Seis razones por las que las personas sufrimos inútilmente
Hay quienes no logran disfrutar por completo de un logro o no se sienten del todo capaces frente a un nuevo desafío; este comportamiento esconde emociones que nos alejan de la plenitud
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Muchas personas, aun sin ser conscientes de ello, van por la vida sufriendo inútilmente. A continuación, algunas de las principales características de este comportamiento tan usual en nuestros tiempos:
1. Sentir culpa
Aquel que es masoquista y sufre sin sentido suele vivir bajo la emoción de la culpa. Esta le susurra al oído: “No te lo merecés”. ¿Cuándo se activa la culpa? Cuando a la persona le va bien. Triunfar, para ella, es una señal de fracaso porque, en su fuero íntimo, cree que no se merece nada bueno, sino que solo se merece el castigo.
2. Someterse a otros
Quien sufre inútilmente siente que los demás son mejores y siempre están por encima de él o ella. Entonces, se despoja de su seguridad y empoderamiento personal y les otorga su poder interior a otros. Como consecuencia, vive con una sensación de impotencia frente a la vida.
3. Creer que el castigo salda
La persona expresa: “Yo ya pagué peaje a través del dolor. Así que ahora me merezco este regalo para mí”. Para darse permiso, en alguna ocasión, de algo agradable o placentero, tiene que pagar con dolor o sufrimiento. No se siente merecedora por el simple hecho de ser un ser humano.

4. Realizar autosacrificios
Cuando asistir a otros significa hacerme daño a mí mismo, no se trata de asistencia sino de castigo. La persona que sufre innecesariamente cree que “debe” ayudar a los demás al punto de desgastarse y maltratarse a sí misma.
5. Decirle “no” al placer
Actividades como practicar un pasatiempo, leer, caminar, bailar, comer algo sabroso, etc., son fuentes de placer. El masoquista, sin darse cuenta, va acortando cualquier espacio que le pueda generar algún tipo de satisfacción.
6. Buscar un perseguidor
Para vivir de manera masoquista y sufrir sin razón, siempre tiene que existir algo o alguien que no me permita ser feliz. Es decir, un culpable de que a mí me vaya mal en la vida y yo sufra por ello.
Lo cierto es que ni vos ni yo nacimos para ser infelices. Transitamos este mundo para amar y ser amados, para construir nuestra mejor versión y para disfrutar a cada paso, libres de culpa y de cualquier otra emoción negativa que nos aleje de la plenitud.
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