Separada a los 21 y con un hijo, no sabía dónde vivir, hasta que un aviso la llevó a conocer a un joven de 17, que le demostró que la incondicionalidad existe
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Belén Fernández tenía 21 años cuando se separó del padre de su hijo Facundo, quien por aquel entonces tenía 4 años. Con el alma apesadumbrada y un 2002 revolucionado que no la acompañaba en sus finanzas, se fue de un hogar hecho trizas, que ya hacía mucho la había expulsado. ¿Hacia dónde iría ahora? Los pensamientos la aturdían y las lágrimas le quemaban mientras buscaba avisos de alquiler que se ajustaran a su nuevo destino.
“Señora mayor alquila casita con baño compartido...”, leyó de pronto y, sin dudarlo, marcó el número. Del otro lado atendió la voz amable de una mujer que se presentó, contó los detalles de su ofrecimiento, aclaró que ella tenía 83 años y que la aceptaría con su niño. Tal vez no fueran a vivir con todo el confort, pero para Belén aquella oportunidad encendió una luz de esperanza de un nuevo comienzo.
El joven de la mirada insistente
Belén miró a su alrededor, las pocas pertenencias ya habían sido acomodadas con prolijidad. Con mates de por medio, pensó que, de a poco, le pondría mayor calidez a su pequeño hogar.
Los primeros días transcurrieron emocionales en la búsqueda de una nueva normalidad. Sin embargo, entre el jardincito de su hijo y el trabajo, Belén supo construir una rutina serena, caracterizada por una paz que hasta hacía poco creía haber perdido. Y fue en uno de aquellos días, que notó una mirada insistente que se posaba sobre ella. Poco tiempo después supo que el nombre del observador era Alejandro Schemberger, un joven que vivía justo al lado de su casa.
“En algún momento empezamos a saludarnos”, cuenta Belén. “Pasaron los meses y nos fuimos conociendo mejor. Tomábamos mate, escuchábamos música y él jugaba mucho con mi hijo, Facu. Se divertían como dos nenes”, sonríe.
El nacimiento de una historia de amor que todos creían imposible
Algo más que una amistad parecía vibrar en el aire, pero Belén tenía miedo. Ella tenía 21 y era madre. Alejandro aún no había cumplido los 18. Pero a pesar de sus temores, la amistad crecía cada día en su lazo para muchos inexplicable.
“Fuimos amigovios por unos meses. Pero para cualquiera, incluido nosotros, era impensado que nuestra historia se convirtiera en amor verdadero. Todos pensaban que Alejandro tenía un capricho conmigo, también le decían que yo iba a volver con el padre de mi hijo; a su vez, yo veía imposible que un chico de 17 se enamore de una mujer más grande y que ya era madre”.
Pero en contra de todos los pronósticos, cuando Alejandro cumplió los 18, su vínculo se transformó en una unión cada vez más seria y, de a poco, él se fue quedando en el pequeño hogar de ella, junto a su hijito: había nacido un amor real.
La verdadera historia de amor
Para sorpresa de muchos, Alejandro y Belén se casaron, y hoy siguen juntos después de dieciocho años, cada día más enamorados. Su camino, sin embargo, estuvo impregnado de risas, pero también bañado de lágrimas de dolor. Juntos buscaron tener hijos en común, una lucha larga y tantas veces inexplicable.
“Perdimos varios embarazos, hicimos tratamientos in vitro y hoy ya estamos a punto de tirar la toalla en nuestra búsqueda del hermano de Facu”, confiesa Belén. “Yo ya tengo 40 y Alejandro 36. En el 2019 tuvimos un resultado positivo del segundo in vitro, con la mala fortuna de que el embrión se detuvo. Nos costó mucho transitar el camino de rearmarnos, de transformar el dolor”, continúa, pensativa.
Pero juntos están pudiendo. Alejandro tiene la llave para transformar el dolor en amor, tal como la tuvo años atrás, cuando ella decidió caminar sola junto a su hijo en busca de una vida mejor.
Cada día, Ale le dice a Belén que, desde que la eligió, él ya tuvo a su hijo, Facundo, que hoy tiene 21 años. Le explica que después tan solo han intentado agrandar la familia, pero que él ya es padre desde hace dieciocho años, cuando por esas cosas del destino una mujer amable la aceptó en un hogar justo al lado del suyo y, sin esperarlo, encontró el amor.
Un amor que probó ser profundo, incondicional, verdadero.
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