En 2013, la mítica isla fue comprada por la heredera rusa Ekaterina Rybolovlev, quien luego se casó con el empresario Juan Sartori, hoy senador en su país natal, Uruguay
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Aristóteles Onassis compró la isla en 1963. La pagó tres millones de dragmas, el equivalente a veinticinco mil euros de hoy. Skorpios era poco más que una roca en el mar jónico. Pero en poco tiempo, el armador griego la convirtió en un vergel: plantó bosques combinando distintas especies, creó playa con arena importada y construyó tres mansiones. A la edificación principal, su propio hogar en la isla, la bautizó con el nombre de “Casa Rosada”, haciendo una obvia referencia a la Casa de Gobierno argentina, país donde comenzó a forjar su fortuna. En el punto más alto de la isla, 81 metros sobre el nivel del mar, ordenó construir un helipuerto.
Skorpios marcó su época, fue sinónimo de lujo, el destino al que no se podían resistir ni siquiera las figuras más poderosas del mundo.
En 1968, la diminuta capilla de Panayitsa (Santísima Virgen) concentró la atención de todo el mundo: el 20 de octubre se celebró la boda entre Aristóteles Onassis y Jacqueline Kennedy. “Es la unión perfecta. Mi padre adora los apellidos y Jackie adora el dinero”, definió Alexander, hijo mayor de Aristóteles, fruto de su primer matrimonio con Athina Livanos.
Tres años después, en una de las playas artificiales de Skorpios, Jackie fue fotografiada completamente desnuda. Las imágenes dieron la vuelta al mundo, fueron publicadas en la portada de la revista Hustler y cimentaron la fortuna de Larry Flynn, el pornógrafo más audaz de los Estados Unidos. Desde entonces, muchos editores comenzaron a llamarla “Jackie ¡OH!”.
Tras la muerte de Aristóteles, en marzo de 1975, la isla perdió brillo y mística. Sus herederas, su hija Christina primero y su nieta Athina después, prácticamente no regresaron a Skorpios.
Durante años, la isla estuvo prácticamente abandonada. El último censo, de 2011, reportó que en sus 83 hectáreas viven tan sólo cinco personas, todas dedicadas al mantenimiento del lugar. Las playas fueron alambradas para desalentar el desembarco de curiosos. El parador donde solía pasar el día Jackie, nunca más abrió sus postigos celestes. Los pescadores locales, que en la época dorada generaban dinero llevando paparazzi hasta la isla, ahora alquilan sus botes a turistas con ganas de conocer “de cerca” parte de la historia de los Onassis.
La historia de Skorpios pega un giro de 180 grados en febrero de 2013 cuando trascendió que Athina Onassis, nieta y única heredera viva de Aristóteles, amazona experta que brilla en el circuito de equitación europeo, había vendido la isla.
Tras algunos días de incertidumbre, lleno de rumores, se supo que el comprador había sido el multimillonario ruso Dimitry Rybolovlev, quien forjó su fortuna en la industria de los fertilizantes, como proveedor de potasa.
Dimitry, que a mediados de los 90 estuvo en prisión acusado de asesinar a uno de sus socios, es dueño del AS Mónaco, el club de fútbol del principado más glamoroso del planeta, donde fijó residencia. Es común verlo en la tribuna junto al príncipe Alberto y gran parte de la familia Grimaldi. Hoy, luego de haber protagonizado uno de los divorcios más caros de la historia, en el que tuvo que ceder 600 millones de dólares a su ex mujer, ocupa el puesto número 391 en el ranking de las personas más ricas del mundo según Forbes, con una fortuna de 6,7 mil millones de dólares.
Para Dimitry Rybolovlev la compra de Skorpios fue un acto de amor: pagó 138 millones de dólares por la isla para regalársela a su hija, Ekaterina Rybolovlev, que también es amazona, como Athina (y no son pocos los especulan que la transferencia de Skorpios haya comenzado a gestarse en una pista de equitación).
No es la primera vez que Dimitry satisface los costosos caprichos de su hija: en 2011 los medios estadounidenses presentaron a Ekaterina como “la propietaria del penthouse más caro en la historia del mercado inmobiliario de Manhattan”. Su padre había pagado 88 millones de dólares por un piso de 670 metros cuadrados frente al Central Park, su primer “departamento de soltera”.
Antes de vender Skorpios, Athina puso una condición: que se respete y mantenga en condiciones el pequeño cementerio donde fueron enterrados Aristóteles y sus dos hijos, Alexander y Christina.
LA CONEXIÓN URUGUAYA
El 21 de octubre de 2015, exactamente 47 años y un día después de la boda de Aristóteles Onassis y Jacqueline Kennedy, Ekaterina Rybolovlev escribió su nombre en todas las crónicas del jet set europeo: ese día, en la capilla de Skorpios, su isla, se casó con el gran amor de su vida, un empresario uruguayo llamado Juan Sartori.
Juan Sartori tiene una historia particular. Se fue de Uruguay, junto a su familia, cuando tenía 12 años. Vivió en Francia y en Suiza, donde se graduó como Licenciado en Economía. Debutó en los negocios con la fundación de Union Group, un conglomerado financiero con inversiones en actividades energéticas, agrícolas e inmobiliarias en América Latina. Tras su boda con Ekaterina, siguiendo los pasos de su suegro, se convirtió en accionista del club de fútbol inglés Sunderland. Pero el gran salto lo dio en 2018, cuando desembarcó con mucha ambición en la política uruguaya.
Llevaba veinte años viviendo fuera del país y era prácticamente un desconocido para el gran público. Sin embargo, decidió jugarse un pleno: se presentó en las internas del Partido Nacional como precandidato a presidente de la República. Se propuso darse a conocer y conquistar al electorado en apenas seis meses. Su campaña fue tan enigmática como eficaz: empapeló Montevideo con la pregunta “¿Quién es Sartori?”, misterio que reveló en el mes de diciembre con un gran acto popular. Finalmente, Juan Sartori perdió la interna con Luis Lacalle Pou, pero se instaló en la escena de forma meteórica. Hoy es senador… y en su patrimonio familiar cuenta con la isla privada más famosa del mundo: la fascinante Skorpios.
En su libro Volver a crear futuro, que impulsó su presentación política, Sartori contó un detalle de su boda en el antiguo paraíso de los Onassis: “Uno de los invitados de Uruguay nos trajo como regalo un sobre con semillas de especies autóctonas de plantas y árboles uruguayos; había ceibo y más de 20 variedades. Con Katia escogimos un lugar especial en la isla y los plantamos allí, para rendir tributo a mis raíces en ese lugar especial que marcó el inicio una nueva vida para ambos”.
El proyecto de los Sartori-Rybolovlev es convertir Skorpios en un resort de lujo donde se pueda revivir, de alguna manera, el hipnótico espíritu de Ari y Jackie.
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