Juró que si su hijo salía adelante de una cirugía, correría en honor a su lucha. El desafío de madre e hijo recién empezaba y tendría un final inesperado.
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No lo imaginó en ese momento. Pero ese febrero de 2018, esos 70k en carrera y por la montaña -su gran refugio y pasión- iban a ser los últimos, por lo menos por unos largos meses. Había comenzado a correr en 2016 luego del nacimiento de su tercera hija, para recuperar estado físico y bienestar. Pero en ese comienzo de 2018, cuando Victoria Allen supo que el cuarto de sus hijos estaba en camino, su vida se detuvo por completo.
Con antecedentes de bebés prematuros, transcurrió un embarazo en el que necesitó hacer reposo absoluto: las pérdidas y el riesgo del desprendimiento de placenta eran fantasmas que cada vez se acercaban más. Angustiada, siguió al pie de la letra las indicaciones del obstetra mientras, detrás de la puerta de su habitación, su marido Claudio Cabaleiro se cargaba al hombro la rutina familiar y la contención de los chicos.
“Fueron meses de mucha angustia. No solo por el riesgo que representaba el embarazo en sí, sino por toda la situación que vivíamos en casa con el resto de los chicos. Cada día en cama se me hacía eterno. Y así, con mucho esfuerzo y apoyo de mi marido, llegamos a la semana 29 de gestación. Cada día de mi pequeño bebé dentro de mi panza, había sido un día ganado”.
Luego de una cesárea, Bautista llegó al mundo con 1.800 gr. Pero los tiempos difíciles recién comenzaban. Al tercer día tuvo que ser intubado, no lograba respirar por sus medios. Además, el cuadro se complicó con un neumotórax por el que necesitó dos drenajes, uno en cada pulmón. “La alimentación era otro tema. Bauti no toleraba mi leche y entonces por unos días lo mantuvieron a suero. Hasta que decidieron que lo mejor era someterlo a una cirugía y colocarle una vía para administrarle alimento. A esa altura yo solamente le pedía a Dios que mi bebé no sufriera. Y, de pronto, un buen día, empezó a mostrar signos de que algo se estaba equilibrando en su lucha por permanecer con nosotros”. Recién a los 15 días pudo tomarlo en brazos, acercarlo al calor de su cuerpo, hablarle al oído y decirle que lo esperaban en la casa con los brazos abiertos. Bautista mostraba signos de ser un bebé determinado y estaba dispuesto a dar pelea.
Una promesa en la montaña
Mientras, la libertad que Victoria sentía cada vez que se ponía las zapatillas y salía a recorrer los senderos de montaña había quedado en pausa. Por lo menos hasta esa mañana en que su bebé fue sometido a una cirugía de urgencia, por una retinopatía del prematuro, una enfermedad ocular que hace que crezcan vasos sanguíneos anormales dentro de la retina, y puede llevar a la ceguera. “En ese momento sentí que tenía que volver a la montaña. No podía quedarme sentada en una sala de espera. Me fui al cerro Otto, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, en la Patagonia argentina, donde tantas veces había jugado de chica y disfrutado de grande. Y allí, en la montaña, le prometí a mi hijo que si salía adelante iba a correr 110k en honor a su lucha”.
Todo se dio como lo había pensado y proyectado. Después de 40 días de internación, Bautista finalmente partió a su casa, en un barrio tranquilo en las afueras de la ciudad de San Carlos de Bariloche, en la provincia de Río Negro. La carrera por su vida todavía no terminaba, pero los buenos tiempos ya estaban cerca de ser parte de la rutina diaria. Y así, cuando tenía 5 meses y 4 kg, su mamá cumplió con la promesa que le había hecho y corrió los 110k de Patagonia Run en San Martín de los Andes. “Patagonia Run para mí es sinónimo de mi hijo Bautista: es determinación, perseverancia, esfuerzo y sacrificio. Cada hora invertida en la preparación de esta carrera tiene un valor enorme disfruto en la soledad de la montaña, cuando puedo conectarme con una parte muy profunda de mí y sentirme libre”, asegura la abogada que trabaja en la Defensoría de Menores del Poder Judicial local.
Subir la vara, sentir la conexión
Desde entonces Victoria Allen (@chinaallen) no paró. Pandemia mediante, subió la vara y, de la mano de sus entrenadores Maxi López y Gonzalo Gutiérrez, decidió comenzar con el entrenamiento para correr 160k (100 millas) non-stop el pasado 9 y 10 de abril de este año, también en San Martín de los Andes, en Patagonia Run, que forma parte del Spartan Trail World Championship, uno de los más prestigiosos circuitos de trail del mundo. No fue fácil. Pero su constancia y disciplina rindieron frutos. Los protocolos cumplidos a rajatabla — acreditarse con turno, presentar DNI, la App Cuidar y el apto médico para luego sentir el pecho explotar de emoción en una largada con distancia social reglamentaria y uso de barbijo incluido-, hicieron que la experiencia fuera “soñada”.
“El desafío es poder llegar, completar el recorrido. No importa el puesto, sino disfrutar”, dice con seguridad. Y confiesa que en carrera su máximo disfrute llega por la noche, cuando se hace presente otro mundo en la montaña: el de los animales nocturnos, de los ruidos, de los sentidos en su máxima expresión. “Correr de noche genera una sensación adictiva. Por suerte en mis distintas experiencias nunca sufrí por la falta de sueño. Son horas y horas en marcha en las que el cuerpo nunca deja de gastar energía y la cabeza te puede jugar una mala pasada. Pero creo que ser mamá me da la ventaja de estar acostumbrada a dormir poco y entrecortado. De hecho, es al día de hoy que Bauti ya tiene dos años y medio y que no duerme más de dos horas de corrido. Aunque suene extraño, eso también forma parte de mi entrenamiento”.
El esfuerzo para completar el recorrido es cotidiano y permanente. Allen tiene todo coordinado con su marido para que la vida familiar quede organizada y con tiempo suficiente para correr. Se levanta alrededor de las 5.30, hace ejercicios de fortalecimiento abdominal durante unos 45 minutos. Después, despierta a sus dos hijos que van a la escuela por la mañana y a las 7.30 entra a su trabajo en el Poder Judicial. Cuando sale de trabajar, entrena en el velódromo municipal o hace fondo en alguna de las rutas hasta las 16. Algunas tardes, comparte los entrenamientos con su esposo, que también es atleta. Después, de regreso en casa, hay que preparar las viandas, los uniformes de los chicos y hacer con ellos las tareas.
Ultra trail, un terreno conocido
32:41:12 fue el tiempo que le llevó completar los 163.50km que separaban la línea de largada de la meta. Su determinación la llevó a lograr el primer puesto en su categoría y el 64° en la general. Las ultra trails, carreras de ultrafondo, comúnmente conocidas como ultras, y con una recorrido que supere los 42k, son carreras que se desarrollan en montaña o según los criterios de la Asociación Internacional de Carrera de Montaña (ITRA, Asociación Internacional de Carrera de Montaña) en un medio natural con un recorrido que tenga como máximo el 20 % de asfalto. Se trata de correr por senderos, huellas, rastros o caminos secundarios, a través de montañas, cerros y montes, cruzando arroyos y ríos, con grandes trepadas y abruptas bajadas.
“Estos últimos años se está haciendo mucho más fuerte la presencia de mujeres de todas las edades en el ultra trail. Creo que tiene que ver con nuestra capacidad de resiliencia. En esta última carrera no me pasó, pero si durante la competencia me siento mal, me descompongo o tengo algún problema, sé que no es nada grave. Por mi experiencia con mi hijo entiendo que la gravedad está en otras situaciones y pude aprender a sacarle el peso a lo que realmente no lo tiene. La parte física es la más fácil de preparar, entrenar la cabeza es la clave para llegar. Como también la capacidad que tengas para adaptarte a lo que vaya sucediendo en todas esas horas que uno pasa en la montaña. Creo que todo lo que tuve que atravesar me dio la templanza para poder hacerlo. Correr es un entrenamiento para el cuerpo, la mente y para la vida misma”.
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