Hace medio siglo Estados Unidos fue escenario de una dura batalla entre el movimiento feminista, empeñado en que se aprobara la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA), y la poderosa activista conservadora Phyllis Schlafly. La norma, en su sección primera, establecía: "La igualdad de derechos ante la ley no puede ser negada ni restringida por los Estados Unidos o por ningún Estado por motivos de sexo". Los dos bandos trabajaron con inteligencia y tesón, aunque fue Schlafly la ganadora de la contienda. Lo dice la historia y está escrito en piedra: la ERA jamás fue aprobada por el Parlamento norteamericano. Y aún sigue sin aprobarse.
Lo que no cuenta esa historia oficial es la lucha dentro del propio movimiento de mujeres (con el nacimiento del feminismo interseccional como rito de pasaje) y las dudas y contradicciones que angustiaron a Schlafly, quien a pesar de la fortaleza de sus convicciones intuyó que victorias circunstanciales no garantizarían derrotas permanentes del movimiento feminista. Y es allí donde mete la cuchara Mrs. America, la miniserie que estrenan Hulu y FX en abril y donde se recrean situaciones y personajes de la vida real: en la intimidad del conflicto entre el grupo encabezado por Gloria Steinem (Rose Byrne) y Shirley Chisholm (Uzo Aduba) contra la despiadada Schlafly, que interpreta Cate Blanchett.
Creada por la guionista canadiense Dahvi Waller (autora del script de varios capítulos de Desperate Housewives y Mad Men), la miniserie también apunta a otros objetivos. Por un lado, visibilizar –sin dejar de mostrar raptos de incertidumbre y conflictos internos– el trabajo de las cabezas del movimiento feminista norteamericano de los 70 (además de Steinem y Chisholm, primera congresista afroamericana de la historia de Estados Unidos, aparecen las referentes Bella Abzug, Jill Ruckelshaus y Betty Friedan); por otro, referir la importancia –y el poder– de Schlafly en el armado de un andamiaje ideológico hoy perdurable y al que muchos especialistas señalan como la base del Partido Republicano moderno. Y, por último, establecer un lazo con la actualidad que, visto de cerca, estremece: Schlafly era antiderechos, provida y alguien para quien el movimiento de liberación de las mujeres entrañaba, en la misma maniobra, antinorteamericanismo y un giro hacia el comunismo. Nada que no ocurra hoy. Por eso, no es de extrañar que en ocasión de su muerte, en septiembre de 2016, el presidente Donald Trump la llamara "una heroína conservadora".
En la rueda de prensa del evento anual de la Asociación de Críticos de Televisión, Blanchett puntualizó su sorpresa al notar el correlato del tema del programa con mucho de lo que sucede en la actualidad. "Parece el Día de la Marmota", bromeó. Pero no minimizó a su personaje ni se permitió despreciarlo. Sí comprenderlo y hasta admirarlo ("era una organizadora de base increíblemente efectiva y fue capaz de movilizar a las mujeres. Esa era su superpotencia"). Para ponerla en evidencia, Waller plantó un personaje ficticio que representa a una de sus seguidoras. Interpretada por Sarah Paulson, Alice McCray resulta un compendio de las mujeres a las que apuntaba Schlafly: amas de casa, católicas devotas, asustadizas de los cambios y de las amenazas externas. En el mismo evento, Paulson explicó: "Me interesó ver cómo sería ser una persona para quien su mundo entero era su vida familiar y hogareña, sentir que de alguna manera la amenaza que encarnaba Phyllis no le importaba porque su deseo era estar en casa, apoyar a su esposo y criar a sus hijos. Que eso estuviera siendo devaluado por el movimiento feminista le daba mucho miedo".
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