Quiénes son y qué beneficios tienen. Cuál es el verdadero origen de esta tradición que se remonta a principios de siglo XIX
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Federico Guzmán nació el 26 de diciembre de 1980 en una Argentina gobernada por militares. El niño era el séptimo hijo varón de su familia, el “Lobizón”, como le dirían muchos, y sus padres sabían que, de acuerdo a la Ley de Padrinazgo Presidencial, podían exigirle al entonces presidente, Jorge Rafael Videla, que fuera su padrino. Pero no lo hicieron. “Los dos estaban muy en contra del gobierno de facto, especialmente mi papá. Así que decidieron que iban a esperar a que llegara la democracia para bautizarme, aunque no tenían ni idea de cuando iba a ser eso”, cuenta por teléfono Guzmán, de ahora 40 años, desde la veterinaria donde trabaja, en Salta.
Con cuatro años, a principios de 1984, en una pequeña parroquia de la capital salteña, el séptimo varón recibió su primer sacramento, apadrinado por el entonces flamante presidente, Raúl Alfonsín. El mandatario no pudo asistir a la ceremonia, pero envió en su representación al intendente de la ciudad, Roberto Gali, con una moneda de oro para el recién bautizado. Hoy, Guzmán atesora ese regalo, pero más que nada rememora la experiencia de haber podido conocer a su padrino en reiteradas ocasiones.
“Las dos veces que Alfonsín vino a Salta, el partido radical me pasó a buscar por casa y me llevó a acompañarlo todo el día. Iba a todos los actos. Ahí conocí a Chacho Álvarez, a De la Rúa, a Graciela Fernández Meijide. No tenía noción de lo que hablaban, pero me impresionaba cómo los aplaudía la gente. A veces, Alfonsín me daba su mano, que era muy suave. él era muy cariñoso conmigo”, detalla Guzmán. Con él, en el mismo auto del partido radical, viajaban los otros dos ahijados salteños del expresidente.
A lo largo de su presidencia, de cinco años y medio, Alfonsín tuvo un total de 956 ahijados, de acuerdo a información del Departamento de Padrinazgo Presidencial de la Casa Rosada. Esta costumbre, según la cual los séptimos hijos del mismo sexo de un matrimonio o pareja pueden ser ahijados del presidente de turno, se mantiene, de mandatario en mandatario, desde hace más de 100 años.
El origen de la tradición, que con el tiempo obtuvo un marco legal, no tiene una explicación política, social ni económica. Tampoco se funda, como muchos piensan, en la leyenda gaucha del Lobizón, según la cual los séptimos hijos varones de una familia corren el riego de convertirse en hombres lobo. El padrinazgo presidencial, explica el historiador Daniel Balmaceda en su libro Estrellas del Pasado, nace del pedido de una familia de origen ruso a un presidente a principios de siglo.
El origen de una costumbre centenaria
Era 1907. En una carta, Enrique Brost y Apolonia Holmann, un matrimonio emigrado del sureste de Rusia que se asentó en la Argentina, le pidieron al entonces presidente, José Figueroa Alcorta, que fuera el padrino de su séptimo hijo. La pareja, según el historiador, quería mantener una costumbre de su país natal, donde se estilaba que el Zar fuera el padrino de los séptimos hijos varones de un matrimonio. El presidente argentino contestó la carta y aceptó.
Ella es Mercedes Lucía Arévalo Soraiz, tiene un año y ¡es mi ahijada! pic.twitter.com/C0zup3Nsrj
— Alberto Fernández (@alferdez) March 4, 2021
La tradición se convirtió en la ley N° 20.843 67 años después, en 1974, bajo la presidencia de Isabel Martínez de Perón. La primera presidenta mujer también sumó a las séptimas hijas dentro de la normativa.
En la ley, se resolvió que además de recibir una medalla conmemorativa, todos los ahijados de presidentes pueden solicitar una beca asistencial para contribuir con su educación y alimentación. Este beneficio, destaca Mateo Cagliari, ahijado de Carlos Saúl Menem, es difícil de tramitar.
Un bautismo en la Quinta Presidencial
Mateo fue bautizado el 26 de octubre de 1996 en la Quinta presidencial de Olivos. Su relación con Menem comenzó de una manera bastante original: contrariamente a lo que sucede con la mayoría de lo “lobizones”, donde los padres solicitan el padrinazgo presidencial, fue el caudillo riojano quien se postuló para ser su padrino. La historia es simple: el padre de Cagliari, que trabajaba en una automotriz de renombre, coincidió en un viaje de negocios con el entonces presidente, a quien no había votado.
Durante la travesía, refiriéndose a Cagliari padre, uno de los presentes exclamó: “Este tipo está loco: tiene siete hijos, seis varones y una mujer, ¡y está esperando el octavo!”. Al escucharlo, el expresidente se acercó y le comentó que si llegaba a ser varón, podrían solicitar su padrinazgo. Al padre de Mateo no le convencía mucho la idea. Además de que no coincidía políticamente con el presidente, como cualquier católico practicante, él y su esposa querían que los padrinos de sus hijos fueran personas cercanas a la familia que instruyeran a sus ahijados en la religión a lo largo de su vida.
Pero cuando su séptimo hijo nació, en Buenos Aires, un regalo del mandatario sorprendió al matrimonio. “Les llegó al sanatorio dos canastas llenas de flores con una tarjeta que decía: ‘Póngale fecha al bautismo’. Y ahí decidieron que no tenía sentido llevarle la contra al presidente”, detalla Mateo.
Un años después del bautismo, Menem invitó a su ahijado y a sus padres a un evento, nuevamente en la residencia presidencial. Ese fue el último encuentro que el niño compartió con su padrino.
En cuanto a la beca educativa, el joven explica: “la aproveché un par de años para ayudar a pagar la facultad, aunque no me alcanzaba. Después dejé de tramitarla. Era muy difícil hacer el trámite. En 2019, me acuerdo que daban 10.000 pesos por año”, cuenta el joven, que estudia Administración de Empresas en una universidad privada y vive en Córdoba.
El ahijado “anti-peronista” de Perón
Félix Azpiroz es el séptimo de 14 hermanos, 13 varones y una mujer. Sus padres, acostumbrados a los embarazos y a los partos, mantenían una rutina: todos sus hijos nacían en el Sanatorio Otamendi y a los tres días eran bautizados en una capilla a pocas cuadras del centro médico, en el barrio de Balvanera. Fervientemente antiperonistas, en 1955, bajo la presidencia de Juan Domingo Perón, dieron a luz a su hijo varón número siete. Desde el centro médico, decidieron enviar un telegrama a la Casa de Gobierno avisando que la ceremonia religiosa iba a ser esa misma semana. “El gobierno de Perón estaba muy debilitado. Ese mismo año, meses después, ocurrió el golpe militar. Con la situación en la que estaba el país, mis padres pensaron que los funcionarios no iban a responder el telegrama, pero respondieron”, cuenta Azpiroz, arquitecto, de 66 años, quien se presenta, al igual que sus padres, contrario al peronismo.
El entonces presidente envió a su secretario militar al bautismo en su nombre, el cual le entregó a la familia la medalla de oro para el niño. “En esa época, las familias eran más grandes, había muchos más ahijados de presidentes. Tengo un primo que es ahijado de Illia”, cuenta. Actualmente, afirma, seguro el número de familias que llegan a tener siete hijos del mismo sexo debe ser llamativamente menor.
“En su momento, me acuerdo que existía la creencia popular de que si eras ahijado de un presidente te salvabas del servicio militar, pero no era verdad: yo tuve que hacerlo igual. Para mi, es una tradición que no tiene mucha lógica. Solo tiene sentido para las familias humildes, a quienes les pueden dar una ayuda económica”, comenta Azpiroz, quien nunca solicitó la beca.
El exfutbolista Maximiliano “Chanchi” Estévez tampoco se enorgullece de su padrino. En una entrevista con el diario Olé, en 2005, el deportista y séptimo hijo varón de su familia le explicitó al periodista que no le gusta hablar de su padrino, que debido al año de su nacimiento, fue Videla. “Lo único que digo es que menos mal que ese ser detestable nunca me tuvo en brazos, nunca me hizo el arrorró”, bromeó en el momento.
Yo no lo sabía, pero su visita coincidía con la celebración de Hanukkah. El papá, decía que no era una casualidad… pic.twitter.com/o3y5E17Gew
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) December 23, 2014
La ley fue modificada por decreto en 2009, cuando la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, cambió la cláusula que solo le permitía a los bautizados católicos acceder al padrinazgo presidencial. En el artículo 4 del nuevo decreto, aclaró: “los aspirantes a recibir el Padrinazgo/ Madrinazgo Presidencial tendrán derecho al beneficio aun cuando el bautismo religioso no fuere el católico”. Así, en 2014, el joven judío Lair Tawil, de 22 años, fue la primera persona no católica en beneficiarse de esta ley.
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