Sin celulares y con estrictas prohibiciones: las inusuales reglas de un bar que es un éxito entre sus clientes
Se trata de un pub ubicado en Gales del Norte que tiene una rigurosa política que atrae cada vez más personas
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Quienes deseen visitar un auténtico pub sin más ruido que el de las conversaciones de los clientes, entonces, deben anotar el nombre de este lugar ubicado en la localidad de Flint, en Gales del Norte. Se llama The Royal Oak y allí los celulares están prohibidos, no hay televisores por ningún lado y los apostadores son expulsados si los sorprenden pronunciando algún insulto o mala palabra.
Ángela Mills, la encargada del lugar, prohíbe cualquier forma de tecnología en el lugar, pero afirma que a sus clientes les encanta. De hecho, Mills, de 54 años, señala que las prohibiciones atrajeron a un grupo de lugareños con ganas de practicar una “buena conversación a la antigua”, y contó que pasan el tiempo jugando al dominó o las cartas.
“A la gente le encanta venir a este pub y se sientan y hablan entre ellos”, contó Mills respecto del éxito del Royal Oak. Luego agregó, en conversación con The Sun, que “prefieren hablar y no parecen extrañar la televisión o la música, o incluso sus celulares. En cambio, se sientan alrededor de una mesa o encuentran un rincón tranquilo y conversan”.
Mills es muy estricta en cuanto a la política de permanencia en su bar porque sostiene que esta es la única manera de lograr el ambiente sano que busca: “La única vez que uno de mis clientes comenzó a maldecir, lo prohibí durante 24 horas y lo tomó”, contó. A pesar de este incidente, Ángela dice que “la mayoría de la gente es respetuosa y disfruta de la sensación de un pub comunitario tradicional”.
Sin embargo, hay que reconocer que gran parte de los clientes de Ángela son mucho más mayores que las multitudes de jóvenes que se reúnen en los bares modernos de la ciudad. Pero no deja de ser un público interesante que debe ser atendido en alguna parte: “He sido la encargada aquí desde hace diez meses y trato a mis clientes como una gran familia feliz. Tenemos alrededor de cincuenta clientes habituales que aparecen en varios momentos del día y de la noche y todos se conocen”.
Ángela cuenta que, antes de ser contratada en el Royal Oak, trabajaba como camarera en clubes nocturnos llenos de música y ruido, lugares muy diferentes a su actual empleo: “Después de unos meses me acostumbré a la paz y la charla tranquila y no lo cambiaría por nada del mundo ahora”.
Respecto de las reglas que debe hacer cumplir a los clientes del local, la mujer asegura que, en general, son muy respetuosos. A la hora de aplicar la vara de la disciplina asegura que es “firme, pero justa”.
El caso contrario
A menos de dos kilómetros de allí, existe otro bar llamado Sir Gawain and The Green Knight, que propone las mismas reglas que el Royal Oak. El local ha estado cerrado durante más de un año porque no puede encontrar un encargado adecuado para que lo dirija debido a la prohibición del uso de tecnología. Según los lugareños, aunque las normas resultaron populares entre algunos clientes, a la mayoría no le gustó.
Cary Hughes, un antiguo mecánico, de 56 años, dijo: “Solía ser un pequeño pub fantástico que vendía una pinta y licores decentes a precios razonables. Podíamos jugar a los dardos y conversar. Incluso tuvimos noches de póquer, dos noches a la semana, lo cual fue muy divertido. Podías ir allí cualquier noche de la semana, tomar una copa y encontrar a alguien con quien hablar. Justo lo que debería ser un pub”.
Sin embargo, este cliente se quejó al revelar que “el propietario siempre tenía que estar mirando por encima del hombro, porque el jefe, Humphrey Smith, siempre aparecía en cualquier momento para ver si se cumplían sus reglas”. En este sentido, Hughes consideró una locura esta rigurosidad con la política, ya que terminó por perder a sus habitués. “Muchas personas venían a tomar una pinta y leían las noticias en su iPad o teléfono, pero cuando todo eso se prohibió, el lugar comenzó a cerrar”, reveló para luego contar que ha estado cerrado durante dos años.
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