La tele argentina de los años 60, con la llegada del color todavía lejos y sus tropicanas, sus novelones y sus clubes del clan, era también de las series: Patrulla de caminos, Ruta 66, Mike Hammer, Caza submarina, La ley del revólver, El show de Dick van Dyke y muchas más. Un entretenimiento en blanco y negro, seguro y con cimientos firmes, que conquistaba al público desde los formatos: comedias, policiales, westerns, aventuras en tierra, mar y aire. Era como ir al cine, pero más cómodo: tener resueltas en 60 minutos tramas enrevesadas, con principio, desarrollo, final y epílogo, no tenía precio. En Perry Mason, una de esas favoritas, confluían además un par de subgéneros que, combinados, lograban tener a sus fanáticos de aquí y de allá agarrados a la silla hasta el final de cada capítulo: drama judicial y whodunit. A un caso por episodio, Perry Mason, el personaje, hacía justicia a golpes de verdad, perseverancia y valentía.
Pero estamos lejos de los 60, con ríos y ríos de televisión corridos debajo del puente. Y es a ese cúmulo de eras doradas renacidas, reinado de nuevos formatos y múltiples maneras de consumir TV, al que retorna el inoxidable Perry Mason. Ya lo había hecho desapasionadamente un par de veces a través de la pantalla chica (tanto en formato serie como en película) luego del kilómetro cero que significó el show que entre 1958 y 1966 protagonizó Raymond Burr (ese que aquí se veía como en misa). Incluso –en tanto clásico de la literatura policial norteamericana– hasta fue excusa para filmes y radioteatros. Pero fue sin duda la versión Burr de este abogado justiciero creado por el escritor Erle Stanley Gardner la más popular y recordada.
En cambio, la miniserie que estrena HBO el lunes 22 a las 22 es un reboot por todo lo alto: deja al abnegado leguleyo de lado y se centra en sus comienzos, cuando antes de dedicarse al derecho se la jugaba como detective privado. Siguiendo con las novedades, el protagonista (esta vez, interpretado por Matthew Rhys, de The Americans) seguirá un solo caso a lo largo de toda la temporada, el de la desaparición y secuestro de un niño, con un planteo narrativo que estará muy lejos del drama judicial para volcarse en el policial de suspenso con aires noir. El clima de época y el escenario son ideales: Los Ángeles, 1932, la Gran Depresión del 29 como telón de fondo y una ciudad que, aventajada del resto del país (la industria del cine y del petróleo en expansión, los Juegos Olímpicos asomándose), trata de salir de la profunda crisis. En el tráiler se ve a Mason como un héroe solitario y amargado (ha estado en la guerra, fracasó en su matrimonio), moviéndose entre policías corruptos, intrigas palaciegas, su mentor y figura paterna Elias Birchard "EB" (el gran John Lithgow) y la poderosa, y al parecer indescifrable, Sister Alice, líder de la congregación religiosa Radiant Assembly of God (Tatiana Maslany, en plan femme fatale).
La idea de regresar a este personaje que Gardner llevó de la mano en más de 80 novelas e historias cortas es de Robert Downey Jr.
El protagonista de Iron Man, quien precisamente le debe en parte a un abogado su renacimiento como actor (el Larry Paul de Ally McBeal), pensó en ponerse en la piel de Mason en un film que escribiría y dirigiría Nic Pizzolatto, creador de True Detective. Pero el formato elegido fue el de miniserie, su desarrollo cayó en manos de Rolin Jones y Ron Fitzgerald (viejos conocidos de Weeds, Friday Night Lights y United States of Tara), guionistas y showrunners, y Mason tiene la cara del notable Rhys, un actor que ha batallado con armas nobles para llegar a un protagónico que se merece hace tiempo. Cuando a mediados de abril Downey, finalmente productor ejecutivo, colgó el primer tráiler de la serie en su Twitter, vaticinó: "Días brillantes vienen". Ojalá esté en lo cierto.