"Ser best-seller 26 años seguidos, acá y en el mundo, no te lo perdona nadie"
Mientras prepara la presentación de su libro sobre la Fundación Espiritual de la Argentina, el 28 de mayo, a las 19, en el Centro Cultural Recoleta. Es la astróloga más conocida de nuestro país, pero dice que todavía la miran de reojo. Vive en las afueras de un pueblo llamado Las Rabonas, en Córdoba. Atravesó una infancia compleja, con el fuego como elemento que siempre estuvo en su vida. Sobre todo esto y también sobre los duros cuestionamientos que recibe, responde Ludovica Squirru en este Cuestionario Sehinkman .
–¿Por qué elegiste vivir en Traslasierra?
–Yo me domestiqué a mí misma viviendo acá, aprendí mucho a apaciguar todos los pecados capitales y mortales. ¿De qué me domestiqué? Vos, que sos psicólogo: tuve una hipomanía importante en mi vida hasta que me sentó la vida en este lugar. Me paró, me frenó, me puso límites. Siempre tuve dificultades para decir que no. Por ejemplo, recibía a todo el mundo: "Sí, vengan, tengo una casa, te recibo, y tenés una experiencia en el campo". Toda mi vida… Bueno, toda mi vida no. Me pasó de todo. Yo vengo de varios incendios. Supongo que el karma que pago en esta vida es el desapego a través del fuego, porque se quemó íntegra la casa de mi infancia, donde me crié, en Parque Leloir.
–Hablemos de qué representa ese elemento, el fuego, en tu vida.
–Yo tenía 17 años. Vivíamos en una quinta en Parque Leloir. Somos seis hermanos, pero de distintos matrimonios de mi mamá. Yo no me crié con los cuatro mayores, pero sí con Margarita Squirru. Soy la menor. Mi papá, Eduardo, fue agregado cultural en la primera embajada argentina en China, que se abrió en el 45 en Shangai. Todo esto pasó antes de que naciéramos nosotros. El espermatozoide y el óvulo me engendraron bajo ese mambo chino y eso me marcó mucho. Pero esa casa fue la historia más linda de mi vida. Eran dos hectáreas donde mi papá criaba caballos. Era un lugar hermoso y él era un padre muy exigente.
–De hecho quería que vos fueras física nuclear.
–Exactamente, porque yo era muy buena estudiante. Pero mi padre muere cuando yo tenía 15 años. Tenía una enfermedad congénita del corazón y murió de un infarto en esa casa, en su cama, a los 48 años. Él siempre nos crió diciéndonos a mi hermana y a mí: "Chicas, yo me voy a morir muy joven. Disfrútenme pero sepan que cuando yo me muera, van a tener que ir a laburar". Él sabía que tenía esa malformación. Fue un tipo brillante, hablaba cuatro idiomas. Pero era un tipo con grandes dificultades para insertarse en la sociedad. Era abogado pero no le gustaba ejercer. Sus padres habían tenido dinero y él algo había heredado. Se la patinó toda. Después tuvo que empezar a vender parte de la quinta donde vivíamos. Así que nos dejó sin un mango, la casa quemada, en bombacha y corpiño en la calle.
–Esperá. ¿Por qué decís que "nos dejó con la casa quemada", como si lo hubiera decidido?
–A mis 15 muere mi padre y a los 17 fue el incendio. Yo tengo la teoría de que quemó la casa él. La casa se quemó por la chimenea. Una noche la que prendió la chimenea fui yo. Mi hermana había dejado un balín de un rifle de aire comprimido que había explotado y eso sacó los ladrillos refractarios. Entonces, como la casa era de madera, saltó una chispa y la quemó en cinco minutos. Pérdida material total, total, total. Y bastante que salimos vivas, porque fue de noche. Parecía una pesadilla pero era verdad.
–¿Recordás cómo fue?
–Yo dormía con mi hermana. Ella se había dado cuenta del incendio por el humo. En un acto fallido la despertó a mi mamá, a una compañera de colegio que se había quedado a dormir. Y a mí, no. Entonces yo abro los ojos y tengo una llamarada al costado de la cama. Me desperté en shock. Se estaba cayendo el techo, salí casi muerta. Estuve dos horas ahogada con el anhídrido carbónico que tragué.
–¿Dijiste "acto fallido"?
–Porque en mi karma yo tengo eso. Tuve la desgracia de haber sido la hija preferida de mi mamá, Marilú, que tuvo cinco hijos más. Pero era tan perra mi madre –en el horóscopo chino– que decía todo el tiempo que no los quería y que a la única que quería era a mí. Fue cruel mi madre; entonces, ninguna de mis hermanas, hasta el día de hoy, puede superar ese trauma. Siempre los celos, la envidia. No han podido digerir esa historia de mi madre conmigo. Es lo más duro de mi vida. Me da mucha pena no tener unas hermanas con las cuales diga "qué divertido, vamos de viaje". Todas tienen su don, de escritoras o lo que quieras, pero no pudieron con la neurosis.
–Quiero volver unos párrafos para atrás. ¿Por qué dijiste que tu padre "nos dejó con la casa quemada" si había muerto dos años antes?
–Creo que esa noche la que prendió el fósforo fui yo, como lo hacía siempre, porque tengo una tendencia piromaníaca, me encantan las chimeneas. Pero desde lo espiritual, el que prendió la chimenea fue mi padre para liberarnos a nosotras. "Las libero y ustedes van a tener que empezar una nueva vida". A mí las dos cosas que pasaron –la muerte de él y el incendio– me liberaron. Yo no sé qué habría sido de mi vida si mi papá hubiese vivido. No sé si hubiera podido ser la que fui después.
–¿Por qué?
–Porque mi padre era un talibán que nos tenía… Él quería que yo fuera física química nuclear. Nos tenía condicionados los maridos.
–O sea que no hubiera sido fácil rebelarte a ese padre.
–No, para nada.
–Para el final te voy a provocar con una frase: "Los seres humanos necesitamos sentir que tenemos control sobre nuestras vidas. El horóscopo, una forma del pensamiento mágico, produce una falsa sensación de seguridad al proveer la ilusión de que, advertidos sobre lo que nos deparan los astros, podemos tomar los recaudos pertinentes".
–Cuando se declara la independencia de la India, en 1947, el primer presidente, Ragendra Prasad, lo primero que hace es llamar al mejor astrólogo para preguntarle qué día y a qué hora debe comenzar esta nación. A veces el mundo científico es muy soberbio. Mirá, hace algunos años se me quemó un campo en Córdoba –otra vez el fuego en mi vida–. Entonces, en el medio del drama, lo fui a ver a un psiquiatra, Domingo Grande, que fue un señor, murió hace cinco años. Era lo más escéptico que te puedas imaginar con el mundo esotérico. Y terminó diciéndome que me agradecía cómo había entrado yo para modificarle a él ciertas creencias que eran rígidas. La astrología, bien hecha y bien entendida, es una ciencia absolutamente matemática. Y la china ni te cuento. Pero nacer en la Argentina y ser best-seller 26 años seguidos, acá y en el mundo, no te lo perdona nadie.
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