Soñaba con ser camionero, pero terminó trabajando en el negocio del padre, hasta que un verdadero amor lo llevó al abismo y la felicidad
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Desde pequeño, Nicolás sentía fascinación por los camiones. Oriundo de Federal, Entre Ríos, jugaba con ellos y los veía pasar, imponentes y aventureros. Los años pasaron y aquella pasión creció en él, hasta que un día tomó la resolución de abandonar la escuela para sumergirse en el mundo de los camiones de manera profesional y definitiva. Su familia contaba con los recursos justos y siempre lo había alentado a focalizarse en el negocio familiar, sin embargo, Nico sabía que no sería feliz por aquel camino.
Durante los siguientes años intentó cumplir sus sueños, pero la vida trajo consigo ciertas amarguras en su entorno y su plan, de pronto, quedó ahogado. Aun así, no todo estaba apagado en la vida de Nicolás, un joven que disfrutaba salir con sus amigos y flirtear con las jovencitas de su ciudad.
“Fue en alguna de esas ocasiones que conocí a una chica”, rememora Nicolás, quien por aquellos días tenía apenas 21 años. “Siempre fui muy pasional con el tema de las mujeres. En el 2005 me puse de novio y a los ocho meses ya estaba casado”.
Seguir el mandato para complacer a la familia
Su deseo de vivir una vida entre camiones había quedado atrás. Con la responsabilidad de un matrimonio a cuestas, su padre -dueño de una zapatería- lo llevó a trabajar para él, a fin de que pudiera llevar un sustento a su hogar.
Cada mañana, Nicolás se dirigía cabizbajo al local, odiaba su empleo, esa era la verdad, e intentaba hacerle comprender a su padre que era tiempo de reflotar sus deseos auténticos y forjarse su propio camino e identidad: “Pero tanto mis padres como mi mujer adoptaron una postura firme: esto es lo que tenés que hacer y a esto te vas a dedicar”.
Los años pasaron y el joven dejó de insistir. Y un día, para terminar de complacer a su esposa y a sus progenitores, decidió hacerse cargo del negocio. La vida, de a poco, se tornó gris, aunque viera al sol brillar.
Un cambio inesperado: “No podía dejar de pensar en ella”
2010 prometía traer mejores vientos. Su mujer le anunció que estaba embarazada y en Nicolás creció la ilusión de comenzar una etapa luminosa en su vida. Y así fue, aunque no de la manera esperada.
Hasta entonces, él creía que llevaban una vida de matrimonio normal, aun siendo consciente de que la felicidad no flotaba en el aire. Pero fue a partir de mayo del 2011, con la llegada de su hijo al mundo, que algo terminó de quebrase: “Mi esposa se puso rara”, cuenta Nicolás. “Pero lo tomé como algo entendible, al ser madre primeriza. Creía que así era la vida, que las parejas se alejaban, que así funcionaba todo”.
Con el tiempo, la distancia prevalecía y la tristeza de Nicolás se acrecentaba, hasta que todo cambió en diciembre de aquel 2011, cuando su hermano – que tenía un comercio pegado al suyo- contrató a una joven como secretaria.
“Al verla, todo se transformó”, confiesa. “Comenzamos a hablar y para mí fue muy raro, me gustaba mucho y no podía dejar de pensar en ella. Pronto supe que le ocurría igual, pero, por supuesto, no quería saber nada porque yo estaba casado”.
“Mi experiencia me enseñó que hay que jugarse por amor”
El verano estaba llegando a su ocaso, pero las charlas entre Nicolás y su vecina parecían no poder cesar: lo inevitable golpeó a la puerta. Sucedió en marzo, un 18, un día que él jamás olvidará: “Hicimos una escapada juntos y a partir de ahí jamás pude dejarla”, asegura. “Ella era todo lo contrario a lo que yo jamás había vivido con las mujeres y lo que había creído toda mi vida”.
Para Nicolás no fue fácil separarse, pero su camino jamás podría haber sido otro. Junto a sus emociones irrefrenables, pudo comprender que era tiempo de dejar de posponer su vida y sueños por los demás. Se dispuso a emprender un nuevo comienzo con ella, la mujer que hacía tiempo amaba.
“Los primeros años no fueron fáciles ya que estuve peleado con toda mi familia, fue muy duro. Dejé mi negocio, casa, vehículo, todo a mi ex y me fui a una pensión donde dormía en una caja. La pasé muy mal”.
“Pero ella, mi amor, jamás dejó de acompañarme. Me enseñó a vivir de una manera que no conocía, me ayudó a ser una mejor persona y hoy me doy cuenta de que es la mujer de mi vida, la amo y la elegiría otra vez a pesar de todo”, se emociona. “Mi experiencia me enseñó que hay que jugarse por amor”.
“Quiero que sepan que el amor siempre llega y siempre vence, jamás se rindan. Yo no lo hice y fue la mejor decisión de mi vida”.
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