Son las tres de la tarde de un sábado caluroso; afuera es Villa Crespo. Dentro del local de Añe Slot, donde funciona la única pista gigante del histórico Scalextric en Buenos Aires, comienzan a llegar los pilotos que competirán en la Copa Cupecitas, una carrera que reproduce a escala 1:32 los autos originales que corrieron hasta el año 1968. Son una veintena de hombres de todas las edades y cada uno carga una valijita con todo lo necesario para poner el auto a punto: bencina para evitar que las gomas se traben en el recorrido, aceite para las escobillas, ejes de titanio o de acero, llantas de plástico o de aluminio, carrocerías, grasa, alcohol. Un mini taller mecánico donde se guardan todos los secretos de la preparación que los llevará al podio ganador.
El ambiente es amable, la mayoría solo conoce el nombre de sus competidores, aunque varios vienen aquí desde hace 15 años, cuando Añe Slot abrió sus puertas por primera vez. Hay abogados, ingenieros, jubilados, empleados administrativos, un papá que viene con su hijo. No hay mujeres, pero todos recuerdan diversas ocasiones en las que alguna participó.
De todas maneras, nada de eso no importa. Solo se le presta atención a la adrenalina de la carrera que está por comenzar: se prueban los autos para calentar los dedos, se someten a la verificación técnica y se certifica que cumplen con los reglamentos. Mientras tanto, entre vuelta y vuelta, se habla de la historia del automovilismo y nunca falta la referencia a los nombres emblemáticos de ayer y de hoy como Mouras, Ciani, Fangio, Traverso, Ortelli, Hamilton, Schumacher, Cupeiro y la lista sigue. Pararse frente a la pista de Añe Slot con pulsador en mano y apretar el gatillo a fondo, dicen, es mucho mejor que ir al psicólogo.
Ya son las cuatro en punto y seis autos están listos para largar. Rugen los dedos pulsadores y si bien no está el morbo de que choquen en la largada, todo es pura emoción. También están en sus lugares los colegas que no corren en esta serie, se los llama "ponecoches", y ofician de ayudantes para volver a poner el auto en la guía en caso de que despiste. La velocidad aumenta cuando llegan a la recta alcanzando 22 km, algo así como unos 687 km por hora si se hace la cuenta aplicando la escala 1:32. La lucha se concentra en dos cupecitas, rojo y azul disputan el primer puesto a puro gatillo.
"Para correr se necesita auto propio, pulsador y entrenamiento, ese es el kit básico. El Slot (tal como se llama el juego, porque Scalextric es la marca) es el arte de acelerar o frenar graduando la fuerza con la que se aprieta el pulsador. Es una habilidad que se entrena hasta que se conoce la pista de memoria; hay gente que viene todos los días, otros vienen directo a la carrera, otros solo "andan" sin competir. Este juego fue un ícono para muchas generaciones y mantenerlo vivo es no perder cierto patrimonio cultural. Además, es una pasión que se transmite de padres a hijos. Acá hay chicos de 40, 50, 60 y más años también. Cuando el auto arranca es como estar arriba, se pone el cuerpo", dice Alberto Marcolongo, alma mater de Añe Slot.
Fanático de los motores
Alberto es fanático de los motores desde que nació. Con orgullo muestra un autito rojo y un casco que descansan en la vidriera de entrada del local: "es la réplica del auto y el casco con el que corría mi papá Oscar, que fue piloto de Turismo Nacional; director del equipo Fiat y coordinador de Lancia en Argentina. Yo me crié en una casa donde el automovilismo era cosa de todos los días". Le hubiera encantado ser diseñador de autos y para eso estudió ingeniería, pero rápido supo que iba a ser difícil dedicarse a su vocación. Tras 30 años de trabajar en recursos humanos empezó a preocuparse por el futuro. "Había hecho cursos de micro emprendedores y me decían que debía armar un proyecto basado en algo de lo que yo supiera mucho. Imaginate que yo juego con autitos desde antes de que existiera el Scalextric, eran tracción a sangre. Tenía muchos Dinky Toys, Marklin, Sólido. Con un amigo abrimos este local que en aquel momento también era videoclub. Más tarde seguí solo con el slot", recuerda.
Pasó el tiempo, la pista original de 45 metros hoy tiene 74. El diseño es libre, sería imposible por una cuestión de espacio reproducir un circuito real. Al menos en los términos puristas en los que trabaja Alberto. En las ampliaciones se sumaron curvas peligrosas, una recta de 14 metros, decoración a escala en la que no faltan mecánicos, promotoras, público, bomberos y un helicóptero para emergencias, un centro comercial y un palco especial: "¿Ves este muñequito? Es Enzo Ferrari", dice con admiración.
Su amor por el automodelismo se profundizó en 1960, cuando llegó al país el Scalextric inglés, una modernidad total para la época. El juego fue inventado en 1952 por el ingeniero británico Fred Francis y lo llamó Scalex. Eran autos a cuerda que iban enganchados a la pista con un resorte. Más tarde les agregó motor eléctrico y así surgió la palabra "Scalextric" y el juego mítico de miles de fans en todo el planeta. A mitad de los años 60 se comenzaron a producir versiones nacionales y las pistas gigantes fueron furor en distintos barrios. Hasta se corrían campeonatos interbarriales, pero un día se descubrió que el juego de niños también incluía apuestas y por mucho tiempo estuvo prohibida la competencia.
El Slot europeo, este que se juega en Añe, se diferencia del Slot americano justamente por la magia de los autos. Marcolongo explica: "En el slot europeo se privilegian las réplicas exactas de autos que corrieron en la vida real. En cambio, en el Slot americano solo importa la velocidad, son chasis de plástico donde no importa la estética ni la decoración de la pista, es otra cosa. ¡Mirá estos que son las réplicas de varios ganadores de Le Mans, hay Scalextric originales, los autos de James Bond, de Rápidos y Furiosos, el que se hizo especialmente para celebrar los 60 años de Corvette, hay autos de TC Histórico, de TC Pick Up!", dice mientras recorre las vitrinas de su colección a la venta.
Es sábado y se corre TC histórico y Cupecitas, pero los miércoles y viernes también se queman llantas en otras categorías. Puede ser con imán o sin imán y si bien la del TC histórico es la que suma más adeptos, también hay TC Pick Up, Copa SCX y Copa Scalextric con autos de ambas marcas. "Están los que son fanáticos de una categoría y de un tipo de auto y también se reproduce la histórica rivalidad entre Ford y Chevrolet. Tengo clientes que me dicen: "¡No toco ese auto porque es Ford!". Yo me río, no tengo preferencias y pienso que son autos exactamente iguales, con el mismo motor, solo que tienen carrocerías distintas".
El ejemplo alcanza para reflejar la política de Alberto a la hora de llevar adelante su negocio: si bien tiene taller propio para arreglar sus autos, trata de no involucrarse con la preparación de los de sus clientes. No participa de las carreras, solo las organiza y tampoco asesora en la puesta a punto. "Es una cuestión ética", sostiene con convicción.
Mientras tanto, ya se corrió la primera serie y es el turno del siguiente pelotón de pilotos. "Vengo hace 12 años, soy abogado. Entreno con mi muleto, que es el auto lo más parecido al que usás cuando corrés. Porque ése lo usás lo menos posible, se guarda para el momento de la competencia. Tengo además el hobby de hacer figuras en plomo, así que varios de los banderilleros que ves en la pista los hice yo. Es un ambiente tranquilo, charlás con gente con la que compartís la misma pasión, cada uno corre con el auto del que es hincha. Yo soy de Chevrolet. De hecho, trabajé cuatro años en Ford y no me subo a ningún auto de esa marca. La última vuelta es la definitoria, si el auto está en perfecto estado, todo depende de vos. Ya gané 73 carreras y llevo bastante dinero invertido, serán unos $3000 al mes", dice Roberto Del Busto.
Guillermo Vivanco tiene 57 años, es ingeniero y coleccionista: "Creo que tengo unos 3500 autos de todas las categorías y de todos los tiempos". Toma su celular y muestra sus fotos: "tengo en una habitación especial con las vitrinas donde están los autos. Mi primer auto me lo regaló mi papá, me hubiera gustado ser piloto, pero mi mamá quiso que estudie. Acá nos une la pasión, pero también la camaradería, nos conocemos todos. Me gusta sentarme en mi habitación de colección, tengo taller, a veces solo miro las vitrinas, es un enorme placer porque cada auto que compré tiene un motivo. Tengo autos del Dakar, del Rally, de Fórmula 1. Mi auto favorito es el de un corredor que se llamaba Acuña, un coupé Chevy que tenía la propaganda del negocio de mi papá en la trompa (somos de Villa Cañás) y una Liebre 2, que es el primer auto que compré cuando tenía 9 años".
"Los autos vienen armados, pero siempre se pueden mejorar mientras se respete el reglamento. Se pueden cambiar gomas, diámetros de llantas, distintas relación de piñón y corona. Para correr, el motor no se puede tocar en ningún caso. El auto más económico sale unos $2500 y de ahí para arriba. Hay autos exclusivos, de series limitadas, que pueden llegar a salir más de $10.000. Pero promedio, por unos $6000 ya tenés un auto importante", remata Marcolongo.
La carrera llega a su fin. Hubo varios vuelcos, despistes y curvas tomadas con nerviosismo. La computadora cuenta las milésimas de segundos en las vueltas de cada piloto y se anuncian los ganadores que dan un paso al frente para recibir sus copas, también en miniatura. Los sábados suele haber explosión de champagne y vítores al ganador.
Ya no se sabe qué hora es. Cada auto vuelve a su cajita y la pasión tuerca solo entra en compás de espera hasta el siguiente encuentro.
Añe Slot está en Scalabrini Ortiz 818; tel.: 4775-5165. Se puede correr sin reservar. Por cada carril, se puede correr entre 5 minutos a $70; 10 minutos a $80, 15 minutos a $95, 20 a $110 y media hora por $135. Si se tiene auto propio, se puede sacar abono sin fecha de vencimiento. Y si el auto es nuevo y se compra en el local, el tiempo del abono sin límite de caducidad se duplica. Las carreras tienen inscripción aparte. Los más chiquitos también tienen opciones en pistas más cortas, con menos voltaje eléctrico.
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