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Sucedió de forma inesperada. Pero cuando se vio ante la necesidad de improvisar, no lo dudó. A cargo de un grupo de alumnos aspirantes a una beca para la reinserción escolar, esa tarde Teodelina (Toti) Quesada tuvo que cubrir a un tallerista que no pudo concurrir a su hora de trabajo con los chicos. Aunque no estaba estrictamente ligada a su propósito en esa ONG, una clase didáctica de cocina fue la mejor idea que encontró a modo de reemplazo.
Criada en la ciudad de Buenos Aires como la hija menor de una familia de muchas mujeres, desde temprana edad sintió un vínculo especial por la gastronomía. “La verdad es que en mi casa nadie cocinaba mucho. Y a mí me empezó a preocupar el tema de la comida. Entonces buscaba la manera de aprender a cocinar para quien estuviera en la casa ese día. Me encantaba ir al supermercado y elegir lo que se iba a comer. De hecho, si cierro los ojos y hago memoria, todos los recuerdos lindos de esa época tienen aroma y sabor”.
“Siempre disfruté de la comida”
Un festejo, un cumpleaños, un momento compartido, la transportan a un plato que probó o un sabor que descubrió durante su infancia y adolescencia. “A mi papá le encantaba comer y me hacía probar siempre todo. Teníamos una suerte de ritual en las reuniones: él me llevaba a un costado y me hacía probar la comida de los adultos. Fue un gran ejercicio en el desarrollo de sabores”.
Alrededor de la comida también había otros rituales. Por ejemplo, uno que recuerda con cariño era el de cada domingo, cuando salía a comer junto a su familia. “Mi plato preferido eran los fideos con tuco. Cuando comía eso, cortaba un pan y lo ponía en pedacitos alrededor del plato. Una vez que terminaba los fideos, comía cada pedacito de pan con salsa. Siempre disfruté de la comida, siempre me llamó la atención. Y siempre fue algo con lo que tuve especial sensibilidad. Jugar a cocinar y a ser actriz eran las dos cosas que mas disfrutaba en esa época”.
“El aprendizaje es algo mágico”
Sin embargo, a la hora de elegir la formación profesional se inclinó por la psicopedagogía. El proceso de aprendizaje -especialmente el vinculado a la alfabetización- le resultaba fascinante. “El momento en que alguien disfruta de conocer algo nuevo, aprenderlo e incorporarlo, me parece único y mágico”. La carrera le permitía formarse en la psicología y la educación, dos aspectos que consideraba entonces claves para su desarrollo profesional.
Insertarse en el ámbito laboral no le presentó inconvenientes. Consiguió empleo en una ONG que ofrecía becas escolares y ella se ocupaba del acompañamiento de los aspirantes. Años después pudo pasar al sector público y participó en diferentes programas del gobierno de la ciudad y de la provincia que también trabajaban con la reinserción escolar y educativa.
“Volvía a mi casa plena y feliz”
Fue en uno de esos programas que se vio ante la necesidad de improvisar cuando una tarde uno de los profesores a cargo de un taller faltó. “Lo primero que se me ocurrió fue dar una clase de cocina. Y repetí el formato en ocasiones posteriores. Desde la primera vez, cada vez que volvía a mi casa me sentía muy feliz y muy plena. Era una sensación diferente que desconocía. Yo disfrutaba de mi trabajo pero ahora había aparecido este nuevo aspecto que me representaba un desafío”.
Casi sin darse cuenta y en forma paralela comenzó a hacerse espacio y tiempo para responder al pedido que le hacían sus amigos hacía ya un tiempo: dar clases para aprender a resolver algunas preparaciones básicas de la cocina de todos los días. “Decidí empezar a dar clases en casa. Arranqué con unos amigos y en ese entonces no solo no ganaba plata sino que perdía muchísimo dinero porque me gastaba todo y más en comprar lo mejor, lo más rico. Preparaba banquetes para recibirlos y me gustaba que todo fuera abundante y sorpresivo”. Meses después, gracias al boca en boca, comenzó a ofrecer cocina para eventos y reuniones. Ese fue el momento en que sintió que necesitaba aprender sobre gastronomía más allá de lo que ya realizaba en forma intuitiva.
“Pensaba que la carrera era para toda la vida”
La idea de dejar su empleo como psicopedagoga había empezado a ocupar un espacio cada vez más importante en sus pensamientos. “Hice un viaje para tomar aire, me convencí de que quería hacer ese cambio. Fue muy difícil porque a mi me gustaba la psicopedagogía y mi trabajo me apasionaba. Pero yo era de la generación de que la carrera era para toda la vida. Darme la posibilidad de pensar que había un espacio para hacer algo nuevo me movilizaba un montón. Me surgieron miedos y preguntas. Pero cuando sentí que era la decisión correcta ya no di marcha atrás”.
Se organizó para dar forma a su proyecto. Consiguió un empleo en el sector privado que le ocupaba la mañana y le dejaba la tarde libre para dedicarse de lleno a la cocina. “Cuando vi que con mis clases y eventos equiparaba lo que ganaba en relación de dependencia, supe que me podía tirar a la pileta. Y me animé. Así empezó todo. Y en ese instante ocurrió algo inesperado: aparecieron dos propuestas interesantes”.
Su nombre, simplemente Toti, comenzó a sonar con fuerza en 2017, cuando la convocaron para dirigir Salú, un club de mesa y cocina en el que comenzó a rodearse de chefs emergentes. Ese mismo año llegó la creación de Casa Rayú, un original restaurante con huerta propia en Bragado, provincia de Buenos Aires. Gracias a ese proyecto, fue convocada para un proyecto de Prix Baron B y así conoció al chef Mauro Colagreco, con quien luego compartió una pasantía en Mirazur, el famoso restaurante de 3 estrellas Michelin que Colagreco tiene en la Costa Azul.
“La cocina es mi modo de expresarme”
Al regreso de aquella maravillosa experiencia supo que debía continuar con su camino. Pero la ansiedad por el deber ser la llenó de miedos y dudas. “Empecé a estar ansiosa porque ya era grande y, de alguna forma, necesitaba tener el lugar propio. Lo trabajé mucho en terapia. Me preguntaba por qué me iba a ir bien a mi si ya había emprendimientos tan reconocidos. Hasta que un día mi psicóloga me dijo que había lugar en el mundo para que todos fueran exitosos. Y eso me dio mucha paz. Tratar de encontrar mi lugar y entender que mi camino no era el tradicional de la gastronomía me dio mucha paz. Comprendí que mis años de formación como psicopedagoga no eran mi punto débil o lo que me hacían estar por debajo de otros colegas, sino que los tenía que capitalizar como punto fuerte. Ahí me cambió la dinámica. Empecé a decir en voz alta yo soy educadora. Y eso es lo que hoy hago: compartir, educar y construir con y desde la cocina”.
Hoy está al frente de su propio espacio de gastronomía, un taller donde experimenta, donde maneja su servicio de catering y las clases de cocina. Ser anfitriona está en su ADN, y desde el viernes 6 de octubre será la host y conductora de la nueva temporada de Aventura Gastronómica Argentina, un docu reality de Sony Channel que le permitió conocer a los más variados cocineros, productores y chefs del norte argentino.
En cada episodio, Toti Quesada visitará una localidad diferente (Salta, Cafayate, Lozano, Purmamarca, Tilcara, San Salvador de Jujuy y muchas más) de la mano de un destacado chef de la región. Juntos, conocerán personajes entrañables del mundo de la gastronomía, y visitarán productores, comunidades y pastores locales con el objetivo de conocer sus cultivos y llevarse ingredientes representativos de cada lugar como queso de cabra, pimentón, porotos, papas, quinoa y sal extraída de las salinas, y con ellos hacer originales reversiones de platos tradicionales.
“La gastronomía cambió mi vida: a través de ella encontré un lenguaje en el cual puedo ser más yo. Yo estoy siendo en la cocina, y dentro de ese ser la cocina por momentos es un trabajo, por momentos es un modo de expresarme, de aprender y de compartir”.
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