Gesto bonachón y perfil mediático: el poskirchnerismo ya tiene su estrella en ascenso.
Sergio Massa, el tigre del Delta, es el nuevo enfant terrible de la política argentina. Hijo del conurbano, abogado, de sonrisa triunfal y disfraz de cordero zen, ha sabido conquistar un tercio del voto en la provincia de Buenos Aires y convertirse en la nueva esperanza blanca del eterno fin de ciclo kirchnerista.
La pregunta para Massa es si podrá cumplir con las expectativas sociales de construir el ansiado kirchnerismo con seguridad jurídica o si, en cambio, encabezará el retorno de la derecha liberal, el grupo Clarín, el Consenso de Washington y la invasión extraterrestre por la destrucción de la civilización occidental. Igual, esto no nos importa acá.
Lo que sí nos importa es que el ascenso meteórico de este opaco barón del conurbano de zona norte tiene mucho que ver con la fundación y la institucionalización de un estilo, en el sentido amplio del término. Estilo que, como el de otras luminarias de la llamada "generación intermedia" –los Scioli, los Insaurralde, los Urtubey–, tiene mucho de pragmático, mucho de budista y mucho de "dar bien en cámara".
Massita nació en 1972 en el partido de San Martín, sede de la cancha de Chacarita Juniors. Cursó estudios en un secundario cheto y se recibió de Abogado en la Universidad de Belgrano. Ya como joven promesa de la Argentina pública, se vinculó con la UCD y trabajó territorialmente con el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo. Fue asesor del Ministerio de Desarrollo Social de Palito Ortega, diputado, director ejecutivo de la Anses durante el gobierno de Duhalde y de Kirchner, jefe de Gabinete fugaz de Néstor para, finalmente, alcanzar su primer cargo de "gestión" en Tigre, en el 2007.
Esta carrera despareja y atómica impone una primera certeza: para Massa el peronismo es un sentido común más que una convicción política, una doctrina o un proceso histórico. Ello le permite construir un perfil atractivo en términos estéticos: es una suerte de Mariano Iúdica pero más sobrio e integrado como miembro productivo de la sociedad. Sergio es un candidato que ha sabido encandilar a las doñas rosas de este mundo con speech firme pero alegre, verosímil, que elaboró en contrapunto con el estilo más glamoroso y caprichoso de la señora presidenta.
Como marca de origen, en este sentido, desde el vamos se presenta como un tipo austero, barrial y con códigos, todas características fundamentales para guiar a las masas hacia la revolución pacífica del poskirchnerismo.
Como primera medida,
siempre lo van a ver usando una camisa blanca y una camperita canchera negra Levi’s. Esta elección
va bien porque no lo muestra como un tipo frívolo, cosa que produciría rechazo, pero sí como alguien un poco marquero, como somos todos los argentinos de bien.
La idea es que pueda hacerse el desentendido en cámara, en un programa de entrevistas informales tipo el de Santiago del Moro, y decir "no sé ni qué me pongo, la ropa me la elige mi mujer" y sonar creíble aunque sepamos que probablemente haya quinientos asesores pensando cuidadosamente el outfit "despojado pero no indigente". Algo que sí me parece que se zarpa un toque es que la camisa es ocho talles más grande, y eso ya es muy forzado. Ojota, Sergio.
Un detalle clave en la construcción pública de Sergio Massa es su estilo buena onda, al punto que parece salido de una de esas propagandas de Quilmes. Su idea es responder a cada agravio con una propuesta. Sergio no insulta, se mantiene en su rol, y utiliza como fusible a su mujer, Malena Galmarini, que extrema su onda compadrita y putea a medio mundo, aportando al candidato el atributo sofisticado de "ir al frente como loca" que Massa, por presentarse como una especie de instructor de yoga new age, no puede incorporar sin entrar en contradicción.
Finalmente, una de las características principales del estilo de gestión de Massa es que se presenta a sí mismo como un factor de modernización en un contexto de relaciones personalistas espurias y premodernas. ¿Vieron el búnker donde recibió su triunfo en las PASO ? Era un gran estudio de televisión, preparado para hacer una conferencia de prensa más que para pronunciar un discurso político. Lejos del imaginario peronista más tradicional del atril, pero también en las antípodas de esa fiesta líquida y degradante del bailecito PRO, Massa potencia el upgrade mediático que les falta a los jóvenes y carismáticos de su generación.
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