Sierras de Córdoba: estancias y hoteles con encanto particular y lejos de las aglomeraciones
CORDOBA.- Por la pandemia de coronavirus y los cuidados que implica, una opción que crece este verano es la del turismo en alojamientos más alejados del movimiento, con disponibilidad de espacios para realizar actividades sin traslados extras y la posibilidad de combinar relax y esparcimiento. La Argentina en general tiene muchas opciones de este tipo y en Córdoba también abundan. Hay estancias que dejaron de explotarse en la producción agropecuaria y casonas que extranjeros supieron comprar para vacacionar. Todos los establecimientos cuentan con programas como cabalgatas, trekking, yoga al aire libre, spa y buena gastronomía serrana.
La Granadilla
Enclavada al pie de las Sierras Grandes en el Valle de Calamuchita, el casco de la estancia está a tres kilómetros del pueblo de San Clemente. En 1883 era explotada como estancia y se inició como hotel en 1938; es la primera en la provincia de su tipo. Hace 53 años pertenece a la familia Inaudi Bonadero. En temporada alta recibe solo a familias con niños; hay espacio para 12 (55 personas) y para llegar hay que tener reserva previa. La invitación es a una "experiencia de vida, a disfrutar los placeres sencillos", como actividades organizadas para chicos, cabalgatas, guitarreadas y comidas caseras. Todo se desarrolla en el mismo campo durante siete días.
La estancia cuenta con un predio de 800 hectáreas entre valles, bosques y montañas surcadas por arroyos; hay cría de vacunos y guarda de equinos. El lugar está a 1.100 metros de altura, en medio de un bosque forestado en 1920. Hay diferentes construcciones, con habitaciones dobles, triples, departamentos y chalets (que datan de 1883, 1920 y 1940) que rodean al casco central y donde se brindan todos los servicios. Como la propuesta es "el desenchufe", no hay televisión ni teléfono ni música funcional en los cuartos. El wifi es limitado, no para uso recreativo.
La comida es "casera, sana y rica", según cuentan los dueños. El alojamiento es con pensión completa. Todos los entretenimientos están en el mismo campo: caminatas, futbol, tenis (de arena y limo de uso recreativo), vóley, bochas, metegol, ping-pong, juegos infantiles, arroyos o simplemente la pileta (no climatizada). También se puede disfrutar de las ollas de los ríos y arroyos cercanos: Olla del César; Olla Grande; Pozo de las Rubias y Olla de Los Higos, a todas se llega caminando. Otros paseos posibles son Villa Gral. Belgrano; La Cumbrecita y Alta Gracia (todo entre 60 y 90 minutos de auto).
La Lejanía
Hotel estancia en Traslasierra, ubicado a ocho kilómetros de Nono, al pie de las sierras de los comechingones, cuenta con alojamiento para 50 personas y pensión completa. Una familia alemana fue la primera dueña y, desde entonces, se llama La Lejanía. Comenzó siendo –años después de la Segunda Guerra Mundial- su vivienda y casa de té. Treinta años fue así hasta que la viuda Rita Molter la vendió a un francés que era un asiduo huésped. Se trataba de Henri Paul Barret, ejecutivo de Renault que, en los años difíciles de la dictadura y la guerrilla, se alojaba allí. Después de 25 años la vendió a los actuales dueños, Diego Carranza y Amparo Castellano.
El lugar, por su ubicación, tiene una magia particular. Cuenta con 16 hectáreas con bajada al río y playas a las que solo llegan los huéspedes. Las cabalgatas y el trekking –con recorridos para distintos tipos de estado físico- son dos de las actividades más buscadas por los visitantes. Hay pileta, cancha de tenis, mini golf y cancha de bocha. En los dormitorios no hay televisión ni internet. Antes de visitarla hay que hacer reserva.
Para quienes quieren realizar paseos por el entorno, en Nono está el Rocsen, un polifacético museo que reúne más de 20.000 piezas traídas de todo del mundo. La localidad cuenta con balnearios de extensas playas sobre el río Chico, uno de los más populares es Paso de Las Tropas; otra opción es Los Remansos. La plaza es otro de los atractivos porque las construcciones que la rodean le dan un aire de pueblo detenido en el tiempo.
La Ernestina
Localizada entre Potrero de Garay y San Clemente (entre los departamentos Santa María y Calamuchita), el lugar cuenta con ocho cabañas de madera y piedra. Con casi medio siglo de historia, se inició como una explotación foresto industrial y se fue conformando hasta alcanzar las 1600 hectáreas. Toda la zona está forestada con distintas especies del mundo que conviven con pinos y un bosque nativo. El proyecto turístico comenzó hace 20 años y hoy tiene capacidad para 47 pasajeros. Sus responsables recomiendan una experiencia de cuatro días como mínimo para conectar con la naturaleza. Hay opciones para elegir desde solo desayuno a pensión completa.
Hay diferentes actividades siempre conectadas con la naturaleza, como el trekking que lleva a cascadas, miradores y remansos, todos en el mismo predio; yoga que se practica con caballos, es una combinación de meditación, yoga y terapia equina para quienes quieren descubrir una experiencia distinta de relax y está la posibilidad de un "baño de bosque", una práctica japonesa orientada a combatir el estrés a través del contacto cercano con lo natural. Los amantes de la tierra pueden participar de la cosecha de vegetales y frutas de la huerta orgánica.
El lago Los Molinos está a 16 kilómetros de la estancia y es una opción para quienes disfrutan de los deportes náuticos; el colorido pueblo de San Clemente está a menos de diez kilómetros. Otros recorridos vecinos son visitas a Los Reartes y Villa General Belgrano.
Redil del Paraíso
El lugar donde está el hotel perteneció a 24 hectáreas que tenía Ramón Cabezas en La Cumbre; sus edificaciones fueron construidas por el arquitecto francés Leon Dourge que a comienzos del siglo pasado estuvo a cargo de muchas de las viviendas de la zona. La casona principal se terminó en 1922 y después se le sumaron el salón de los conciertos, la carpintería, las casas para el personal, el espacio para guardar los botes y el lago artificial. En 1969 fue comprado por el escritor Manuel Mujica Laínez, que vivió en la casa principal hasta su muerte en 1984. El hotel está detrás de El Paraíso, que hoy es museo, en lo que fuera la casa donde vivieron las tías de Manucho.
En sus momentos de esplendor en el lugar había botes para recorrer la laguna; todavía se ven las argollas donde se ataban amuradas en la pared de contención. La creadora del hotel es Marisel Delfabro, quien intenta rescatar la "magia" que siempre lo dominó. Cada una de las siete suites lleva nombre de escritores y de pintores: Frida Khalo, Van Gogh, Picasso, Hesse, Borges, Cortázar y Hemingway. Hay pileta y spa y un restaurante especializado en comida mediterránea. El nombre responde a la idea de "hogar, lugar de reunión, protección".
También se ofrecen recorridos por las cercanías: al dique Los Laureles, al que se llega por un camino de montaña; al mirador Cuchi Corral con la vista del río Pintos y la pista de Parapentes; al cerro Uritorco; a Los Terrones y Ongamira o al dique Los Alazanes, que es el de mayor altura de la provincia y en el que se hace pesca deportiva de trucha con devolución (se llega con caminata o cabalgata).
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