Secuestros, torturas y abusos sexuales en manada: la macabra historia de la niñera Gertrude Baniszewski
El crimen es considerado como uno de los más violentos en los Estados Unidos y fue incitado por una niñera
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Con un cigarrillo entre sus labios, la mujer de descendencia holandesa Gertrude Baniszewski miraba a la chica quieta, pálida, llena de moretones en sus piernas y brazos. A su alrededor, los niños jugaban a tirarle agua mientras se reían. Pero algo no andaba bien. “¿Por qué no se mueve?”, se preguntó. Como si su mente hubiera leído, los niños alrededor también se detuvieron y se acercaron a ella.
“Está muerta”, fue lo que pensó al mismo tiempo que un joven del barrio, quien se disponía a llamar a las autoridades para reportar lo sucedido. Esta es la historia de Sylvia Likens, una joven de 16 años que falleció en manos de una niñera que incitó a todas las personas de un barrio en Indianápolis, Estados Unidos, a torturarla durante meses de cautiverio.
Luchando por sobrevivir
Los Likens eran una familia numerosa, proveniente del noroeste de Indianápolis, que se las apañaba día a día para sobrevivir. Lester Likens y su esposa, Elizabeth Grimes, eran los padres de Dianna, Daniel, Sylvia, Jenny y Benny, cinco niños que se llevaban entre ellos tan solo unos pocos años de edad.
Por su lado, Lester hacía cualquier tipo de trabajos para poder ganarse la vida. Desde conductor, hasta obrero, siempre buscaba trabajar en lo que fuese para darle una buena vida a su familia. Sin embargo, esto no era suficiente, razón por la cual, tanto él como Elizabeth, trabajaban en diferentes carnavales vendiendo comidas y gaseosas.
Debido a que esta labor requería viajar mucho y poner varias manos a la obra, los padres de los jóvenes siempre procuraron ponerlos en un lugar en el que puedan estar más seguros. Fue entonces cuando llegó el año 1965 y con ello uno de los peores errores de la pareja.
En medio de una oportunidad laboral, los adultos decidieron dejar a sus hijos a cargo de diferentes personas para poder trabajar tranquilos. Por un lado, los dos chicos, Danny y Bennie, se quedaron con sus abuelos maternos, mientras que Diana era la mayor de todos y podía cuidarse sola, ya que estaba casada y tenía un hogar.
Pero, ¿dónde se quedaron Sylvia y Jenny? Bien, resulta que como buenos creyentes, los Likens asistían constantemente a la iglesia. En una de esas visitas, un amigo le presentó a Gertrude Baniszewski, una vecina dispuesta a cuidar de las pequeñas por tan solo 20 dólares a la semana (monto que en ese momento representaba mucho más que ahora).
Para ese entonces, Sylvia tenía apenas 16 años y Jenny, 15. Eran dos jóvenes en plena adolescencia que, si bien poseían cierta autonomía, aún dependían de alguien más en su diario vivir. Por esto mismo, los padres de las niñas las enviaron directamente con la vecina que vivía en una casa esquinera en el barrio East New York, Indianápolis, en Estados Unidos.
Dinero retrasado y una ruptura amorosa
Cuando las dos adolescentes llegaron al lugar se encontraron con otros siete chicos: Paula, John, Stephanie, Marie, Shirley, James y Dennis. Todos eran hijos de Gertrude y vivían solamente con ella, debido a que la mujer había sido abandonada dos veces.
De hecho, la vida amorosa de Baniszewski fue bastante turbulenta. Primero, se casó a los 16 años con su novio John Stephan Baniszewski, quien era dos años mayor que ella. Con él tuvo cuatro hijos y posteriormente se divorció después de 10 años de matrimonio.
Luego tuvo un matrimonio express por segunda vez con Edward Guthrie. Estuvieron juntos por tres meses y después la mujer volvió con su primer esposo, con quien tuvo dos hijos más. Finalmente, casi que a la par de la llegada de las Likens a su casa, Baniszewski tuvo una relación con Dennis Wright, un joven que la abandonó tras enterarse que estaba embarazada. Las chicas llegaron 18 meses después del parto de la mujer de descendencia holandesa.
Ahora bien, desde un principio Sylvia y Paula no se la llevaron amorosamente. Peleaban por cosas mínimas y simplemente la hija de Gertrude no soportaba a la otra chica. A esto se le suma que, según las autoridades, a las dos Baniszewski les molestaba la dulzura, belleza y timidez de Sylvia. La relación era tensa, pero dentro de todo se podía manejar, hasta que un día de junio de 1965, los 20 dólares prometidos por los Likens se retrasaron en llegar.
Sin pensarlo dos veces y llena de furia, Gertrude agarró a las dos niñas del brazo, las llevó al sótano y, según las palabras dichas por Jenny en los tribunales, les dijo: “Bien, he cuidado de ustedes durante una semana por nada. El cheque de su padre no ha llegado”. Para ella, era razón suficiente para desquitarse con las chicas, así que alistó una paleta de madera de un centímetro de grosor y se dispuso a pegarles debajo de la cintura.
Esto sucedió varias veces bajo la excusa de que era un “castigo”. La mujer de 37 años encontraba cualquier tipo de excusa para golpearlas. Incluso, una vez le llegó a quemar los dedos a Sylvia por sospechar que se había robado algo. En su momento ni siquiera dijo qué se había robado o cómo lo había hecho. Solo fue un pretexto para arremeter contra la menor. Paula, su hija mayor, también participó en los abusos físicos que impartía su madre contra las niñas cada vez que a la mujer le daba un ataque de asma o se cansaba de ello.
La complicidad de un barrio entero
Lamentablemente las dos mujeres no fueron las únicas que ejercieron actos violentos en contra de las chicas. Hubo un momento en el que Gertrude comenzó a tildar a Sylvia de prostituta, por el simple hecho de que le tenía envidia.
La chica de 16 años era muy conocida por su aspecto físico, especialmente por su cabello, ojos y gran sonrisa. Además, esto se complementaba con su dulce actitud, inteligencia y la cantidad de pretendientes que tenía.
Debido a ello, la mujer empezó a someterla a diferentes torturas. Desde golpearla de manera repetitivamente, hasta dejarla sin comer por días. Pero lo peor llegó cuando involucró a sus hijos.
Bajo cualquier excusa, Gertrude incentivó a todos sus hijos, con excepción de los bebés, a que golpearan a la joven como quisieran. Incluso, hubo momentos en los que la obligaron a hacerse daño en su zona íntima con una botella de Coca-Cola mientras todos la miraban.
Tras esto, los abusos físicos y sexuales se incrementaron, pero ya no solo por los hijos de Baniszewski, sino que también por los amigos y compañeros de los niños, que pagaban diez centavos por ir a maltratarla. Jenny, por su lado, solo podía guardar silencio y sufrir sola lo que veía. Le tenía tanto miedo a su vecina, que jamás se atrevió a defenderla.
La muerte de Sylvia Likens
Aunque la joven ya presentaba síntomas de desnutrición, aún luchaba por su vida a pesar de que sabía que le quedaba poco tiempo. Fue entonces cuando intentó escapar, después de que tanto Gertrude como Richard Hobbs, uno de los pretendientes de Sylvia, tallaran en su abdomen la frase: “Soy prostituta y estoy orgullosa de ello”.
El 26 de octubre de aquel año, después de varios meses de tortura colectiva, la joven intentó escapar sin mucho éxito, ya que Gertrude al atraparla la obligó a entrar en una tina de agua hirviendo. Del calor la joven se desmayó, razón por la cual la mujer la sacó de allí tirando del cabello y empezó a golpearle la cabeza contra el piso de cemento.
Al ver que no despertaba, la victimaría se acercó a la chica y notó que desprendía un fétido olor por la falta de aseo, así como tenía varias heridas abiertas que debían ser lavadas. Con ayuda de sus hijos y vecinos la llevaron al patio, lugar en el que la bañaron con agua fría.
En la cabeza de la mujer, esto debía despertar a la chica y mejorar su estado; pero al ver que no respondía, tanto los asistentes de la escena como ella comenzaron asustarse. Ahí, Richard Hobbs tomó la decisión de llamar a la Policía con la esperanza de que pudieran reanimarla, pero lamentablemente falleció. Se determinó que la causa de la muerte fue inflamación del cerebro, hemorragia interna del cerebro y shock inducido por el extenso daño en la piel de Sylvia.
Toda una familia condenada a cadena perpetua
Cuando la Policía llegó, Jenny les pidió que la sacaran de allí para confesar todo. Una vez tomadas las declaraciones, las autoridades capturaron a Baniszewski y un año después fue llevada a los tribunales. El 19 de mayo de 1966, un jurado encontró a Gertrude Baniszewski culpable de asesinato en primer grado, mientras que Paula Baniszewski fue declarada culpable de asesinato en segundo grado.
Ambas fueron sentenciadas a cadena perpetua, en la prisión de Indiana, en Indianápolis, pero salieron antes por buen comportamiento tras las rejas. En diciembre de 1985, Gertrude Baniszewski fue puesta en libertad condicional. Cambió su nombre a Nadine Van Fossan y se mudó a Iowa, donde vivió en la oscuridad hasta su muerte por cáncer de pulmón el 16 de junio de 1990.
Los niños fueron sentenciados a penas de dos a 21 años en el Reformatorio del Estado de Indiana en Pendleton. Por su lado, John Baniszewski fue el preso más joven del reformatorio de la historia de ese estado, con la edad de trece años. Tras cumplir su condena, se convirtió en pastor y finalmente murió de diabetes.
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