Sucedió hace 27 años, cuando no existían las redes sociales y la realeza europea se mostraba fascinante en las revistas; son 396 imágenes explícitas, pornográficas, y una película de la que hoy se conservan 10 minutos en las plataformas de contenido erótico
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El primer encuentro entre Daniel Ducruet y Muriel de Mol-Houtteman tiene fecha cierta: 27 de julio de 1996, en el autódromo de Spa-Francorchamps, oeste de Bélgica. El marido de la princesa Estefanía de Mónaco, que corría un BMW M3, y la joven promotora, orgullosa ganadora del concurso Miss Senos Desnudos 1995, mantuvieron una breve conversación en la línea de largada e intercambiaron teléfonos. Nada más. El fotógrafo Stéphane de Lisiecki tomó algunas imágenes de aquél acercamiento y las ofreció a la revista Voici. Pero se las rechazaron “porque no sugerían nada”.
Eran tiempos de las grandes exclusivas, cuando las revistas pagaban miles -e incluso millones- de dólares por fotos reveladoras. No había redes sociales y la televisión, por cuestiones más operativas que morales, no se metía en el barro del gossip. Las tapas que descubrían amores clandestinos o mostraban a las celebridades desnudas agotaban sus tiradas.
Nadie estaba a salvo, ni siquiera príncipes y reyes. Los paparazzi habían corrido definitivamente el manto sagrado que protegía a la realeza. El primer golpe lo recibió la duquesa de York, casada con el príncipe Andrés, cuando fue retratada tomando sol en topless mientas su amante, un magnate norteamericano, le lamía el dedo gordo del pie derecho. Pero la prueba más contundente de que el acuerdo tácito de “no agresión” entre royals y la prensa estaba roto fue la publicación de las fotos del rey Juan Carlos I tomando sol desnudo en el Mediterráneo.
Stéphane de Lisiecki estaba decidido a jugar en las grandes ligas. Quería imprimir sus fotos en las tapas de las revistas y llevarse un gran cheque a casa. Tras el rechazo de Voici, pergeñó un plan: se propuso lograr nuevas fotografías, esta vez explícitas, a las que ningún editor podría resistirse.
Notó, a través de su lente, que entre el marido de la princesa y la bella promotora, que se ganaba la vida como stripper, hubo “coup de foudre”. Que se gustaron. Llamó a Yves Hoogewys, novio de Muriel de Mol-Houtteman, y le propuso un negocio. “Cada uno tiene que hacer su parte”, le dijo. Sin vueltas, le reveló su plan: quería emboscar a Daniel Ducruet, ponerle un señuelo irresistible que lo hiciera caer en la trampa.
Fily –así llamaban todos a Muriel- sería la carnada. Tenía que llamar a Ducruet con cualquier excusa, citarlo en una locación discreta y seducirlo. No era necesario consumar una relación sexual, le advirtieron, pero sí debía generar situaciones sugerentes. Ella sabía cómo hacerlo, llevaba años encantando perdedores en los clubes nocturnos de Bruselas, mostrado su destreza como bailarina de caño. Mientras tanto, Stéphane estaría escondido en algún lugar registrando todo con su cámara.
Unas charlas más adelante resolvieron que Yves Hoogewys filmaría todo, a su novia y su ocasional amante, con una cámara de video. Imaginaron que con una película multiplicarían su ganancia. Y pusieron en marcha su plan.
Primero resolvieron el problema de la locación: alquilaron una casa en Villefranche-sur-Mer, a 16 kilómetros de Mónaco, cerca del circuito que frecuentaba Ducruet. Pagaron 70.000 francos por todo el mes, el equivalente a 15 mil euros de hoy.
Finalmente, el 5 de agosto, dos semanas después de aquél primer encuentro en Bélgica, Fily marcó el teléfono de Daniel Ducruet y lo invitó a festejar su cumpleaños. Le dijo que estaba cerca del principado, con amigas… El marido de Estefanía, que viajaba en auto a Niza con su guardaespaldas, mordió el anzuelo y desvió el camino.
La Roca de los escándalos
Mónaco estaba de moda. A partir de la boda del príncipe Raniero III con la diva de Hollywood Grace Kelly, en abril de 1956, el pequeño principado se convirtió en un imán para el jet set europeo. Se mostraba glamoroso y fascinante. La prensa rosa latía al ritmo de los corazones de las hijas del soberano, las princesas Carolina y Estefanía. Tras la muerte de su madre, se convirtieron en protagonistas indiscutidas de las tapas de revistas en todo el mundo.
Cuando Estefanía comenzó su romance con Ducruet, Carolina ya se había divorciado del financista Philippe Junot y salía con el motonauta Stefano Casiraghi. Las dos hermanas tenían en claro que nunca aceptarían un matrimonio “por conveniencia”. Su linaje no podía condicionar jamás sus sentimientos.
No había peor candidato que Daniel Ducruet. No corría sangre azul por sus venas, era hijo de un granjero y una empleada doméstica, pero ese era un detalle que Rainiero podía dejar pasar. Lo que no podía digerir era que, además de estar divorciado, había pasado por dos denuncias y juicios por agresión.
Su carrera profesional fue, cuando menos, sinuosa. Probó suerte como fisicoculturista, ganó sus primeros francos como vendedor de mascotas, atendió una pescadería y, finalmente, se formó como oficial de la Policía Monegasca. Dos años después fue incorporado al cuerpo de guardaespaldas que velaban por la seguridad del príncipe Alberto. Así, durante una cena de la fundación Princesa Grace en nueva York conoció a Estefanía.
Trascendió luego, en voz de Ducruet, cuándo y cómo fue su primer encuentro íntimo: en marzo de 1990, en el Hotel Loews de Montecarlo. Sin pudor, entró en detalles y contó que la pasión duró “exactamente cinco horas”. Por entonces, Estefanía todavía estaba de novia -se había comprometido- con el promotor inmobiliario Jean-Yves Le Fur.
El romance entre Ducruet y Estefanía terminaría de tomar forma en 1991, cuando la princesa relanzó su carrera como cantante con su segundo álbum, Stéphanie. Ducruet la acompañó –en calidad de guardaespaldas- en la gira promocional por Europa y los Estados Unidos.
Mantuvieron su relación en secreto todo lo que pudieron, hasta que la revista Paris Match los fotografió juntos en la costa portuguesa. Raniero III puso el grito en el cielo y le retiró la asignación económica a Estefanía, pero no pudo detener el romance.
En enero de 1992, cuando transitaba los primeros meses de noviazgo “oficial” con Estefanía, Daniel Ducruet tuvo un hijo con una ex novia. El chico, bautizado Michael Ducruet, se convertiría luego en oficial Carabinero del Principado de Mónaco. Estefanía lo perdonó y ese mismo año, en el mes de noviembre, parió su primer hijo, Louis Robert Paul Ducruet. En mayo de 1994 llegaría Pauline Grace Maguy Ducruet, su segunda hija.
Raniero II, consciente que no iba torcer jamás la voluntad de Estefanía, tras dos nietos nacidos fuera de matrimonio, autorizó la boda. El 1 de julio de 1995, con vestido corto de encaje y un discreto collar de perlas, la princesa Estefanía se casó con Daniel Ducruet. No hubo pompa ni grandes fastos. No se engalanó la ciudad ni se invitaron a representantes de otras casas reales. La catedral monegasca no abrió sus puertas. El enlace se celebró en el ayuntamiento de Montecarlo, ante 40 testigos. A la comida, para 300 invitados, no asistió la princesa Carolina.
La boda puso a Louis y Pauline en la línea de sucesión al trono monegasco. Hasta esa noche habían sido privados de ese derecho por no haber nacido dentro de un matrimonio.
“Amor, me drogaron”
Ducruet cayó en la trampa: acudió a la cita y se dejó seducir por Fily. Llegó acompañado por su guardaespaldas que, curiosamente, fue seducido por otra rubia. El marido de la princesa y su amante fueron fotografiados y filmados mientras mantenían relaciones sexuales al aire libre, al borde de una pileta. Las imágenes no sugerían, como pretendía Stéphane de Lisiecki, eran más bien explícitas. Pornográficas.
Quince días después, cuando creía que su infidelidad era cosa del pasado, Ducruet recibió el llamado de un fotógrafo amigo que le advirtió sobre las 396 imágenes que estaban circulando por las redacciones de las principales revistas de Europa.
En un acto reflejo, el marido de Estefanía ofreció una fortuna por la exclusiva, para impedir su publicación, pero le dijeron que una revista italiana había hecho una mejor oferta.
Consciente de que ya nada podría detener el escándalo, Ducruet enfrentó a su mujer y ensayó mil excusas. Dijo que lo habían drogado con champagne, que fue víctima de una emboscada, que se trataba de un plan macabro para sacarlo del principado. “Después de tres copas me invadió un deseo carnal, brutal y violento que me costaba cada vez más dominar. Fue en ese momento cuando tuve unas ganas locas de poseerla”, recordaría luego. Su argumentación fue penosa: “Yo sé de lo que soy capaz sexualmente, y allí no di todo mi potencial. Amor, me drogaron”.
Estefanía lo echó de su dormitorio, no volvieron a tener intimidad. Pero continuaron viviendo bajo el mismo techo y mostrándose como pareja hasta el 4 de septiembre de 1996, cuando las fotografías de Stéphane de Lisiecki fueron publicadas por primera vez. Aparecieron en la portada de la revista EVA Tremila, que aún hoy se presenta como “la Primadonna del Gossip”. El título de tapa estaba redactado como si se tratase de una invitación al lector: “Mirá: Daniel Ducruet traiciona a Estefanía de Mónaco con esta hermosa morena”. Los diagramadores armaron una imagen de tapa con cinco fotografías. En cuatro de ellas, Ducruet aparece desnudo y Fily con su torso descubierto. La quinta imagen, en el ángulo superior derecho de la tapa, era un retrato de la princesa junto a la leyenda: “Nunca antes se había visto un escándalo así de grande”.
Dos días después el material se publicó también en la revista Interviú, que compró la exclusiva para España. Además, obtuvo los derechos de la película. Los vendió juntos, revista y videocassette embolsados, el combo por 975 pesetas. El tape llevó la leyenda: “El escándalo de Mónaco, las escenas nunca vistas”.
El periódico francés Liberation publicó que Eva Tremila pagó 800 mil francos por la primicia, mientras que Interviú desembolsó 300 mil. La suma total representaría hoy casi 200 mil dólares.
Ducruet le pidió a Estefanía que no mirase las publicaciones. Pero era tarde, la princesa ya lo había visto. Su respuesta fue contundente: “No voy a soportar que me vuelvas a poner las manos encima”, dijo.
Carta a Estefanía
El escándalo sexual derivó en una inesperada revolución editorial. Tras la explosión de ventas de las revistas que llevaron las fotos en tapa, se sucedieron dos libros que no tuvieron el mismo éxito. En 1997, Daniel Ducruet publicó “Carta a Estefanía”. Se trata de un texto que, disfrazado de pedido de disculpas, revela intimidades del Palacio Grimaldi, desanda su historia de amor con la princesa y ofrece su versión del incidente.
Comienza así: “Perdóname Estefanía si te hago daño entrando en detalles, pero es como si tuviera la necesidad de limpiarme de algo”.
En 200 páginas, Ducruet cuenta que cuando conoció a Fily, en Bélgica, la encontró muy deprimida por una decepción amorosa y le ofreció el hombro para sus lágrimas. Nada más. Que dos semanas después, Fily lo llamó y lo citó en la casa de Villefranche-sur-Mer. Otra vez, estaba desbordada y necesitaba hablarlo con alguien. Cuando llegó, notó algo sospechoso, pero no se animó a abandonar el lugar. Y aclara: “Esta chica no me atraía. Tenía un cuerpo bonito, por supuesto, pero no soy un animal. Además, contigo estaba satisfecho”. ¿Cómo llegó hasta la secuencia a puro sexo en la reposera? Dice que fue drogado, que le pusieron algo en el champagne, que después de la tercera copa ya no pudo pensar. Allí es donde revela aquello de “me invadió un deseo carnal, brutal y violento que me costaba cada vez más dominar. Fue en ese momento cuando tuve unas ganas locas de poseerla”.
Jura que después del acto, cuando le volvió la conciencia, se vistió y salió corriendo. Llegó a su oficina en mal estado, todavía mareado, al borde del desmayo. No supo qué hacer, si contarle a su mujer o esconder el asunto. Eligió lo segundo. Dice: “Temblaba de pensar en tu reacción. Eres como yo, celosa y posesiva cuando amas. No tuve el valor de acercarme para abrazarte. Nos acostamos pero esa noche me sentí incapaz de amarte: tenía la sensación de estar contaminado”.
Su relato mezcla presente y pasado. En un momento, describe qué sucedió cuando recibió la noticia del nacimiento de su hijo con una antigua novia y, prácticamente en simultáneo, Estefanía le contó que estaba embarazada. “Qué debía hacer? ¿Cómo renunciar a uno de los niños? No me planteaste ultimátum pero comprendí lo que debía hacer”, dice Ducruet.
Ducruet me llamaba “Mi rinconcito de cielo azul”
Tras la aparición de “las fotos del escándalo”, Fily Houtteman se convirtió en un personaje buscado por la prensa amarilla. Lo que hoy se dice “un mediático”. Poco tiempo después volvió a fingir que le robaban fotos, otra vez en una pileta, siempre en topless, con un nuevo novio. Jamás reconoció sy culpa en la emboscada a Ducruet. Por el contrario, siempre dijo que era otra víctima de Stéphane de Lisiecki y su antiguo novio, Yves Hoogewys. Grabó un disco y ganó algún dinero concediendo entrevistas. Viajó a España y se presentó en el programa Tal Cual, de Ángel Casas.
-¿Qué le atrajo de Daniel?
-Es un chico infantil, encantador, siempre dispuesto a la carcajada. Por otra parte, es muy frío , calculador, cruel, muy egoísta.
-¿Le daba morbo que estuviera casado con una princesa?
-No, en absoluto, me enteré de que era el marido de Estefanía cuando ya había iniciado la relación con él.
-¿Fue una aventurilla?
-Él insistió en tener una aventura con su guardaespaldas y yo, me quería compartir, cosa que no me gustó. Daniel me llamó por teléfono diciendo que quería verme y me propuso encontrarme con él en el siguiente rally. Le dije no sé, porque además estoy viviendo con alguien. Después me fui de vacaciones con una amiga y le llamé por teléfono: “Mirá estoy en la Costa Azul”. Y ahí es dónde acudió.
-¿Era buen amante, Ducruet?
-(ríe) No.
-¿Daniel se enamoró de usted?
-Él me llamaba “mi rinconcito de cielo azul”: Y sí, me dijo que me amaba.
-¿Cómo se enteró que habían publicado unas fotografías?
-Me llamó Ducruet para decirme que había recibido una llamada anónima que le indicaba que tenían las fotografías y él pensaba que era mi amiga que estaba conmigo de vacaciones la que había intentado sacar partido. Después se publicaron las fotografías y me llamó y me dijo: “Te llamo para despedirme, porque vas a morir, tú, tu amiguita, Frederic Bouvy –que me presentó a Daniel-. Todos muertos. Daniel es un personaje muy peligroso”.
En 2003, Fily Houtteman también publicó su libro. Lo llamó “Profesión stripper, el lado desconocido del oficio”. Breve sinopsis, tomada de la solapa del libro: “Para muchos, ella sigue siendo la stripper insolente que destrozó un cuento de hadas monegasco. Siete años después del escándalo que sacudió el Peñón, Fily Houtteman revela no sólo la trampa en la que se dejó atrapar, sino sobre todo el implacable descenso a los infiernos al que la arrastró el mundo de la noche. Sin embargo, había abordado el striptease como un arte, una calificación que reconocemos fácilmente ahora que está de moda en los clubes de moda de la jet set. Pero a mediados de los años noventa, en los suburbios de Bruselas y otras ciudades del norte de Europa, no era exactamente lo mismo... A pesar de su profesionalidad y la frescura de sus veinte años, Fily, una joven belga de buena familia, descubrirá un mundo sórdido donde en el dinero fácil, la bajeza burguesa, el alcohol, las drogas y las madrugadas reina la desesperación. Desde lúgubres discotecas hasta ferias eróticas y decadentes fiestas privadas, le resultará difícil volver a la vida al aire libre. Pero ella lo logrará. Hoy, entrenadora en un gimnasio, nos regala aquí un documento sorprendente, capaz de advertir a las bellas y demasiado ingenuas Cenicientas contra los espejismos del nocturno, donde las lentejuelas esconden extrañas miserias y donde los hombres no siempre son príncipes encantadores”.
Diez años después, en 2013, se reinventó como artista plástica. En las muestras se presentaba como Fily, a secas. Sin embargo, no conseguía escapar a su pasado: “La pintura fue una salida para olvidar este pasado. Estaba tan enojada por todo lo que me pasó que necesitaba algo con qué identificarme. Actualmente ya no uso mi nombre. Soy Fily, pintora. Punto. Si alguien me vuelve a contar esta historia, me devorará. De lo contrario, soy la mujer más feliz”. Estaba casada con el dueño de una tienda de ropa y decía que su hija, Lolla-Rose, era su más importante obra de arte.
Juicio y condena
El escándalo terminó con el matrimonio de la princesa Estefanía y Daniel Ducruet. Se divorciaron el 4 de octubre de 1996, 40 días después de la publicación de las fotos.
Pero Ducruet no dio por terminado el caso. Demandó a los tres que lo habían emboscado y, en 2000, la Justicia falló a su favor. “El fotógrafo Stéphane de Lisiecki, de 39 años, fue condenado a un año de cárcel, mientras que el tribunal impuso a Muriel Fily Mol Houtteman y a Yves Hoogewys, de 28 años, seis meses de cárcel”, explicaba El País. Como las penas fueron inferiores a un año, ninguno terminó tras las rejas.
Ducruet reclamó una indemnización de 2.5 millones de francos. Pero la Justicia hizo otra cuenta y los tres condenados tuvieron que pagar “solidariamente” 75.000 francos en concepto de daños y perjuicios por atentado a la vida privada, una suma de igual cuantía por violación del derecho de imagen y 50.000 francos por perjuicio moral. Es decir que Ducruet solo recibió 200 mil francos.
Tras el divorcio, Ducruet probó suerte como cantante y grabó dos discos que no hicieron historia. Se convirtió en una celebrity y participó en reality shows de famosos. Puso una discoteca en Cannes y fue condenado a diez años de prisión en suspenso por golpear al discjockey. En 2018 se casó en secreto con Kelly Marie Lancien, con quien ya había tenido a su cuarta hija, Linoué. Hoy vive lejos del “huracán” mediático.
Estefanía también volvió a ser madre. El 15 de julio de 1998 tuvo a Camille Marie Kelly Gottlieb cuyo padre es Jean Raymond Gottlieb, otro guardaespaldas real. Camille, nacida fuera de un matrimonio, no está dentro de la sucesión al trono de Mónaco.
En 2003, la “princesa rebelde” sorprendió al mundo con una nueva boda: se casó, otra vez discretamente, con el equilibrista portugués Adans Lopez Perez. El matrimonio duró poco más que un suspiro.
En redes sociales, Pauline Ducruet, hija menor de Estefanía y Daniel, muestra fotos de distintos encuentros familiares donde se puede ver a sus padres juntos. En más de una ocasión destacó el respeto que muestran la princesa y primer marido, pese a todo, después de todo.
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