El capitán de navío (Re) Molini cuenta cómo fue el primer combate aeronaval de la guerra en el Atlántico Sur entre un barco argentino (”una cáscara de nuez”) y un helicóptero artillado inglés
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El capitán Rafael Molini protagonizó una de las batallas más disparejas de la Guerra de Malvinas. Y también la persecución más disparatada. Aun hoy, 42 años después, no puede contener la risa cuando lo recuerda. “¿A quién se le ocurre perseguir a un helicóptero con un buque?”, repite. Su historia se repite como leyenda en la Armada Argentina.
A pesar de haber sido diseñado para otros fines, el ARA Forrest tuvo mucha acción en Malvinas. Era un barco prácticamente indefenso, sin más armamento que los fusiles FAL que llevaban sus 17 tripulantes, entre los que había seis conscriptos.
Durante el conflicto, el Forrest navegó más de 2 mil millas. Participó en todo tipo de misiones: rescató náufragos, remolcó buque averiados, llevó apoyo a guarniciones, exploró aguas dominadas por los ingleses y también trasladó a comandos por el archipiélago.
Rafael Molini fue su comandante durante la guerra. Hoy, a los 74 años, revive junto a LA NACION uno de los capítulos más increíbles de su campaña en el sur, donde combatió con el grado de teniente de navío.
“Pero profe, ¡usted desayunó con whisky!”
Recuerda Rafael Molini: “En 1982 fui dado de pase a la Escuela Naval Militar como jefe de año. Una mañana, cuando me dirijo a la Escuela, un profesor me dice: ‘Molini, ¿se enteró de lo que pasó anoche?’. En ese momento estábamos en un gobierno militar y la verdad es que pasaban una tonelada de cosas... ‘No’, le digo. A lo que me responde: ‘¡Tomamos las Islas Malvinas!’. Yo me largué a reír porque pensé que era un chiste. ‘Pero profe, usted desayunó con whisky’, le contesté. Pero no, era cierto. En ese mismo instante supe que íbamos a entrar en guerra. No tenía ninguna duda”.
Ese mismo día, Molini recibió la orden de presentarse en el Edificio Libertad. sede de la Armada Argentina, “de inmediato”. Allí le dijeron su nuevo destino: el recién creado Apostadero Naval Malvinas.
“Fui a Abastecimientos Navales. Ahí me proveyeron de todos los elementos más que suficientes para desempeñarme durante todo el período de la guerra. De ahí volamos a Río Gallegos y luego a Puerto Argentino. Al día siguiente, cuando me levanto, se me acercó el comandante naval en Malvinas y me dijo ‘Molini, fue designado comandante del Forrest’”, recuerda.
-¿Conocía ese barco?
-No, porque era un buque oficial del Estado inglés. El Forrest era un barco de apoyo a la comunidad que navegaba entre las dos islas, con seis marinos aproximadamente. Visitaba todas las estancias, también hacía trabajos de Hidrografía y Oceanografía.
Tras la recuperación de las Islas Malvinas por parte de las tropas argentinas, tres buques que pertenecían a la gobernación británica fueron capturados y puestos en servicio por la Armada Argentina. Ellos fueron: ARA Forrest, ARA Monsunen y ARA Penélope.
-¿Qué pasó con la tripulación original del Forrest?
-Al día siguiente nos recibió el capitán del buque. Me saludó, lo saludé muy cordialmente y ahí me di cuenta de que no había ningún inconveniente. Eran civiles, no tenían armas. Empezamos una charla amena y en determinado momento le dije al capitán: “A mí me gustaría zarpar ahora para hacer una prueba de navegación hasta las afueras de la ría”. Y le pregunté si me podría transmitir alguna experiencia. Él me dijo que sí, que no tenía problema en salir a navegar y colaborar con nosotros. Solo me pidió que no comentara nada en el pueblo, porque podría haber una reacción negativa hacia él. Navegamos dos, tres horas, y tomamos puerto de nuevo. Yo le ofrecí que se quedara a navegar con nosotros, cosa que no me resultaba simpática, pero me habían dado la orden de ofrecérselo. Le dije que se les iba a pagar el mismo sueldo de siempre... Y si elegían desembarcarse, lo mismo se les iba a pagar el sueldo mensual que les otorgaba el gobierno de la isla. Él me respondió: “Disculpe, capitán, pero dentro de unos días aquí se va a combatir y nosotros tenemos que estar con nuestra familia. Así que, bueno, él se fue y desembarcó. Fue algo muy particular. Cuando se fue, parecía que estuviera dejando un hijo. Yo le dije: ‘Capitán, quédese tranquilo, que le voy a cuidar su buque’”.
Las dos etapas del Forrest en la guerra
Molini dice que la campaña del ARA Forrest en la Guerra de Malvinas puede dividirse en “un antes y un después del 1ro de mayo de 1982″. No sorprende: aquel día comenzó formalmente el combate en las islas. De acuerdo con su relato, durante la primera etapa el buque cumplió tareas de patrullaje. Pero en la segunda etapa, prácticamente desarmado, se vio obligado a entrar en combate.
“El 1ro de mayo estábamos navegando por mar abierto, por el norte, junto al guardacostas Islas Malvinas, de Prefectura. Esperábamos una oportunidad para ingresar a Puerto Argentino. De pronto giro y veo que detrás nuestro, desde un islote, asoman dos helicópteros ingleses. Pero solo uno se aproxima a nuestra posición. Tenía una ametralladora y empezó a disparar contra nosotros y contra el buque de Prefectura”, recuerda Molini.
Se trataba, lo supieron todos al instante a bordo del ARA Forrest, de un helicóptero artillado Sea Lynx, una nave que puede disparar también misiles.
-¿Cuál fue su reacción?
-Dentro del Forrest saltó todo por el aire: vidrios, de todo... Los que estábamos en el puente fuimos a la banda de babor para protegernos. Yo tuve 2 o 3 segundos de inmovilidad total, hasta que me cayó de nuevo la ficha y dije ‘¡Soy el comandante!’. Me fui con mi fusil al puente de señales y empecé a gritar órdenes. Ahí comenzamos a responder al ataque con lo que teníamos.
-El Forrest no era un buque militar. ¿Qué armamento disponía?
-¿El buque? Ninguno, no tenía armamento. Respondimos con nuestros fusiles, con los FAL (sigla formada por las iniciales del Fusil Automático Liviano).
-¿Qué pasó con el buque de Prefectura?
-A ellos le hirieron a un hombre, le abrieron el estómago con un proyectil 12.7. En medio del ataque, el capitán del guardacostas me dijo que se iba a destacar a Puerto Argentino para atender a su herido.
-¿Cómo siguió el combate?
-Uno de los helicópteros, el que se mantuvo lejos, se fue hacia el sur. Y el otro, el que nos disparó, fue hacia el oeste y se metió detrás del islote. De pronto comenzó a “saltar”, a subir y bajar en el lugar, sin desplazarse. Supuse que estaba averiado y decidí acercarme con el buque. Cuando lo tuvimos a tiro, le empezamos a disparar. Lo teníamos tan cerca... Veíamos al piloto y al copiloto con claridad. Seguí avanzando con el barco y pensé: “Si se queda ahí, delante nuestro, lo atropello”. Quizás me salió un pedacito de asesino que tengo adentro (ríe). Pero uno ve al enemigo enfrente y la verdad que pierde un poco el control... El helicóptero estaba estático, con los patines tocando el agua. Evidentemente estaba averiado. Nosotros no podíamos escapar, sólo nos quedaba ir hacia adelante. Embestirlo. Pero cuando ya estábamos por impactarlo con la proa, hizo un giro busco y salió volando bajo hacia el norte. Yo emprendo la vuelta para Puerto Argentino hasta que, de repente, vuelvo a ver al helicóptero. Y ahí digo por radio una frase célebre, que mis camaradas me recuerdan hasta el día de hoy: “El enemigo se retira averiado, me destaco en su persecución”. ¿A quién se le ocurre que un buque puede perseguir a un helicóptero? “Tranquilo señor”, me respondieron por radio. Después me dijeron que pensaron, con razón, que yo estaba un poco fuera de mí...
-Probablemente el piloto inglés tampoco podía entender lo que sucedía.
-El piloto debe haber dicho ‘este está totalmente loco y me quiere perseguir’. Y bueno, se fue se fue hacia hacia el sur.
-¿Cuándo abandonó su persecución?
-Cuando desaparece en la isla, sobre tierra firme. Ya no había forma (ríe) Lo veo desaparecer, lo pierdo de vista... pero solo por unos minutos: porque después vuelvo a ubicarlo escapando hacia mar adentro. Ahí sí, nosotros decidimos volver a puerto.
-¿Qué tan dañado terminó el Forrest?
-Ambos buques, nosotros y el de Prefectura, recibimos proyectiles. En el caso del Forrest fueron más de ciento y pico de impactos que dieron en el casco y en la superestructura. Mi camarote, por ejemplo, fue totalmente atravesado por las balas..
-¿Sabe qué sucedió con el helicóptero inglés?
-Llegó con lo justo a la fragata HMS Alacrity, de donde había partido. Ya no le quedaba más combustible. Años más tarde intercambié mensajes con el piloto y pude saber el daño que le causamos. Me dijo que les averiamos la carlinga (la cubierta transparente situada sobre el habitáculo) y la bomba de presión del sistema hidráulico. También me contó que una bala pegó al costado de su casco. Por poco no le dimos a él... Además, un disparo tocó el cable de conducción de la hélice de popa. Yo le dije al piloto que “Dios estuvo a bordo del helicóptero de ustedes, pero también estuvo a bordo mío, porque no tuve ningún herido”.
-¿Cómo fue el diálogo entre ustedes?
-Muy respetuoso, pero muy frío. No hablamos mucho. Llegué a decirle que si alguna vez le tocaba venir a Argentina, que me avisara, así nos veíamos. Pero no me contestó nunca más.
-¿Qué reflexión hace de su experiencia a bordo del ARA Forrest?
-Bueno, a medida que nos adentramos en el conflicto, lamenté muchísimo no estar cubriendo esas funciones con un buque de guerra con el cual podría podría haber sido mucho más agresivo.
-Durante el combate con el helicóptero, ¿llegó a sentir miedo?
-Miedo tuve debido a una sola cosa, no a la muerte, pero sí tuve miedo a cómo iba a morir. El cómo sí me intrigaba, pero nada más, nada más. Me preocupaba la forma, si iba a quedar partido al medio por una ráfaga o si me iban a arrancar un hombro de un proyectil, en fin.
-¿Sufrió la guerra?
-La guerra es la acción más irracional que hombres inteligentes pueden llevar adelante. Sin embargo, no tengo ningún inconveniente decir que yo la guerra la disfruté, pero la disfruté desde el punto de vista profesional. Desde el personal, la sufrí como cualquier otro.
Molini comandó el ARA Forrest hasta el último día del conflicto de Malvinas. Esa misma jornada, el 14 de junio, le devolvió la comandancia del buque a su capitán inglés. “Arreglamos la calefacción y le dejamos víveres comestibles. Respecto a los vidrios rotos y los agujeros, le dijimos: ‘la culpa fue de ustedes’ (ríe)”.
El Forrest sigue en funciones: hoy se utiliza en Chile para viajes turísticos que zarpan desde Punta Arenas.
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