De Milán a la mesa de Mirtha Legrand, los murales de Sofía Willemoes brillan. Años atrás, sin embargo, sus fantasías estaban muy lejos de imaginar su gran presente. Todavía recuerda aquel día cuando, al terminar el secundario, tuvo que decidir su futuro y se encontró perdida. "¿Cómo puede ser que a los 18 años sepamos con toda seguridad a qué queremos dedicarnos el resto de nuestras vidas?", le preguntó a su padre sin encontrar una respuesta lógica al conflicto planteado. Finalmente, se inclinó por abogacía y, sin pensarlo demasiado, se abocó a ella como suele hacer con todo lo que emprende: con mucha dedicación y hasta el final.
"Apenas comencé mi carrera empecé a trabajar en un estudio jurídico y, para cuando me dieron el título, ya tenía mucha experiencia", recuerda Sofía. "Los años pasaron sin demasiados planteos existenciales y de la mano de un gran mentor, que me guió y me ayudó a crecer; fue así como a los 28 años me hicieron socia del estudio. Cuando decidí dejar todo, estaba en mi mejor momento profesional".
A pesar del éxito aparente, Sofía no se sentía cómoda en su piel y ya no lo podía disimular. "Estaba aburrida", afirma. "Vengo de una infancia apegada a la naturaleza. Nos mudábamos una y otra vez y todo siempre era dinámico y cambiante. Mamá nos llevaba al pie de la montaña y allí nos enseñaba sobre las palabras, los números y el universo y todo me resultaba siempre fascinante. Y ahí estaba yo, de pronto, estática entre expedientes, casos y oficinas; apagada, lejos de mi esencia. Hasta que un día, impactada ante la imagen de un sillón de cuero estampado con caballos en carrera, de mi mente comenzaron a surgir un sinfín de ideas y entendí que no estaba en el lugar correcto en mi vida profesional y que eso ahogaba mi potencial".
Liberarse de las máscaras
Ante la sorpresa de todos, ella tomó coraje y abandonó su mundo conocido para darle un nuevo rumbo a su vida, para soñar a lo grande. "Pero el velo no había caído solo", explica, "Fue una conjunción de factores las que terminaron de abrirme los ojos. Años atrás, había comenzado con teatro y, de a poco, esa expresión terminó de liberarme de mis máscaras. Aparte, ahí conocí a mi marido, Lisandro, un hombre que siempre supo ver mi potencial, me ayudó y me impulsó a no dudar y conquistar mis sueños. Él fue un gran artífice del cambio. Siempre digo: contar con una pareja, un familiar o un amigo que te apoye, es clave ".
Sofía siente que su primero embarazo también tuvo mucho que ver en la travesía que la llevó a tomar la determinación. "Me conectó con mi lugar más emocional, con mi esencia y mi identidad. Yo no quería reconocer mi malestar y le tenía un cierto miedo al qué dirán, a desilusionar a los que apostaron por mí y a echar a perder tantos años invertidos en una carrera, pero mi maternidad me ayudó a liberarme de aquellas trabas".
Acción y equipo
Con pasión y una dedicación constante, Sofía se interiorizó en el mundo del diseño y el estampado y, confiada con sus creaciones, en el 2009 se animó a participar de un concurso de innovación y, de los 2000 emprendimientos que se presentaron, el suyo quedó 11° entre los 60 que fueron premiados.
"Me acuerdo de que me habían pedido un plan de negocios que acompañe la presentación y yo no tenía idea de qué me hablaban. Es que en todo, en especial en relación a mis creaciones, siempre fui y sigo siendo autodidacta. Creo que seguir esquemas, teorías y formas ajenas, encarcela bastante. A mí me gusta no ponerme límites, experimentar, animarme a cualquier cosa; creo que en el concurso se percibió mi entusiasmo sin límites. El premio que me dieron fue de 55.000 pesos y esa fue mi inversión inicial", revela.
Hoy, su marca factura $ 10.000.000 anuales y empapela paredes por todo el mundo, es distribuida por el interior del país y cuenta con local propio en el barrio porteño de Recoleta. Sofía Willemoes es quien diseña y, a partir de su imaginación, un grupo de ilustradores internacionales se encarga de materializar esas ideas en dibujos. Ella asegura que la calidad y la originalidad de su propuesta de arte y decoración es posible gracias al grupo de trabajo detrás de cada nuevo proyecto.
"Tengo un equipo de 10 personas que es lo mejor que tiene la marca", destaca. "Sin equipo no hay empresa. Creo que dejé de tomar todo esto como un juego el día que tuve que contratar a la primera persona. Tenía mucho miedo, me di cuenta de que estaba asumiendo una gran responsabilidad. Hoy, a la hora de contratar, lo que más considero, aparte de las capacidades para lo requerido, es cómo me siento cuando estoy con esa persona. La química es fundamental para un buen funcionamiento empresarial, así como permitir que la persona se relaje para que libere su potencialidad y que esté en el área indicada para desarrollarse. Por supuesto, también busco que les guste la marca, que la disfruten".
En el mundo y en la naturaleza
Hace ocho años que SW exhibe en Casa FOA; así mismo, participó en ArteBA y en las ferias de arte internacionales en París, Milán, Londres y Nueva York. En los últimos 3 años, la empresa quintuplicó su producción, pasó de tener 1 máquina a 3, inauguró su propio local y cuenta con un estudio."La producción es local y propia y exportamos el 35%. Aspiramos a pronto llegar a un 50% y hasta superarlo. También proyectamos abrir un local en Nueva York", cuenta Sofía con entusiasmo.
La colección Reflejos azules de Latinoamérica es una de las principales novedades con que SW recibió el segundo trimestre del año. Mientras que uno de los murales que componen la nueva serie puede visitarse en la vidriera del local en Recoleta, otro ya se fue a recorrer el globo. Se trata de una pieza de gran tamaño -mide 25 metros de largo por 5 de alto-, cuyo arte está inspirado en un bosque con lupinos de la Patagonia y que estuvo expuesto en el Salón del Mueble de Milán, Italia, el evento de diseño más importante del mundo. Así mismo, para homenajear a Mirtha Legrand por sus 50 años al aire, Sofía Willemoes tuvo el honor de ser convocada para ambientar con murales de la firma.
"Con toda mi experiencia, entendí que es importante escucharse y animarse a ser feliz, pero que no hay que desconocer el hecho de que para que un emprendimiento funcione, hay que sentirse seguro, hay que accionar, mostrarse, y hay que trabajar mucho, al 100%, todo el tiempo. Sin trabajo duro, no funciona. Y, en mi caso, fue clave volver a mis orígenes, la naturaleza, que es mi principal fuente de inspiración. Allí logro conectarme con esa niña interior que siempre busca el riesgo y busca divertirse para lograr ese dinamismo constante que necesito para crear. Bucear en nuestra propia identidad y ser fiel a nuestra esencia, es clave", concluye con una sonrisa.
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