Brasil. Quién se inicia suele comprarse la llamada “caja básica”, que incluye una locomotora, tres vagones, transformador y guías. “Los vamos asesorando, ayudando y jugando con ellos. En muchas familias se trata de un regalo colectivo y es por etapas.”, asegura el experto.
Expandirse en pandemia
Como el local está ubicado cerca de la zona de Tribunales se acercan muchos abogados, jueces y también ingenieros. “A la mayoría les llama la atención la historia. Nos quedamos horas conversando”, dice. El público es variado, pero generalmente masculino. Aunque Cristian asegura que en los últimos años atendió a varias mujeres coleccionistas de autos en escala.
Muchos clientes los acompañan desde los inicios del negocio y han entablado una relación de amistad. El creador de Mafalda, Quino, era uno de ellos. “Se hicieron amigos. En esa época él estaba dibujando historietas con la temática de los ferrocarriles y hasta les hizo uno personalizado y dedicado que atesoramos de recuerdo en el local”, expresa. La historieta representa a un señor mayor entretenido “en su mundo” con los trenes eléctricos. Otro habitué era el pintor Dalmi Imperiale.
A principios del 2020, previo a la pandemia, llegó el segundo local de Milou en el barrio de Belgrano, en la Galería General Belgrano, en Cabildo 1849. Ese año estuvieron cerrados durante cinco meses, luego empezaron a repuntar con las ventas por internet y envíos a domicilio. Los rompecabezas y los aviones para armar fueron los artículos más demandados durante la cuarentena.
“Me apasionan los hobbies, es que me siento en una búsqueda del tesoro constante. Siempre voy encontrando perlitas con historia y curiosidades”, confiesa. A su lado se encuentra una locomotora llamada “Cocodrilo” de color verde oscuro. “Es un emblema del local, nuestra pieza mimada. Me han preguntado varias veces si está a la venta, pero no”, concluye, entre risas. Cuando Cristian ingresa a su local se siente un niño. Lo mismo le sucede a Agustín cada vez que recuerda sus visitas a la galería para apretar el botón que hacía funcionar el tren eléctrico.
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