El tiempo puertas adentro, en casa, ya sea solos o en familia nos deja tiempo para pensar, recordar y relajarnos. Nos distendemos mirando vivos en las redes, jugando o curioseando online y de tanto dejarnos llevar hasta perdemos los filtros. Momento ideal para "sacarse el piloto automático" de la cabeza, ir más allá y compartir algún secreto. Hoy, Muriel Santa Ana nos cuenta sus días en cuarentena.
Dice que, con la cuarentena, la terracita de su PH de Palermo Viejo se volvió invaluable. "Voy a tomar sol, a desayunar, a ver el cielo, a ver la luna, para cuidar mis plantas... En este momento poder tener la posibilidad de estar al aire libre es una fortuna", cuenta Muriel Santa Ana por Whatsapp. La actriz que interpreta a Lorena Raimundi en la miniserie El tigre Verón y hubiera empezado a grabar otra serie este abril de no ser por la pandemia que obligó a la suspensión de actividades, dice que los altibajos laborales de su oficio la prepararon en parte para este momento: "Descubrí en esta cuarentena que tengo más herramientas para lidiar con algunos vacíos". Además, cuenta que con el aislamiento se le fue el insomnio ("Con el mundo suspendido, ¡yo relajo!") , y se anima a compartir una historia jamás contada.
Atravesar la cuarentena
Tengo días buenos y días no tan buenos. En general, tengo una media de estar bien dentro de la rareza de esos movimientos que a veces desequilibran un poco la armonía que podemos ir logrando. A mí, quedarme en mi casa sola en silencio con mis cosas no me mortifica en sí, sé que hay gente que vive sola a la que le cuesta mucho estar consigo misma, porque tienen vidas de mucho estímulo externo o de mucha demanda por sus trabajos y entonces tienen poco espacio para estar solos. Yo un poco por mi naturaleza, que es un poco tímida, un poco solitaria y muy casera, esa angustia de estar adentro de mi casa, por suerte, no la tengo, porque a mi me gusta estar mucho en mi casa. Comparto con la gente otras angustias: por supuesto, me gusta estar en mi casa porque me gusta salir de mi casa y volver a mi casa, entonces ahora no tengo ese movimiento de ida y vuelta y tengo que ir encontrando creativamente la manera de estar acá. Me cuesta mucho concentrarme, como le está pasando a mucha gente, porque hay una suspensión que no depende de uno: ¡el mundo está suspendido! Mi casa que funciona como un refugio para mí del ruido del mundo y, en este momento, el ruido se ha silenciado, entonces tampoco ese sistema me funciona perfectamente. El silencio de mi casa y la tranquilidad de mi casa funcionan cuando hay un ruido externo, y ahora ese sistema se ha roto. Sin embargo, estoy bien, cocino mucho, me organizo, no puedo cumplir con ninguna de las tareas que me propongo, sí trato de hacer actividad física porque hago mucha normalmente (cinco veces por semana), y ahora estoy desorientada porque no puedo entrenar adentro de mi casa como entreno afuera, pero encontré algunas clases que hago online, de diez o quince minutos, más no puedo.
–¿Y te cambió en algo? ¿Incorporaste alguna rutina nueva?
–La novedad es que me anoté en una lectura acompañada con una profesora que da talleres y nos propuso a un grupo leer Las palmeras salvajes, de Faulkner, lectura ardua, difícil, pero que en grupo es más llevadera. Esa es mi única actividad agendada con horarios y días fijos, todo lo demás es ad libitum (a voluntad) y como me pinte. Algo bueno: siempre sufro de insomnio, pero ahora en cuarentena, no tengo. A la noche duermo lo más bien, ¡al revés de todo el mundo! Debe tener que ver con una tensión que me producen las demandas del mundo, ahora que están suspendidas… ¡yo relajo!
–¿Cómo afecta tus proyectos laborales el parate en productoras y espectáculos?
–Se afectó absolutamente. Nuestro trabajo, sobre todo el teatro, es cuerpo a cuerpo, es estar cerca, estar juntos: en el público está cerca una persona de la otra y en el escenario estamos pegados los actores. Es una actividad que estaba absolutamente afectada y por lo que ya están comunicando las autoridades sanitarias va a ser de las últimas que se regularice, como los espectáculos deportivos. Siempre se menciona a los teatros como aquello que va a estar muy afectado hasta el final, así que esto me toca como a todo el mundo. No sé qué va a pasar con la televisión y el cine. Yo en abril empezaba una miniserie que por ahora supongo que no se va a hacer, así que esto me afecta totalmente. De todas formas, los actores y las actrices estamos un poco más habituados a lidiar con la intermitencia laboral por más que tengas trabajo en forma regular; es algo que se sufre siempre por más que estés navegando en esos años en los que todo el trabajo fluye y no falta. Pero los actores per se tenemos internamente esa zozobra de que, mientras estamos trabajando, ya estamos sufriendo porque en algún momento de la vida no vamos a tener trabajo. Qué sé yo, yo me crié en una casa con un actor, entonces viví muchas situaciones en las que mi papá no tenía trabajo o no había tanto trabajo, y sé que también es así lo nuestro. Por supuesto esto está impuesto desde afuera y es otra cosa, pero descubro en esta cuarentena que ya tengo más herramientas para lidiar con esos vacíos.
–¿Qué aprendiste conduciendo la docuserie Pioneras (sobre mujeres que abrieron caminos) como activista por los derechos de las mujeres?
–Aprendí y entendí en su dimensión y sin metáfora cómo ponían el cuerpo estas mujeres y cómo iluminan hoy la agenda feminista con la huella que han dejado. Hoy seguimos tratando de saldar deudas con cuestiones muy serias de las que se ocupaban estas mujeres: femicidios, derecho al voto, la libertad, la posibilidad de trabajar de lo que una mujer quería trabajar, la posibilidad de no ser madre, la posibilidad de elegir ser madre (porque ya en aquellas épocas algunas de ellas hablaban no tanto de aborto pero sí de maternidad deseada…) Y en este contexto, la situación de muchas mujeres en sus casas sí, se recrudece.
Estamos viendo las cifras y pone una lupa enorme para mí, desoladora y como un callejón sin salida en este momento en donde las mujeres quedan encerradas con sus asesinos, sus violadores, sus golpeadores. Es terrible, veo que se han activado protocolos, posibilidad de ayuda desde el Estado y desde NiUnaMenos, pero no alcanza, nunca se llega y las siguen matando, nos siguen matando.
–¿Cómo ves el manejo que se está haciendo de la crisis acá y en el mundo?
–Del mundo lo que nos llega por los medios, yo tengo amigas italianas con las que estoy en contacto desde fin de enero, cuando la pandemia estaba por estallar. Acá me da tranquilidad la forma en la que se comunican las medidas, me da tranquilidad que se tomen medidas drásticas, pero también cómo se sostienen esas medidas y cómo son comunicadas.
–¿Pensás que a nivel social esto puede sacar algo bueno de nosotros?
–No lo sé. Creo que como toda experiencia de sufrimiento es una oportunidad de aprendizaje, como decía Oscar Wilde, "el dolor es un gran maestro", no hay que olvidarse de eso. Yo no soy una persona agradecida al sufrimiento ni al dolor, pero entiendo y he entendido con los años y con cosas que me tocó atravesar que el dolor es un maestro. Y en esto, si podemos por momentos por ahí conectar con esto –no todo el tiempo, porque es muy duro y bastante insoportable estar pensando en lo trágico de nuestra existencia–, creo que tal vez salgamos modificados. No sé si mejor, ni qué es lo mejor… tal vez lo mejor es tener consciencia de que formamos parte de un mundo, de que somos parte de lo mismo, que la idea de la primera persona, del yo por encima de todo todo el tiempo, en estos momentos te das cuenta de que no sirve para nada.
–¿El aislamiento te hace pensar o hacer cosas que no imaginabas?
–Yo estoy acostumbrada y necesito espacios de soledad, porque mi actividad es con mucha gente y de una manera muy íntima: el trabajo entre actores es un intercambio íntimo, ¡es una convivencia! Cuando filmás, cuando grabás un programa, y en el teatro ni hablar, ¡mucho más! Por eso, yo equilibro estando en mi casa sola y tranquila. No me vuelco a las redes sociales porque no me volcaba antes y la pandemia no me va a volver una persona distinta… aunque veo muchas mutaciones en las redes con la pandemia, veo mutantes… pero lo observo como que cada uno hace con su angustia lo mejor que puede. Así que por suerte están también las redes sociales para comunicar cosas, para contar, para leer, para hacer recomendaciones, clases, y después cada uno lo administra como puede. Pero no es mi caso para nada lo de exponerme, no tengo la necesidad más allá de si quiero comunicar algo concreto, no estoy en las redes mostrando nada.
No me vuelco a las redes sociales porque no me volcaba antes y la pandemia no me va a volver una persona distinta…
Mi secreto
–Cuando tenía 24 años, después de mucho tiempo de desearlo, hice un viaje de mochilera sola a Europa. Lo que más quería conocer era Italia… y pude entrar con un tren a través de Suiza. El que pudo hacer este trayecto en tren en invierno, como lo hice yo, que fue en enero, es un cambio de paisaje muy espectacular y muy vibrante: pasás de la nieve del lado de los Alpes Suizos, de días grises, a aparecer de golpe del otro lado en el cielo celeste italiano...Yo como no conocía nada, me bajo de la estación en Mestre, ahí en Venecia, donde tenía que ir a un albergue de la juventud; me tomo el vaporetto, cruzo la isla –la ísola di Giudecca–, y empiezo mi recorrida por Italia.
A los pocos días me voy a Florencia, donde no me daban los ojos ni el corazón para absorber todo lo que me estaba pasando, y me enfermo en uno de estos hostels de las juventud. Empiezo a levantar fiebre, llamo a Assist Card, viene una médica que no me trató bien, me tocaba con un lápiz, yo le digo "¿Usted se piensa que yo traigo una peste de las Pampas?", porque hasta me tuve que poner el termómetro sola. Me diagnostica una bronquitis, y las monjas del hostel me dejan quedarme sólo por 24 horas y me dicen que al día siguiente me tenía que ir. Lo llamo a mi papá desde el teléfono público, poniendo las liras, porque todavía no existían los euros, le cuento que estaba con fiebre, que la médica... y me dice "vos lo que tenés es el síndrome Stendhal: aquella sensación embriagadora que se experimenta frente a altísimas dosis de belleza imposibles de procesar". Stendhal también se había enfermado en Florencia como reacción romántica ante tanta belleza, ¡así que puedo decir que me pasó lo mismo, en la misma ciudad! ¡¡Hace años que no me acordaba!! Yo morí de afinidad y de amor por mi papá que en una situación donde yo me sentía desgraciada y me echaban del hostel enferma, poetizaba con el síndrome de Stendhal. Él por supuesto en ese momento me lo explicó, y todo fue mejor. Yo compartía la habitación con ocho pibas, entre ellas unas cordobesas que se apiadaron de mí y me trajeron comida calentita a la noche. Al día siguiente yo tenía 37 de fiebre y las monjas me echaban, y las cordobesas se iban a Asís, a donde yo no tenía pensado ir, y me terminé yendo con ellas… ¡Ay! ¡Ese día con esas chicas en Asís, llegar y ver la Basílica de San Francisco, la de Santa Cecilia! ¡Comer polenta en la tavola calda! ¡No lo olvido nunca más!
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