El periodista Facundo Pastor publicó el libro “Isabel. Lo que vio. Lo que sabe. Lo que oculta”, donde repasa los momentos más importantes de la viuda de Perón y relata los pormenores de su presente madrileño
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María Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabel Perón, o Isabelita, fue destituida por el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Comenzaba para el país el período más oscuro de su historia. Y para ella, la primera presidenta de la Argentina, un derrotero que incluyó cinco años de detención en diversos lugares del país y un exilio definitivo. En 1981 la viuda de Perón se radicó en España y, más allá de algunas visitas a la Argentina y esporádicas presentaciones públicas, se mantuvo entre la reclusión y el silencio. Al mismo tiempo, se convertía en un personaje incómodo para la política nacional, una mujer que ya nadie convocaba. Ni siquiera en el partido político que lleva el apellido de su marido.
Facundo Pastor decidió investigar a este personaje olvidado por la historia argentina. El resultado de este trabajo está en su nuevo libro Isabel; Lo que vio. Lo que sabe. Lo que oculta. El periodista habló con LA NACION acerca del presente de la expresidenta, en una charla en la que trata de develar también qué se esconde tras lo que él define como “el abrumador silencio” de Isabel Perón.
Un barrio silencioso y un cuadro como único recuerdo
–Facundo, ¿cómo es el barrio donde vive Isabel?
–Estuve en Madrid en julio de 2023 para ver cómo era la vida de Isabel, cómo y dónde vivía. Necesitaba situarme en su hoy, persiguiendo el enigma de su silencio. Uno dice, ‘ella vive en España’, ‘vive en Madrid’, y se la imagina viviendo en Salamanca o en algún barrio populoso y nada que ver. Isabel vive en las afueras de Madrid, en una urbanización que se llama Villafranca del Castillo, a unos 40 kilómetros aproximadamente de la capital española y cerca de una localidad bastante conocida que se llama Majadahonda. Hay una universidad en ese lugar, pero es una urbanización verdaderamente muy chica que incluye como un barrio cerrado que no lo es, pese a que tiene una entrada principal y una trasera con barreras que los propietarios apoyan una tarjeta y entran. Hay un acceso principal y un descampado libre que divide un centrito comercial de la urbanización. Si entrás por el centro comercial, entrás al barrio. Sin restricción. No hay seguridad, nada. Sí hay muchas cámaras que están monitoreando en algún lado. Bueno, si yo iba con la premisa de poder abordar un poco la idea del silencio de Isabel, acá lo magnifiqué, porque es un lugar verdaderamente silencioso.
–¿Cómo es su casa?
-La casa de Isabel tiene un nombre técnico en España. Vendría a ser como aquí decimos dúplex. Una casa adosada o chalé adosado, se llama allá. Vive ahí, en la calle Valle de Ulzama, con gente que la asiste, que se van turnando. En algún momento me dijeron que había una chica chilena. Vive de una manera muy austera. Esa casa la compró con una hipoteca y creo que, si no me equivoco, es lo único que tiene.
–Isabel pasó muchos años con su marido en el exilio en Madrid, en una casona en el barrio Puerta de Hierro, un lugar que se convirtió en un ícono del peronismo. Y ella volvió a vivir allí también un tiempo en su nueva vida en España ¿Qué pasó con esa casa?
–Ella vivió en Puerta de Hierro hasta 1990, cuando tiene que entregar la residencia en el marco de un litigio con las hermanas de Evita. Cede el predio en compensación a toda una cuestión judicial que había de reclamo de bienes. Antes y después, ella vivió en varios lugares en Madrid. Por caso, en un departamento que se llamaba Moreto 6, donde vive ni bien llega de la Argentina, en 1981. Ese es su primer destino del exilio. Pero Moreto 6 no era de ella, se la prestaban. Y así fue viviendo en diferentes lugares prestados.
–En el libro aseverás que cuando ella se va de Puerta de Hierro prefiere dejar allí su pasado, no llevarse nada.
–Sí. Isabel se queda con un único objeto de Puerta de Hierro. Una pintura al óleo que hoy está en su casa y que ella mira todas las tardes mientras toma el té. Se queda como petrificada, mirándose a sí misma, porque el cuadro la tiene a la propia Isabel Perón como protagonista. Ello lo mira en silencio, como si buscara ahí los interrogante de su vida.
–¿Cuál es el origen de ese cuadro?
–Es un cuadro que Perón le regala para un cumpleaños y que estaba en Puerta de Hierro junto a un hogar a Leña. En esa pintura ella está posando con un vestido de encaje, con unas joyas, con un aire de nobleza, apoyada sobre una silla. En el ambiente del hogar a leña en el que se encontraba esta obra, Perón e Isabel pasaban gran parte de las tardes charlando y leyendo.
La relación con el Papa
–La casa de dos pisos de Isabel en España tiene habitualmente las ventanas cerradas, según tu descripción, pero también decís que hay cosas, como su propio retrato al óleo, que a Isabel le hacen “brillar los ojos” ¿Cuáles serían esas cosas?
–Por ejemplo, las fotos de sus caniches que ya no viven. Ella tenía con esos perros una relación muy particular. Y también un rosario de perlas blancas que le regaló el Papa Francisco. Ella tiene un vínculo especial hoy en día con él. Te diría que es una de las pocas personas que la llaman, por lo menos a partir de su cumpleaños número 90, que fue entonces cuando el Papa le regaló el rosario. En base a intermediaciones que fueron haciendo amigos en común, el Papa la llama todos los cumpleaños y hay un intercambio epistolar entre ellos.
–¿Sale actualmente de esa casa?
–Sale poco. Iba a misa, pero hace tiempo dejó de ir. Tiene contacto con el cura del pueblo, Enrique Lázaro. Hay una relación histórica con ese padre, él me dio a entender que ella lo puso ahí, ella terminó de mover algunas influencias y armar su parroquia, Santa María Soledad Torres, que es muy chiquitita, pero es muy linda, muy prollijita, muy bien puesta. Pero volviendo a la pregunta, ella sale poco. Primero por su edad. También hace poco fue sometida a cirugías, se rompió la cadera dos veces. También se rompió un brazo. Además, el fondo de su casa de a un lugar muy visual del punto de vista campestre. Creo que ella disfruta un poco esa parte trasera de su residencia.
–¿De qué vive Isabel?
–Tiene dos pensiones y cobra unos 3000 euros por mes entre las dos. Una de ellas es una pensión militar y otra que le corresponde como expresidente (Nota del editor: en febrero de 2024 el ANSES confirmó que cobra 3.342.418 pesos neto como asignación vitalicia otorgada por el régimen de la ley 24.018). Ella no cobra como Cristina por ser viuda del un presidente. Hay algo técnico desde el punto de vista previsional que impide este pago para Isabel. Cobra sí, por una caja militar, una pensión que es un reconocimiento a Perón como general.
Una vida opaca
–En el libro, decís que Isabel lleva “una vida opaca, que ya no pretender ver la luz del sol” ¿A qué te referís con eso?
–Cuando empiezo el recorrido para armar esta historia me encuentro con un dato que me llamó la atención por lo particular: la primera cárcel a la que ella va a parar cuando es detenida tras el golpe es El Messidor, en Villa la Angostura. No es en realidad una cárcel, es una residencia de estilo francés, donde le dan una habitación en el primer piso, una habitación que yo recorrí y que está intacta. Me sorprendió cómo los militares le taparon las ventanas de vidrio repartido con hojas de diario. Era una acción tortuosa, pero ellos planteaban la idea del resguardo frente a la posibilidad de que haya una acción de rescate. Por eso la custodiaban con 300 soldados, algo impactante. A mí me viene la idea de opacidad de una mujer que empieza a interactuar con los personajes que ve y que lee en esos diarios que le tapaban las ventanas. Me atrevo a decir que eso puede ser una buena metáfora que sintetiza bien todo su exilio. Me pregunto si alguna vez logró salir de la opacidad de esa habitación en la que estuvo apenas unos meses, porque después vino un gendarme, Modesto Villaverde, que le mejoró los días y que le permitió romper un poquitito esos papeles para ver el exterior. Pero yo creo que la de ella es una vida opaca.
–Además, por lo que se lee en tu libro, lleva una vida solitaria
–Bueno, ella tiene un hombre que la ayuda mucho que se llama Alfredo García Serrano que es una suerte de colaborador de ella, que la aprecia mucho, que es el que estuvo detrás de este reconocimiento que creo que debía ser entregado en el 2020 y por pandemia se retrasó. Si uno lee el premio dice ‘2020′.
Facundo Pastor se refiere a un galardón que le dieron a María Estela Martínez de Perón el pasado 18 de marzo, cuando la organización española Preserva le otorgó el Premio Hispanidad 2023. Entonces, la expresidenta fue retratada exhibiendo su premio. Reaparecía a la luz pública luego de mucho tiempo.
–¿Cómo la viste a Isabel en esa última fotografía?
–Yo sabía cómo estaba. Sabía que estaba bastante bien. La veo bien en la foto, más allá de sus años. Tiene 93 años. Y le llegó todo junto. Apareció el libro, apareció la distinción...
“Un desencuentro definitivo entre Isabel y la Argentina”
–Te pregunto por el gran enigma que perseguís en tu libro: ¿por qué creés que Isabel guarda ese silencio que vos definís como “abrumador”?
–Durante los dos años que trabajé este libro me hice la misma pregunta y me dije: “¿Tendrá algo para decir?”. El silencio de ella creo que es el silencio de muchos también. Hay algo ahí como un desencuentro muy profundo entre la Argentina e Isabel Perón. Creo que la Argentina no sabe qué hacer con Isabel e Isabel no sabe qué hacer con el país y ahí hay un desencuentro definitivo.
–¿Es un personaje que para muchos es mejor dejar de lado?
–Sí. Muy incómodo el personaje. Es la mujer que tras la muerte de Perón pacta junto a (José) López Rega con los militares la desaparición de las organizaciones revolucionarias de izquierda. Y después, son los mismos militares que toman esa suerte de cercanía donde se había negociado eso para acercársele, a tal punto que la terminan soplando y empujando al vacío, ¿no?
–Isabel vivió con mucha angustia el momento en que la destituyen y su posterior encierro. Incluso contás que eso afectó su salud mental y llegó a escuchar voces ¿Vos creés que, después de tantos años, pudo superar ese mal trago?
–A ella le cuesta mucho hablar del momento en sí del golpe. Es algo que la ensombrece, la enloquece otra vez volver a recordar el momento en que desvían la ruta original del vuelo del helicóptero y al mismo tiempo se da una negociación con cuatro militares muy extorsiva. Le quieren hacer firmar una renuncia por temas de salud, luego la suben al Fokker la llevan al sur. Ella no sabe bien dónde está, tarda en entender dónde está y la dejan encerrada. Eso fue todo muy tortuoso para ella. Era una mujer muy frágil que quedó en la presidencia por un destino inexorable, cuando Perón la sube a la fórmula (Perón presidente-Isabel vice) por distintos motivos políticos de contexto que aburriría explicar. Ella quedó ahí.
–Decís que los militares le quisieron hacer firmar a Isabel la renuncia por temas de salud y ella se negó. Pese a ser una mujer frágil, eso demuestra cierta fortaleza.
–Eso lo único que a ella le genera hoy cierta honorabilidad de los momentos vividos. Dentro de todo lo tortuoso, ella te habla con mucha entereza de ese momento. Cuando quiere transmitir algo de ese episodio del que le cuesta mucho hablar, transmite unas palabras como que ella no dejó su lugar sino que se lo quitaron.
La premonición de López Rega y el último descanso
–En el libro, en los momentos difíciles, Isabel repite a una predicción que le había hecho López Rega en su condición de astrólogo: “Vivirás muchos años más, hasta poder liberar a este bendito país del maligno”. En efecto, ella vivió muchos años más, pero ¿realmente se creyó esa premonición?
–Proteger al país del maligno... algo parecido a cosas que escuchamos por estas horas, ¿no? (ríe). Creo que lo creyó en algún momento como cierto sostén en etapas de mayor debilidad. Pero con el tiempo, después de muerto Perón, de la salida de López Rega, la traición de los militares con los que ella había pactado, su gabinete que no reacciona... ahí se terminó la idea. Si bien ella tuvo una fase espiritista, después busca volver a la espiritualidad católica. Hoy es una mujer muy apegada a Dios. Tiene una relación con su confesor, también con el Papa. Sé que también tiene vínculos con grupos ultra-religiosos católicos de España.
–¿Cómo es la situación actual de Isabel con la justicia? ¿Podría volver a la Argentina?
–Ella tiene una causa que está parada, que es por los crímenes de la Triple A. Tiene una circular roja de Interpol. Pero ella primero que todo tiene un estado de salud que le impide subirse a un avión. Tampoco va a cumplir con lo que en algún momento fue su deseo de ser enterrada en la Argentina.
–¿Sus restos van a reposar en España?
–Sí, ella ya le hizo saber a su entorno que quiere ser enterrada en el cementerio municipal de San Lorenzo en el Escorial, donde hay varios reyes de España. No todos.
–¿Ella se hizo un lugar en la sociedad española luego de vivir tantos años ahí?
–Yo creo que ella tiene un recorrido. Este premio de la hispanidad marca un poco que ella jugó un partido en la alta sociedad. No en la española. En la madrileña, que es una alta sociedad muy franquista, con las damas franquistas, que es muy fuerte. Ella durante muchos años, cuando podía, participaba de esas cenas benéficas y jugaba un partido y una posición allí con un lugar importante, donde también jugaba aquel vínculo de Franco con Perón y de aquella argentina ofreciéndole alimentos a España para paliar la hambruna en la posguerra.
–En un momento de tu libro, te acercás al confesor de Isabel para dejarle un papelito con preguntas para ella. ¿Ella te respondió alguna de esas preguntas?
–Todas las preguntas que le quise hacer a Isabel fueron transmitidas de distintas maneras y te diría que, en su gran mayoría, las contestó. De diferentes formas (sonríe). Todo lo que pude encontrar de su voz en el medio de este silencio está plasmado en el libro.
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