Secretos de ciudad. Curiosos avisos de 1818 y 1819 en la Buenos Aires de la Independencia
La hermana de Belgrano, la amante de Liniers, Mariquita Sánchez de Thompson, la Jabonería de Vieytes y la quinta de Rodríguez Peña integran, junto con otros avisos, esta tanda de publicaciones que aparecieron en números de la Gaceta de Buenos Aires, entre octubre de 1818 y marzo de 1819. Estos fragmentos ofrecen datos curiosos y nos permiten atender mejor los secretos de una ciudad que tuvo cierto lustre virreinal, pero que comenzaba un nuevo recorrido, impulsada por la independencia y la esperanzadora campaña del Ejército Libertador del otro lado de la Cordillera.
La selección no responde a otra intención que la de ofrecer un surtido que pueda resultar interesante.
Del 9 de octubre de 1818:
- Se vende un galpón de 30 varas de largo y 12 de ancho, con 7 principales de lapacho cuadrados, de una tercia en cuadro cada uno, tienen de alto 7 varas a ocho, en el techo hay 52 palmas con las correspondientes alfarjías. Su cumbrera en el medio, igualmente de lapacho, con dos soleras del mismo grueso. El techo es de azotea con tres hileras de tejuela.
- Existe en la chacra de doña Ana Perichon de O'Gorman, cerca de la de don Joaquín Madariaga en el partido de Matanza. Dista cinco leguas de la ciudad. Fue tasado por peritos días pasados en 750 pesos. Pero lo dará su dueño en 600 pesos. El que lo quisiese comprar véase con el encargado de él, que lo es don Eugenio Perichon, que vive en casa de don Pedro Andrés García, frente al cuartel de Artillería.
- Dos negros del mismo Perichon se hallan huidos. Uno de edad de 20 años con toda la cara comida de viruela y el otro de 12 o 13 años con dos listas en la cara debajo de los ojos. Quien los presentara al dueño tendrá la gratificación que se acostumbra. El de 12 años se llama José Perichon, y el de 20, Federico.
Más allá de la descripción del galpón y sus detalles, interesa saber que Ana Perichon, francesa amante de Liniers y enfrentada a los revolucionarios de 1810, padeció el exilio, ya que las autoridades le prohibieron residir en la ciudad y ese fue el motivo por el cual se afincó en el pago de la Matanza. En 1818 tenía 43 años y su hermano Eugenio se encargaba de los asuntos comerciales. El caballero vivía en el centro de la ciudad, en una casa vecina a la Manzana de las Luces. El propietario, Pedro Andrés García, fue un respetable militar y geógrafo español que tuvo valiosa actuación en las Invasiones Inglesas y que se sumó a los partidarios revolucionarios en 1810.
Los fugados mantenían la costumbre de llevar el apellido del amo. Las marcas que dejaba la viruela eran notorias. Las "listas en la cara" eran cicatrices, por lo general, paralelas.
Dos del 21 de octubre de 1818:
- Doña María Josefa Belgrano alquila tres o cuatro piezas buenas de su casa; un cuarto interior para criada, corral con caballeriza y cochera. Vive de la Artillería una cuadra para San Juan. Quien quisiere alquilar dichas viviendas puede verse con dicha señora o con su marido don José María Calderón de la Barca. También alquilará toda la casa que se completa de 17 piezas útiles.
La casa de la hermana mayor del prócer se encontraba en Perú, entre Chacabuco y Alsina (según las referencias actuales). Cuando Manuel Belgrano viajó a estudiar a España, quedó a cargo de su cuñado, Calderón de la Barca. El general era muy apegado a ellos y estimamos que en más de una oportunidad concurrió a las tertulias que se organizaban en lo de doña Josefa o Pepa, como la llamaba él.
- Se vende una mesa de billar de caoba. Quien quisiere comprarla véase con don Juan Vernoa en la carpintería inglesa, que existe en la plaza chica.
La plaza chica era casi un cuarto de manzana en la esquina de Belgrano y Bolívar. Contaba con algunos negocios a su alrededor, como la carpintería mencionada en el aviso.
Dos del 20 de enero de 1819:
- Acaba de establecerse en esta capital una fábrica de naipes, de calidad tan buena o mejor que los que hasta ahora hemos usado venidos de Europa. Podrá surtir el reino muy breve a precios equitativos si la frecuencia del pedido o consumo animase a continuar su trabajo. Las personas que gustasen conocer el mérito de estas cartas podrán verlas en los parajes siguientes.
En la misma fábrica calle del Retiro casa de Don Eugenio Balbastro.
Id. Imprenta de los Expósitos calle del Correo.
Id. Casa de Don Miguel de Ochagavía en la vereda ancha donde se vende el papel sellado.
Id. Casa de Don Juan Rosales, Plaza de Lorea esquina del Sr. Blanco.
Id. Casa de Don Pablo Ortiz, calle Cabildo.
Los juegos de naipes fueron el principal entretenimiento hace doscientos años. Monte, truco, truque y pecado eran los nombres de algunos de los juegos que reunían a familia, amigos o competidores menos aficionados alrededor de una mesa. Por lo general, se apostaba. La importancia que se le daba al pasatiempo convertía a las cartas en un producto costoso, ya que se combinaba el valor del importado más un alto impuesto, por el hecho de que su imprescindible consumo era una buena fuente de ingresos para las arcas del Estado.
La calidad del mazo era fundamental. Por eso se preferían los importados. Algunos intentos locales no llegaron a convencer. Hasta que en 1818, Alejandro Molina viajó a Francia para comprar máquinas y montar la fábrica.
Obtuvo el permiso del gobierno y comenzó a producir a fin de año. En 1819, según vemos en el aviso, contaba con varios puntos de venta.
Por empezar, la propia fábrica en lo de Balbastro, en la "calle del Retiro", es decir, Esmeralda. Eugenio Balbastro fue cuñado de Alvear y no queda claro si vivía a fines de la década de 1810. Se lo recuerda porque en los inicios de la Revolución era partidario de Mariano Moreno y salía a la calle con un ejemplar de La Gaceta para contarle las novedades a los pasaban caminando. Les preguntaba: "¿Ha leído lo que publicó la Gaceta?" Y, acto seguido, comenzaba la lectura.
Acerca de la Real Imprenta de Niños Expósitos, había sido un proyecto del virrey Juan José Vertiz, quien había establecido que parte de las ganancias por las impresiones solventara el hogar de los huérfanos. La histórica imprenta funcionaba en Perú ("la calle del Correo") y Moreno. ¿Adónde quedaba el Correo? En Perú, entre las actuales Yrigoyen y Alsina.
La vereda ancha, donde se encontraba el negocio de Ochagavía, era la de Hipólito Yrigoyen entre Bolívar y Defensa, enfrente de la Plaza de Mayo. En cuanto a la Plaza Lorea, le debe su nombre a Isidro Lorea, un constructor muy requerido en el tiempo de los virreyes que donó un terreno de su propiedad para ser aprovechado como parada de carretas. Lorea y su mujer, Isabel Gutiérrez Humanes, murieron por heridas recibidas en las Invasiones Inglesas. El nombre del benefactor quedó perpetuada en la plaza que continúa a la del Congreso.
Por último, la calle del Cabildo, donde se encontraba la casa de Pedro Ortiz, era Hipólito Yrigoyen desde Bolívar hacia el oeste.
- En la calle de las Torres, casa de Gálvez, se vende vino Champagna superior embotellado por docenas y medias docenas a precio equitativo.
Más allá de la referencia a la actual calle Rivadavia, creemos que vale la pena rescatar este aviso por la mención del célebre espumante que, según vemos, ya se consumía en Buenos Aires en tiempos de la Guerra de la Independencia. Se tomaba en vaso. De hecho, hay una mención cercana en el tiempo que explica que la champaña no debe permanecer mucho tiempo en el vaso. Y también era un condimento de la cocina, según pudimos ver en un recetario madrileño de 1822 el paso a paso para preparar unos "riñones de cerdo en vino de campaña". Brevemente:
Después de cortar los riñones en lonjitas muy delgadas, se ponen al fuego fuerte en una cacerola con manteca, sal, pimienta, perejil, cebollas pequeñas, todo picado bien menudo, removiéndolos para que no se peguen. Luego que están bien cocidos y la salsa consumida, se echa un poco de harina y se remueve bien. A continuación se le echa un vaso de vino de champaña u otro equivalente, se revuelve bien sin dejarlo cocer y se ponen a la mesa.
Para el 1º del entrante febrero se pone en camino un coche por la carrera de postas hasta Mendoza. El que quisiera asociarse con su propietario y tomar asiento de cuatro cómodos que tiene, tomará noticia en casa de los señores McNeile, Dickson y Compañía. De la Plaza de la Victoria, media cuadra tomando a la Merced.
Resulta curioso que lo que la práctica que hoy denominamos carpool (vehículo compartido) ya se utilizaba en 1818. La casa importadora de John McNeile y George Dickson se estableció en 1812 y se encontraba a mitad de cuadra de Reconquista entre Rivadavia y Bartolomé Mitre, según la clara señalización del aviso. Ambos socios británicos habían llegado con el contingente inglés que pretendió tomar la ciudad en 1807. Luego de una estadía en Brasil, varios regresaron a Buenos Aires. Para la época del aviso, esta sociedad era la principal importadora del país.
Tres del 10 de marzo de 1819:
- Quien quiera alquilar una casa con todos comodidades cuatro cuadras del correo para el Retiro, véase con doña Maria Sanchez de Thompson que vive del Café de Catalanes a la media cuadra al Retiro vereda izquierda.
- Se vende una casa cómoda y en buen sitio, quien quiera comprarla véase con la misma señora.
El Café de los Catalanes, uno de los principales de su tiempo, se encontraba en la esquina noreste de San Martín y Perón, en diagonal a la esquina donde estaba situada la casa que habitaba la familia política del general José de San Martín, los Escalada.
La indicación de la casa de Mariquita, que perteneció a sus padres, es inequívoca: por San Martín, media cuadra más, hacia Retiro. Con la particularidad de que esa era la entrada trasera, ya que el ingreso principal, con cinco escalones de mármol, estaba sobre Florida.
En cuanto a las propiedades en venta, menciona que está a "cuatro cuadras del correo para Retiro". La mencionada oficina funcionaba en Perú entre Alsina e Hipólito Yrigoyen. Cuatro cuadras hacia Retiro apunta a la propia casa de la célebre dama con sus cinco peldaños de mármol. Y aunque sea un propiedad vecina, resultan enmarañadas las referencias geográficas del aviso.
Cabe especular que, por las dificultades económicas que padecía la familia Thompson debido a la enfermedad del marido de Mariquita -demencia-, tal vez tuvieran que alquilar una buena parte de la histórica casona donde la tradición indica que se ejecuto por primera vez el Himno Nacional.
- Se vende la quinta y palomar de Don Nicolás Peña situada a tres cuadras al norte del Molino; igualmente se vende la casa jabonería del mismo señor situada tres y media cuadras al oeste del Hospital, quien quiera tomar cualquiera de estas posesiones, ocurrirá a la señora doña Casilda Ygarzabal que vive hoy en la quinta antedicha.
Estamos ante la venta de dos propiedades de enorme peso histórico. Por un lado, la quinta de Nicolás Rodríguez Peña donde la tradición sostiene que se realizaron reuniones durante la Semana de Mayo de 1810. La ubicación de la misma era en la vereda par de la actual Callao entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, enfrente de la Plaza Rodríguez Peña. El nombre de la plaza genera una confusión y suele repetirse que allí estaba la quinta con palomar, pero era enfrente.
Un dato de color: durante la trascendental semana que precedió a la instalación de la Primera junta, doña Casilda Igarzábal estaba en las primeras semanas de su embarazo. Nicolás Rodríguez Peña, homónimo de su padre, nació el último día de 1810.
En cuanto al negocio, no es otro que la conocida Jabonería de Vieytes, que en realidad era de Rodríguez Peña, pero la administraba Hipólito Vieytes, otro de los conjurados de la Revolución. La suerte política había enviado al exilio al dueño de ambas propiedades y su mujer buscaba deshacerse de las mismas porque su mantenimiento exigía desembolsos. No encontró compradores, pero al menos terminó consiguiendo un arrendatario que pagara una mensualidad por el alquiler de la quinta.
La ubicación precisa del solar de la jabonería generó algunas investigaciones en la década de 1960. Se dieron como posibles cinco o seis localizaciones hasta que el meticuloso historiador Roberto H. Marfany combinó tradiciones orales con un censo y algunos planos y pudo dar la respuesta: estuvo en México, entre Bernardo de Irigoyen y Lima, mirando hacia el Norte, es decir, hacia el obelisco.
Lo interesante es que lo que había confundido a muchos había sido el aviso de La Gaceta, ya que la referencia de "tres cuadras y media del hospital" no se ajustaba con el resto de las pistas. Marfany entendió que el copista, influido por las "tres cuadras del Molino" de la quinta, repitió el número, en vez de poner seis, que hubiera sido el correcto. Efectivamente, caminando seis cuadras y media hacia el oeste, desde el hospital de los Betlemitas, en México y Defensa, se llegaba a la fábrica que producía jabón y cebo para velas.
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