"No es una lección de historia, es un show". Tony McNamara avisó de entrada en una entrevista con The Observer que The Great, la serie de 10 capítulos que cuenta la historia del ascenso al poder de Catalina La Grande, y que desde el 18 de junio se puede ver por la plataforma streaming Starz Play, iría por la misma ancha avenida por la que transitó La favorita, la película de Yorgos Lanthimos donde fue guionista. Una vía cuyos carriles lentos son ocupados por la sátira de época, los anacronismos, las licencias en el lenguaje y en la descripción de costumbres, además de las alocadas motivaciones de los personajes, mientras que la zona rápida le está reservada a lo fundamental: el rol de los protagonistas de la Historia, dinamitado desde adentro en pos de contar un cuento divertido. Un poco como hizo Quentin Tarantino en Había una vez… en Hollywood.
The Great, así como La favorita, también es una fábula. En el film de Lanthimos se cuenta el caso de la reina Ana Estuardo, una inconstante y desdichada monarca, manipulada de un costado y del otro por dos arpías que utilizan el sexo, las maquinaciones y su fragilidad para hacer y deshacer desde las entrañas del poder. Podría decirse que en su guion, firmado por McNamara y Deborah Davis, plagado de diálogos ingeniosos y humor negro, más la referida despreocupación por el poco apego a mostrar los hechos como realmente sucedieron, se anticipan los mandatos que guían a The Great. Aunque en la serie, donde McNamara es showrunner y líder del writer’s room, las licencias son aún mayores acaso porque la fuente original es una pieza teatral de su autoría y también porque al australiano aquí le importa aún menos la verosimilitud y mucho más el efecto. Para ser claros, casi nada de lo que pasa en The Great verdaderamente sucedió. Y lo que sí constituye su columna vertebral: Catalina fue efectivamente una princesa prusiana venida a menos y obligada a casarse con el emperador Pedro III de Rusia; con el tiempo (en la serie, ese lapso es corto; en la vida real llevó años), condujo un golpe de Estado, derrocó a su esposo y se convirtió en emperatriz, reinó durante 34 años (entre 1762 y 1796) y enalteció a la nación, por lo que, para la posteridad, se transformó en La Grande.
En The Great, en cambio, Catherine está construida a imagen y semejanza de lo que se quiere narrar. Y del mismo modo Peter. Revestida de comedia negra, bizarra, hilarante, irónica, mal hablada, sexualmente incómoda, políticamente incorrecta, la ficción muestra una contienda entre la Rusia que se va y la que viene, con el palacio real como trinchera. De un lado, un emperador estúpido, vano y cruel (Nicholas Hoult, un verdadero robaescenas), rodeado de una corte de adulones que le temen a sus arranques violentos e irracionales. Del otro lado, Catherine (genial interpretación de Elle Fanning), su esposa maltratada y ninguneada, una joven idealista, inteligente, aunque impetuosa, amante de los libros, el arte y la ciencia, convencida de que el camino del conocimiento barrerá con la insensatez y terminará –de su mano, como corresponde a una mujer valiente– salvando al enorme país del naufragio seguro al que lo conduce el hijo de Pedro el Grande, aquel monarca amado por su pueblo con cuyo recuerdo inolvidable el inútil vástago rivaliza constantemente. Media entre ambos extremos un detalle: la desaparición física del muchacho. Catherine irá, a lo largo de la decena de episodios, armando un entorno que la acompañe en la difícil empresa de asesinarlo: una dama de compañía mordaz y con sed de venganza y un intelectual de la corte cuya mente sintoniza con la de ella. Nada más que eso, además de su astucia y determinación. Entre el amor y el espanto, McNamara se divierte horrores contándolo.
Crédito a los créditos
Si bien buena parte del presupuesto dedicado a The Great está sin dudas puesto en su lujosa producción (vestuario, carruajes, grandes locaciones), no debe haber sido poco lo destinado a pagar los derechos de las canciones que cierran cada capítulo. Diez temas muy bien elegidos por la supervisora musical, Maggie Phillips, para sintonizar con el espíritu rebelde de Catherine y quedarse a ver los créditos finales, ilustrados por Patti Smith, Primal Scream, Cat Power, Buzzcocks, Courtney Barnett, Thomas Dolby, Sharon Van Etten, Suzi Quatro y Simone Istwa.