Hace 31 años, tomó un cuchillo de la cocina y le cortó el pene a su marido mientras dormía; el caso hizo eco en todo el mundo y sus protagonistas aún son noticia
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Ni siquiera ellos saben con precisión qué ocurrió aquella noche del 23 de junio de 1993. John Bobbitt llegó a su casa tarde y borracho. Al entrar en el dormitorio matrimonial cayó rendido como una palmera talada. Las primeras versiones periodísticas, jamás comprobadas, sostuvieron que antes de dormir violó a su mujer. El testimonio de Lorena Bobbitt no aportó mucha luz, ya que declaró no recordar nada. Los peritos de ambas partes coincidieron luego que se encontraba en un “rapto temporal de demencia”. Lo que está fehacientemente comprobado es que cuando descubrió que su marido dormía, tomó un cuchillo de la cocina y le cortó el pene.
Lorena atacó y huyó. Se subió a su auto, un Mercury Capri, y salió raudamente con parte del miembro ensangrentado en su mano. Cuando se dio cuenta de que no podía seguir manejando así, abrió la ventana y lo lanzó al jardín de un vecino. Poco después, fue detenida e interrogada por la policía.
John despertó en medio de ese caos, con dolor y rodeado de su propia sangre. “Apliqué presión en mi zona íntima antes de buscar la ayuda de un amigo, que gritó desaforadamente. Al llegar al hospital, los médicos me preguntaban de qué parte del cuerpo emanaba la sangre. Me pidieron ver las muñecas, pero yo les señalé mi pene para explicar de dónde provenía la hemorragia. Los médicos, cuando vieron la herida, se espantaron”, recordó en distintas entrevistas.
Se conocieron en un baile
Se conocieron en 1988, en un baile de oficiales. Lorena había llegado con una amiga y John Bobbitt se paseaba por la pista con su uniforme de marine. “Ella parecía tímida e inocente, así que fui y le pedí que bailara conmigo. Comprendí que apenas podía hablar inglés, entonces le di un papel con mi teléfono y le dije: ‘Este es mi número. Llámame’”, “, recordó John Bobbitt.
Nacida en Ecuador y criada en Venezuela, Lorena Gallo estaba en los Estados Unidos con una visa de estudiante. Para subsistir, ejercía la profesión de manicurista.
Luego de aquella noche, comenzaron a salir. La pareja creció demasiado rápido. John Bobbitt luego declaró que Lorena y su madre comenzaron a presionarlo con la idea del casamiento. No lo hacían por amor, aseguró: estaban urgidas porque su visa estaba a punto de expirar. Finalmente, “bajo presión”, John accedió a casarse con una modesta ceremonia. “Yo estaba feliz,” dijo Bobbitt, que usó uniforme militar el día de su boda. “¿La amaba? Bueno. Pensaba que sí”, agregó.
Su mudaron juntos y se asentaron en Manassas, Virginia.
Una noche de furia
El 23 de junio de 1993, de la noche a la mañana, los Bobbitt pasaron del anonimato a las primeras planas de todos los diarios del mundo. Cada detalle en su historia fue explotado por los medios de comunicación. El hecho, tan complejo como inédito, hizo que The New York Times imprimiese por primera vez en un título la palabra “pene”. Su manual de estilo señalaba que debía ser llamado “órgano sexual masculino”, pero los diseñadores reclamaron que tantos caracteres comprometían la construcción de los titulares.
Años más tarde, John contó que en el momento no se dio cuenta de quién lo había lastimado. “Lo hizo tan rápido y corrió tan rápido que pensé que tal vez vi un poco de ella en mi periférico saliendo por la puerta del dormitorio”, relató.
Esa noche, después de la tragedia, John tuvo algo de buena suerte. La policía halló la parte del pene mutilado gracias al testimonio que dio Lorena en la comisaría. Un oficial lo recogió y lo llevó en un recipiente con hielo al hospital. Su actuación fue providencial: gracias a una cirugía que duró 10 horas, los médicos lograron injertárselo a tiempo.
Comenzó luego la batalla judicial. Estados Unidos se paralizó durante los debates. Frente al tribunal, los Bobbitt dieron a conocer muchos detalles de su relación, marcada por una inestabilidad emocional de los cónyuges y varios episodios de agresión física.
Lorena declaró que John había abusado “sexual, física y emocionalmente” de ella durante años. Al mismo tiempo, mientras la golpeaba, hacía alarde de sus infidelidades. Los abogados defensores de Lorena argumentaron que el constante abuso disparó una reacción en su cliente definida como “un factor de autodefensa psíquico”.
John Bobbitt negó las acusaciones de abuso, pero muchas de sus declaraciones se contradecían con los hechos y nunca logró ser creíble para la opinión pública.
Lorena también contó que como pareja tenían graves problemas financieros. Los atribuyó a John y agregó que él le había robado dinero en varias ocasiones. Cada nueva acusación renovaba el interés de la prensa, los devolvía a la primera plana de los diarios.
Los peritos de ambas partes coincidieron que para el año del sangriento hecho, Lorena vivía en un estado “de miedo y alerta” cada vez que estaba con él.
Finalmente, el trámite judicial favoreció a ambas partes. Un jurado compuesto por nueve mujeres y tres hombres absolvió a John del cargo de “agresión sexual marital”.
Al mismo tiempo, Lorena fue declarada “no culpable”. Si bien no pudo negar el ataque, los peritos de ambas partes confirmaron que su accionar estaba condicionado por el estado mental en el que se encontraba en ese momento. Fue sometida a una evaluación de 45 días en un hospital y luego fue dada de alta.
Recién en 1995, dos años después del incidente, Lorena y John se divorciaron.
Dos bodas, una breve carrera en el porno y más amputaciones
John Bobbitt había alcanzado un alto nivel de fama de manera inesperada. Después del divorcio, no mantuvo un perfil bajo, ni mucho menos: se convirtió en actor de películas porno. El interés de los productores, todo el morbo, se resumía en mostrar cómo le había quedado aquello luego de ser amputado y reinjertado.
Su primera película se llamó “Sin cortes”. Con sus primeras ganancias en el mundo del “triple x” John se sometió a otra operación, esta vez para aumentar el tamaño de su pene. Decía que la operación de 1993, en la que se lo reinsertaron, lo habían desfavorecido. Como si hubiese perdido algo entre el corte y el injerto. Finalmente, cuando le dieron el alta, realizó dos películas más. Su mayor éxito fue “Frankenpenis”.
Durante su breve paso por la industria del cine porno, John Wayne Bobbitt hizo una gira mundial para promocionar sus películas. Así, en 1994, llegó a la Argentina. El 20 de abril ofreció una conferencia de prensa en la confitería Áfrika del Hotel Alvear: “El video que ustedes podrán ver cuenta toda la historia con Lorena, antes y después del incidente. El corte de mi pene no está de manera muy explícita, porque normas legales impiden escenas de extrema violencia. De todos modos, es lo más realista posible”, dijo.
Desfiló por distintos programas de televisión, se sometió al detector de mentiras de Chiche Gelblung, y salió de gira por la noche de Buenos Aires, donde se fotografió junto a Silvia Süller. También generó cierto revuelo político. La concejala porteña Patricia Siracusano, de la UCeDé, repudió la visita y presentó un proyecto para que el Concejo Deliberante declarase “persona no grata a Bobbitt por los actos de prostitución encubierta programados por el norteamericano”. No tuvo éxito.
Sin embargo, al poco tiempo, cuando dejó de ser novedad, el público perdió interés por el mutilado John. Los productores dejaron de convocarlo y el dinero le duró un suspiro.
En 2001 se casó nuevamente, esta vez con una mujer llamada Dootie Brewer. Pero el matrimonio solo duró dos meses: Brewer solicitó el divorcio alegando que su esposo la había agredido en múltiples ocasiones. Bobbitt repetía los mismos comportamientos que desencadenaron la reacción de su primera esposa, Lorena.
Después de separarse de Brewer, sin ingresos y apretado por las deudas, regresó a Manassas y visitó el tribunal donde tuvo lugar el juicio de 1995. ¿Qué pretendía? Pidió a la Justicia que le devolviese el cuchillo que su exesposa había usado para cortarle el pene. Creía que le pertenecía y quería venderlo en eBay…
En 2002 volvió a apostar al amor. Se casó “en terceras nupcias” con la modelo Joanna Ferrell. Pero la historia se repetiría: en 2004, Joanna solicitó el divorcio debido al maltrato al que John la sometía. Curiosamente, otra vez Bobbitt fue absuelto, pero ya nadie creía en su inocencia.
La historia de John Wayne Bobbitt, a lo largo de los años, fue de mal en peor. Cuesta abajo. En 2020 volvió a ser noticia porque sufrió dos nuevas amputaciones que lo afectaron considerablemente: le cortaron dos dedos de su pie derecho.
Y más tarde, el universo le propinaría un golpe más. Fue en abril de este año cuando le amputaron el resto de sus dedos de los pies. Esta vez, la causa se atribuyó a una condición médica llamada polineuropatía periférica tóxica, que tendría su origen en la década de 1980, cuando todavía trabajaba en la Armada estadounidense. El agua de la base militar de Camp Lejeune habría estado contaminada y Bobbitt la habría consumido. La víctima del incidente reveló en una entrevista con The Sun que esta condición causó no solo un daño significativo en los nervios, sino también osteomielitis, una inflamación del hueso ocasionada por una infección, generalmente en las piernas, los brazos o la columna vertebral.
Hoy en día, Bobbitt sobrevive de trabajo en trabajo. Se presume que vive en Las Vegas.
Cómo siguió la vida de Lorena
Lorena Bobbitt volvió a usar su apellido de soltera. Se presenta como “Lorena Gallo”. Cambió su color de pelo, ahora es rubia. Y sigue viviendo en Manassas: “Este es mi hogar. ¿Por qué tendría que mudarme y dejar que salga ganando él?”, dijo el año pasado en una entrevista con ABC España.
Le costó dejar de ser “la chica que le cortó el pene al marido”. Así lo explica: “Después del juicio, no había día en que fuera al supermercado sin que alguien dijera: ‘¡Oh, Dios mío, la conozco!’. Y yo solo quería cuidarme a mí misma y a mi familia. Tener una vida normal”, recuerda.
Su versión de lo que ocurrió aquél 23 de junio de 1993 está al alcance de todos en el documental “Lorena”, disponible en Prime Video.
En 2004 conoció a su nueva pareja, con quien tuvo a una hija. Dice que finalmente la vida la bendijo con un feliz matrimonio. Dirige la fundación Lorena’s Red Wagon que brinda asistencia a las víctimas de violencia de género.
Si bien hoy es “Lorena Gallo”, su sitio web le menciona a veces como Lorena Gallo Bobbitt. Esta fue la explicación que dio hace 4 años en una entrevista con LA NACION: “Me me da una voz para luchar en contra de esta violencia de género. Para utilizarlo como una plataforma para generar algo positivo. Sí, algo negativo pasó en mi vida, pero ahora lo estoy cambiando en algo transformador. Que es llevar conciencia de lo que esta epidemia social de violencia doméstica genera. Las mujeres siguen muriendo. No somos estadísticas. Somos vidas. Esto está pasando y tenemos que hacer algo. El apellido Bobbitt me da la posibilidad de hablar de esta situación”.
En 2009 un programa la reunió, frente a cámaras, con su ex marido, John Bobbitt, en un estudio de televisión. Allí Lorena contó que él le enviaba flores cada 14 de febrero, para San Valentín, el día de los enamorados. “Porque sigue enamorado de mí”, dijo, sin que John la desmintiese.
Lorena tiene una opinión muy crítica sobre cómo se abordó lo ocurrido en 1993. “Los motivos por los que lo hice no le importaban a nadie. Solo se centraban en eso”, dice Lorena. Está convencida, y no se equivoca, que todos hicieron foco en lo que sucedió con el pene de su marido. En cómo fue cortado, cosido y luego, un par de años más tarde, alargado quirúrgicamente. Lo demás, su historia personal y su calvario, quedaba siempre en un segundo plano.
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