Sebastián Gordín: "Es muy difícil determinar qué es arte y qué no "
Empezó en el under y hoy cautiva al público masivo: pinturas, maquetas y esculturas dan forma a su primera gran retrospectiva
Objetos lumínicos inspirados en golosinas argentinas (de los alfajores Jorgito al mítico Biznikke nevado); cajas de madera con diminutas escenas montadas en su interior; maquetas del Luna Park, sagas medievales y reminiscencias al cine de Jacques Tati, Pierre Étaix o Tim Burton son apenas algunas de las cosas que pueden encontrarse al visitar Un extraño efecto en el cielo , la primera gran retrospectiva del artista Sebastián Gordín en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba). Lejos de ese andamiaje pop que tiñe las muestras masivas que vienen haciendo ruido en la ciudad, Gordín prefiere pararse en otro lugar: lo suyo, dice, es un "arte generoso y lúdico", una obra destinada a captar la atención del público y "que deja ver a la persona que está por detrás".
Nada más cierto: sus objetos, pinturas y maquetas atraviesan la historia de un hombre que creció entre el Italpark, el cine de ciencia ficción clase B, las historietas o el fútbol con amigos y que, tal vez sin saber muy bien cómo, supo hacer convivir ese imaginario con lo aprendido en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde se formó. Mostró sus primeros trabajos en lugares del under porteño y en 1989, cuando abrió la galería del Rojas, montó su primera exposición de pinturas. Después se alejó. "Tenía 20 años, hice otras cosas en el medio", cuenta. Otras cosas: vender entradas en boliches, trabajar con el padre, una breve incursión musical, tener tres hijos... No le interesaba el término artista. Al menos no lo que él imaginaba que un artista debía ser. "Me atraían más los objetos y su construcción", asegura. Entonces llegaron las maquetas, las cajitas, los artefactos. Un día alguien lo alentó a mostrarlos y así fue como Gordín ingresó nuevamente al circuito. Becas para estudiar en París, premios, exposiciones... Hoy, a sus 44, destaca en el campo del arte contemporáneo por captar la atención del público masivo desde una apuesta sencilla y particular. "Me gusta que esto pueda ser arte en el contexto de un museo o galería, y que afuera pueda ser otra cosa. Todo esto podrían ser regalos", provoca.
-¿De dónde nace tu interés por los detalles y la pequeña escala?
-Es una manera de abarcarlo todo. La pequeña escala me permite realizar grandes proyectos, no tendría la voluntad de abarcarlos de entrada. La pequeña escala, la miniatura, me permiten condensar un universo muy grande, como si fueran muestras de laboratorio donde entra todo.
-¿Aplicás esa idea a otros planos de tu vida?
-Sí, a la hora de pagar las cuentas [ risas ]. No, la verdad es que separo ambos planos, son mundos que corren en paralelo.
-¿No se tocan nunca?
-Bueno, en realidad el taller está al lado de mi casa, así que para bien y para mal hay una comunicación bastante fluida entre la vida cotidiana y el trabajo. Parece un taller medieval, tiene un patio, alrededor el taller y después la casa. Se mezcla el olor de los materiales con el de la comida, y siempre es mejor cuando el de la comida invade a los materiales, no al revés.
-Incorporás elementos poco comunes en el arte: sagas medievales, cine, cómics?
-En realidad yo hago módulos que se van acoplando, y estoy abierto a los estímulos exteriores. Buenos Aires puede ser muy agobiante por el bombardeo constante de imágenes, pero yo soy muy receptivo a todas esas cosas y a los objetos que nos rodean. Así nacen mis trabajos. Informaciones visuales que se van acoplando sin mucha lógica.
-¿Es una forma de reacción a la educación formal que recibiste en la Escuela de Bellas Artes?
-No, yo no actúo por reacción. Si lo hago tiene más que ver con el discurso: a mí cada vez me molestan más esas obras en las que no se puede ver la figura de quien las hizo por detrás. Pero lo cierto es que yo no vengo de ningún contexto muy establecido en el arte contemporáneo, con lo cual no puedo reaccionar contra eso. En la Escuela Nacional de Bellas Artes el mejor profesor que tuve fue de matemáticas, imaginate. Lo más rico fueron los encuentros con gente que luego seguí viendo afuera.
-¿Un autodidacta?
-No, porque haber estado en el marco de una escuela, haber tenido esos encuentros, fue formativo.
-Usar elementos de la cultura masiva, ¿es una forma de llegar a más gente?
-Esta exposición atrae a un público que no es el que está acostumbrado a ir a ver arte contemporáneo. No sé si es sólo por la incorporación de elementos de la cultura popular. Yo tomo esos elementos, pero cuento mi propia historia, los trago y los vomito; creo que ese proceso atrae a la gente que ve una obra hecha por una persona determinada.
-¿Y qué opinás del éxito descomunal que han tenido muestras como las de Kusama o Mueck?
-A ver, a mí la obra de Kusama no me pareció particularmente interesante, Mueck sí me gustó, pero en ambos casos creo que se trata de una cuestión de difusión y de promoción, de ver el arte como un espectáculo. No sé, ojalá que este museo, el Mamba, se encamine hacia un público masivo, pero a través de artistas contemporáneos argentinos, emergentes. Que no haya estrategias de marketing .
-¿Qué lugar tiene para vos el imaginario infantil?
-Es un imaginario que yo relaciono con una mezcla de lo lúdico con lo trágico, con las pesadillas, con las fantasías que los niños tienen acerca de lo que no se dice. También es la posibilidad de incorporar elementos inesperados. Y más que nada es un universo que tiene más de negro que de rosa o de celeste.
-¿Y el cine?
-Mis trabajos son como una pequeña escena de una película. Antes estaba más peleado con eso, lo veía como algo a medio camino. Me interesa también el precine, los artefactos del siglo XVII en adelante. Y obviamente, el cine en tanto espectador. Mis obras tienen un punto de contemplación similar.
-¿Es verdad que sos un fanático del fútbol?
-Soy hincha de Boca y me gusta mucho el fútbol, pero no sé si fanático. La gente del medio artístico ve como fanático a cualquier tipo que va a la cancha, les llama la atención, como si dijera que soy marciano.
-¿Hoy te amigaste con el término artista?
-Sí, como profesión. Es muy difícil determinar qué es arte y qué no, así que es mucho más fácil determinarlo por lo que ponés en la tarjeta de embarque. Es mi profesión, estoy exponiendo en un museo, inevitablemente tengo que considerarme un artista.
Bien frío y con sabor a durazno
El clima oscuro de la muestra le despierta las ganas de salir al exterior y le trae ciertos recuerdos, como el de esa tarde en un parque italiano cuando, junto a su mujer, probó por primera vez un té helado. "Venía en una botella de plástico y tenía sabor a durazno, me encantó", cuenta. Por eso, a la hora de elegir, se inclina por una botellita de Fuze Tea saborizado. "Para tomar en vaso, con hielo."
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