Fue creado por monseñor Scozzina hace 25 años. Recorre toda la provincia de Formosa, de este a oeste por la ruta 81 y, para completarlo, los “cicloperegrinos” demoran cinco días
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El Via Crucis es una devoción católica, y es –para quienes profesan esta religión- la contraseña para vivir en profundidad la Semana Santa (que culmina el domingo con la Pascua). En ella se recorren catorce estaciones que recuerdan los acontecimientos más importantes que vivió Jesús en sus últimos momentos en la Tierra, desde que fue condenado a muerte hasta su sepultura. De ahí su nombre, que significa en latín “camino de la Cruz”. Cada estación o posta recuerda algo que le ocurrió a Jesús camino a la Cruz, como el juicio, las humillaciones a las que fue sometido, el dolor de su Madre y los amigos que lo acompañaban, el extraño que lo ayudó a cargar Su Cruz un tramo –cuando Cristo ya no podía más- o el instante en el que expiró. El Via Crucis original ocurrió en el año 33 después de Cristo, es decir, cuando Él tenía 33 años (aunque algunas teorías fuera de la Iglesia sostienen que el Salvador tenía 40 años al momento de su muerte).
Claro está, el Via Crucis se celebra en todo el mundo porque existen católicos en todo el mundo. Y esto sucede cada Viernes Santo. Los hay breves, dentro de una parroquia, los hay famosos como el que tiene lugar en el Coliseo romano, y los hay tradicionales como los que casi todas las iglesias realizan puertas afuera del templo en procesión por las calles cercanas del barrio donde se encuentran. Los más populares de Capital Federal son el de la Catedral Metropolitana y el de Barrancas de Belgrano. Sin embargo, el más largo del mundo no es vaticano ni se sitúa en Tierra Santa. El más grande del mundo –según el libro Guinness de los récords- es argentino y tiene lugar en la provincia de Formosa.
El camino a la Cruz formoseño
La extensión de las 14 estaciones del Via Crucis atraviesa la provincia, del este al oeste, a través de la ruta 81, y termina en la frontera con Salta. Son 517 kilómetros de fe y pedaleo. Porque además de ser el más extenso (en tiempo y distancia de recorrida), el Via Crucis formoseño tiene la particularidad de que la mayor parte de sus peregrinos lo hace en bicicleta. Ellos se llaman a sí mismos “los cicloperegrinos”.
Antes este Via Crucis se hacía sólo en vehículos motorizados pero desde hace 15 años esta senda de fe ganó cientos de bicicletas montadas por locales, argentinos de otras provincias y algunos extranjeros que parten en caravana por momentos orando, a veces cantando y cuando es oportuno, en silencio. Así llegan (a razón de 100 kilómetros por día aproximadamente) a cada cruz de la ruta 81, emocionados y con el alma abierta de par en par para abrazar espiritualmente la posta.
Cabe destacar que el de este 2022 fue un Via Crucis muy especial principalmente porque se trató del año número 25 desde que Monseñor Raúl Marcelo Pacífico Scozzina lo creara en 1997, además de ser el año en el que Monseñor Scozzina cumpliría 100 años. Fue él quien soñó esta empresa y quien colocó las 14 cruces de madera de quebracho y algarrobo a lo largo de la ruta nacional 81, con 30 o 40 kilómetros de distancia entre una posta y otra. Su idea fue –además de la historia de Jesús camino a la Vida Eterna- recordar en cada posta un fragmento de la historia de la provincia u homenajear a un sector de la población (como a los maestros rurales, a las mujeres, a los niños o a las comunidades originarias, por mencionar a algunos). De hecho existe información de una testigo privilegiada que acompañó al creador de esta aventura espiritual a colocar aquellas cruces y a trazar el camino: su sobrina Karina Scozzina (45). Ella aún hoy acompaña a la peregrinación y a lo largo de los años lo ha hecho en bicicleta, en vehículos y este año alentando a los peregrinos desde las postas, desde cada cruz, y recibiéndolos con alegría y emoción para unirse en oración juntos. La ruta que Karina recuerda de pequeña no estaba asfaltada y al escuchar a su tío (fascinada, reconoce) una parte de ella creía que era una locura imaginar que alguien iba a hacer ese camino, posta por posta, hasta un final, en la cruz número 14, en medio de un desierto al que hoy llaman “El Parque del Silencio”. Karina recuerda que su tío le decía “Vos vas a ver a la gente rezar aquí, a las familias encender su velita, a la gente compartiendo la Eucaristía…”. Y así fue. “Es un camino de conversión este Via Crucis. Es el retiro espiritual perfecto. Está quien viene por fe, quien se suma porque ve una movida y están los deportistas que nos acompañan para probarse físicamente… y todos nos encontramos en el final, en esa misa colectiva en la que participamos todos. Son seis días de experiencias, en grupo, con desconocidos y con uno mismo, que lucha contra el ‘no voy a llegar’. Y muchos enfermos también pedalean. Y nos damos ánimo. Y todos los cicloperegrinos cargan en sus bicicletas con las intenciones y agradecimientos de la gente que no puede peregrinar. Es maravilloso”.
“Cuando mi tío lo imaginó su propósito ya era de qué manera rezar en estos tiempos. Y la respuesta fue ‘en movimiento’. Acompañándonos, abrazándonos, sintiendo, rezando juntos, meditando sobre las cruces no sólo del Señor sino también de cada pueblo y cada grupo de personas”, se emociona Karina. Y el padre Eduardo de Jesús Sánchez (42), de Las Lomitas, Formosa -que este año se estrenó como asesor del Via Crucis más extenso del mundo- añade que todos los que lo hacen se llevan con ellos una carga espiritual poderosísima. También cuenta que es el camino de Jesús hacia la Vida Eterna pero, al mismo tiempo, “es el camino de las cruces de nuestro pueblo formoseño, que es bastante sufrido. En cada cruz está presente un aspecto de tantos crucificados, también, hoy. Casi llegando a la última cruz, en la última parroquia del camino, hemos celebrado misa de Ramos recordando la guerra del Chaco y pidiendo especialmente por las guerras del mundo, como la de Ucrania, porque cada guerra es una derrota para toda la humanidad”.
Dos días después de las bicicletas parten otros vehículos (que realizan el recorrido en tres días), pero el mayor atractivo y protagonismo es el del peregrinar de quienes se aventuran a llegar en dos ruedas y a todo pulmón. Avanzan a razón de dos o tres estaciones por día y son recibidos con fiestas y mimos espirituales en las localidades que atraviesan, donde descansan, comen y se bañan. Son los locales quienes se preparan para recibirlos y cocinan para ellos, y las instalaciones donde duermen suelen ser capillas, escuelas, albergues o en las propias casas de los lugareños.
El Via Crucis formoseño terminó con una emotiva misa celebrada en el límite con la provincia de Salta el pasado lunes 11 de abril al mediodía, ya de cara a la Semana Santa. Y en el grupo de Facebook “Via Crucis formoseño” pronto comenzará a gestarse la organización de la semana más importante para los católicos del 2023.
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