José Ignacio es hoy un polo de decoración y gastronomía. Pero hace diez años, este pequeño pueblo al norte de Punta del Este era un tranquilo poblado de pocas casas. Y fue por esa tranquilidad que Jorge Elliot y Sol Rueda decidieron apostar a este lugar después de vivir treinta años en Venezuela.
"Queríamos volver a Buenos Aires, pero meternos en la ciudad nos costaba mucho. Fue entonces cuando nuestra hija Natasha nos habló de un lugar al norte de Uruguay, muy tranquilo y alejado. Mi marido es muy amante del mar, del Caribe, de todo lo exuberante de Venezuela, y José Ignacio nos pareció un punto de naturaleza ideal. Primero, nos compramos una casa y andábamos entre los tres países. Después, empezamos a soñar con un proyecto para hacer algo. No me iba a quedar todo el día mirando el mar", cuenta Sol, madre de cuatro hijas, abuela, emprendedora, exflorista, con un compromiso fuerte por la vida religiosa y la meditación y casada con Jorge "Chicho" Elliot, su socio en la aventura de pensar un cambio para la segunda mitad de su vida.
Es que después de treinta años de vida en el extranjero, con sus hijas ya instaladas nuevamente en la Argentina, y la llegada de Nicolás Maduro al poder, este matrimonio sintió que el futuro de un país que les había dado tanto se iba a tornar oscuro. Era hora de volver.
El primer paso de ese regreso fue la compra de una casa en el pueblo uruguayo que pronto se convirtió en un destino para toda la familia. Al tiempo, les ofrecieron un local a pocos metros de la playa. "Fue una locura. No sabíamos bien qué hacer, pero decidimos comprarlo", relata Sol. A los pocos meses, abrieron una tienda de muebles y objetos a la que llamaron Sentido, que es hoy un faro en el mundo de la decoración. "Queríamos que nuestra vuelta tuviera sentido. Que si volvíamos y apostábamos a algo nuevo, que ese nuevo proyecto sirviera para algo", cuenta Sol, la gran madre al frente de esta tienda que impuso a José Ignacio como faro decorativo. Un local innovador por su propuesta, original, que logró atraer a turistas de todas partes. Hoy, tiene de vecino al restorán La Huella, el más famoso de toda la costa, y ya hay varios locales de decoración con impronta marina que siguieron sus pasos. Pero hace diez años, fue totalmente disruptivo.
"El primer año teníamos muchos productos de Argentina, de Venezuela y unos pocos más. Pero después, fuimos cambiando. Nos fuimos alejando y nos enamoramos de Vietnam, de Tailandia, de la India, de países como Myanmar, de lugares que recién se estaban abriendo, muy poco comerciales. Al principio fue mucho esfuerzo y entusiasmo. Disfrutábamos el viaje y empezamos a armar la propuesta. Funcionó bien. Con mucho más esfuerzo del que pensábamos, y ahora, después de diez años, digo que realmente tuvo sentido porque a nivel familiar también funcionó", relata junto a sus hijas Sol, Anushka y Natasha, en el flamante local que tienen en Buenos Aires.
Es que la propuesta de Sentido en José Ignacio sigue de este lado del charco. Hace dos años, tres de las cuatro hijas decidieron continuar la idea y se instalaron en un departamento icónico en pleno barrio de Palermo. "No sé si es el mejor momento para invertir en el país, pero a veces los ciclos familiares no van unidos de los económicos. Cuando invertimos en José Ignacio, muchos nos decían que nos fuéramos, que era un lugar muy chiquito, que no tenía futuro. Pero cuando apostás y ponés mucho amor y mucha garra, mucho compromiso entre todos...", explica Sol.
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¿Cómo surge la inquietud por la decoración?
Sol: Viajábamos de vacaciones a países exóticos. Siempre traíamos algo de cada lugar y nuestra casa era un reflejo de todo eso. Por eso decidimos poner en Sentido todo aquello que a nosotros nos encantaba. Que la gente tuviera en sus casas lo diverso.
¿Cómo compran?
Vamos a los países sin estar preparados, sin contactos. Llegamos a las ferias, empezamos a mirar lo que nos gusta, corremos detrás de la gente que nos parece interesante y terminamos descubriendo personas, con una artesanía increíble. Además, lo que más nos gusta es que siempre detrás de cada artesano hay una historia maravillosa.
Con el tiempo, fueron representantes de marcas exclusivas, como Voluspa, famosa por sus velas. Padecieron y padecen la copia; no solo de su estilo, sino de los productos que traen, pero aclaran: "Si vemos que alguien tiene algo nuestro, al año siguiente ya no lo traemos más y vamos por algo nuevo".
A su pasión por la decoración, Sol, que durante años tuvo un local de flores y plantas en Caracas, suma además su profunda vocación religiosa. Seguidora de la Madre Teresa de Calcuta, hizo varios viajes a la India, donde se inició en la meditación, que desde entonces combina con su vida empresaria. Gran parte de su tiempo la dedica a brindar meditaciones en el local de José Ignacio, pero también trabaja en el barrio La Cava de San Isidro y colabora con la obra El Alfarcito en Salta.
Sentido hoy combina charlas de détox, meditaciones y encuentros religiosos junto con la oferta de alfombras, velas, cortinas, libros, mantas, mesas y los miles de objetos que colman la tienda de la playa y la de Buenos Aires. Llegan a marcar más de 7000 productos al año y es a mediados de octubre cuando reciben cerca de 10 containers que distribuyen entre los dos locales. Cada miembro de la familia tiene su rol. Chicho, es el que sigue los números de la empresa y la logística. A las tres de la mañana responde mails a China y Tailandia, mientras que, durante el día, Sol y sus hijas acomodan cajas, decoran el local, sacan, ponen, suben a redes sociales, atienden. Natasha, que ya tenía una editorial de libros, asumió la comunicación y junto con su hermana Sol están al frente del local de Buenos Aires. Anushka tiene su propia marca de ropa, una línea de vestidos de fiesta y de novias que también funciona dentro del local, aunque tiene su independencia. Panda siguió una carrera musical y es la única de los seis que no está vinculada con la marca.
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¿Se hace difícil trabajar en pareja?
Por suerte no. Yo creo que lo logramos, también, porque estamos en otra etapa de la vida. Además, este proyecto es una buena combinación de lo que cada uno tiene para dar. Y se dio después de muchos años de convivencia. Antes, quizá, nos hubiéramos matado. Además, no teníamos el ojo estético que desarrollamos hoy. Por otro lado, la opción de jubilarnos nunca estuvo entre nosotros. Yo soy hiperactiva y, si bien me encanta meditar, no me daba no hacer nada. Y mi marido es muy creativo y encontró una veta para seguir. Algo que siempre le encantó.
¿Por qué creés que fue un éxito?
Porque, además de vender, Sentido es un lugar de paseo. Me hace acordar a un lugar al que íbamos los domingos en Caracas, un local de decoración pero que era un paseo en sí mismo. Acá pasa lo mismo. Entrás a dar una vuelta y, si querés algo, te lo podés llevar sin gastar mucho. No es un lugar elitista. Es para todo el mundo. Te podés ir con un llaverito, una libretita, o con un cashmere o una alfombra. Con algo salís.
¿Qué tendencias buscan ahora?
De a poco estamos incorporando productos nacionales, creciendo más en artesanía argentina, con cestería del norte y representando a algunos artistas que nos dejan sus obras. Exploramos el camino entre lo que hay afuera y lo que podemos encontrar acá. No nos guiamos mucho por la tendencia sino por lo que nos gusta, lo que nos parece nuevo para nosotros y no lo que hace alguien de afuera. No copiamos tanto. Es cierto que la globalización te acorrala cada vez más.
Venezuela no solo dejó la impronta del color y la alegría en este grupo familiar, sino que además logró la unidad. Los pocos compromisos sociales y los escasos vínculos familiares hicieron que esta familia se conformara en un clan que al día de hoy, con los padres, las hijas y los nietos, se mueve en bloque.
Hacia el futuro, ¿la idea es seguir creciendo?
"Nos ofrecieron abrirlo en varios lugares, en Bahamas, en Miami, en los Hamptons. Y lo pensamos y dijimos que no. Lo nuestro es preservar nuestra integridad familiar. Pero, bueno, se lo dejo a ellas. Si quieren, que lo hagan. Mi objetivo ahora está en el norte argentino y ayudar para que los artesanos puedan crecer. Y que con sus manos y ese arraigue no se vayan del lugar".
El boom de la decoración, de oriente, la vuelta al cuidado del hogar, el comercio justo. La familia supo integrar todos estos ingredientes que para su vida eran vitales en un proyecto conjunto.
POR TERESA ELIZALDE.
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