Se renueva el interés médico por investigar el uso terapéutico de drogas psicodélicas
Fueron estudiados y utilizados en medicina. Pero hace un poco más de medio siglo, se experimentaron más allá de los hospitales y consultorios. Un movimiento joven, efervescente y rebelde tomó a los psicodélicos como la llave para "elevar y expandir la mente": el rock, el arte y la literatura se vieron envueltos en los efectos de la dietilamida de ácido lisérgico, más conocida como LSD. Utilizado por una corriente contracultural que se opuso a la guerra de Vietnam y que atemorizó a las autoridades de la época, el LSD, que era utilizado por psiquiatras y neurólogos, fue prohibido: de manera legal, nadie más lo pudo experimentar y la industria farmacéutica dejó de producirlo.
Otras sustancias hicieron recorridos similares: el MDMA, conocido popularmente como éxtasis, en los 80 llegó a las pistas de baile para su uso "recreacional". También fue declarado ilegal: la DEA -la agencia estadounidense de control de drogas- lo ubicó en el "schedule 1", la categoría para las sustancias a las que no se les reconoce un uso médico específico y que, además, tienen un alto riesgo de abuso. El peyote, el cannabis y la heroína, entre otras, también se encuentran en esta categoría (la cocaína, curiosamente, se ubica en un nivel más bajo de vigilancia). Sin embargo, los psicodélicos y otras drogas similares en sus efectos nunca fueron olvidadas del todo por médicos y científicos y hoy diversos estudios renuevan el debate acerca de sus potenciales beneficios terapéuticos.
Para Enzo Tagliazucchi, investigador en el Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), lo que ocurre en relación al resurgimiento de los psicodélicos es que "durante mucho tiempo se los consideró psicotomiméticos, se los veía como sustancias que generan un estado de psicosis temporaria, entonces se los usaba como modelo experimental para estudiar la esquizofrenia".
A pesar de las restricciones existentes para investigar con estas sustancias (y muchas veces, a la falta de financiamiento para llevar adelante los trabajos), una nueva serie de estudios, y la posible incorporación de algunos de los llamados "alucinógenos" a los vademecum, podrían cambiar el escenario actual de ciertos tratamientos en el campo de la psiquiatría.
Marcelo Cetkovich es jefe del departamento de psiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), y con cautela dice que "es esperable que algo pueda surgir de la investigación controlada y en equipos especializados sobre el efecto de drogas alucinógenas". Y agrega: "Desde el punto de vista de la psicofarmacología, lo que podemos decir es que si bien uno tiene prevención con la palabra alucinógeno, posiblemente tengamos que repensar nuestros prejuicios de otras épocas en base a la evidencia científica".
Del LSD a la psilocibina
LSD, psilocibina, mescalina, ayahuasca, peyote, cactus San Pedro. De origen natural o creados en un laboratorio, la lista de psicodélicos es extensa y variada. Algunos acumulan más evidencia que otros en relación a sus posibles beneficios en tratamientos médicos. Si bien distintos estudios relacionan al LSD y a la psilocibina como posibles alternativas para tratar la depresión, trastornos de ansiedad o alcoholismo, Tagliazucchi indica que la primera de estas sustancias "tiene una mala reputación" y que, por eso, de todas las drogas, es de las que menos se ha estudiado en los últimos años.
Sin embargo, el especialista remarca que el LSD, sintetizado por el químico suizo Albert Hofmann en 1943, sí se está usando "un montón" para la investigación en neurociencia básica. En cuanto a la psilocibina, presente de manera natural en los hongos conocidos como "cucumelos", Tagliazucchi destaca dos investigaciones que, opina, son ejemplos que dan cuenta del potencial que puede tener este psicodélico, de efectos similares al LSD: en 2010, investigadores de la Universidad de California realizaron un estudio -cuyos resultados publicaron en la revista científica JAMA Psychiatry- en el que 12 personas con estados avanzados de cáncer lograron reducir la ansiedad tras recibir moderadas dosis de psilocibina.
"Lo que ellos básicamente hicieron fue recibir una inyección de psilocibina en un ambiente controlado y realmente mostraron una mejoría muy importante en lo anímico", explica Tagliazucchi.
El segundo estudio, llevado adelante por especialistas del Imperial College de Londres, y publicado en The Lancet, también aportó evidencias de la seguridad y eficacia de la psilocibina pero, en este caso, a 12 personas con depresiones agudas: tras recibir dos dosis del psicodélico con siete días de diferencia, en combinación con el acompañamiento psicológico, los voluntarios del estudio redujeron los síntomas de la depresión a la semana y esas mejoras se sostuvieron al menos por tres meses tras el tratamiento con psilocibina.
En tanto la ayahuasca es conocida por ser utilizada por pueblos originarios de América en ceremonias rituales. Su principio activo es la N,N-dimetiltriptamina (N,N DMT), "un potente alucinógeno", describe Cetkovich, quien agrega que, al igual que el LSD, se trata una droga "potencialmente interesante para indagar sus efectos" y que se sospecha que podría ser útil "en personas con graves cuadros vitales, con plazo de días".
Dos drogas que se acercan a la terapia
Sin embargo, una droga que podría, en un futuro, ser una opción en tratamientos psiquiátricos, dice Tagliazucchi, es la metilendioximetanfetamina; sus siglas: MDMA. "Debería ser lo que tienen las pastillas de éxtasis, que en realidad por supuesto tienen cualquier otra cosa", aclara. El MDMA, un psicodélico empatógeno cuyo principal efecto es generar un aumento de empatía entre individuos, se encuentra actualmente en estudios clínicos de fase tres (la última instancia de prueba por la que pasa un fármaco antes de ser aprobado) en Estados Unidos, y podría comenzar a ser usado en pacientes con estrés postraumático, adelanta el investigador.
"Hay evidencia muy, muy fuerte que a esas personas les mejora la vida considerablemente en varias sesiones de terapia. Y la evidencia es tan fuerte que en algún momento va a ocurrir que el MDMA o alguna sustancia similar se va a establecer como lo que se llama un adjunto para psicoterapia", añade.
En tanto la ketamina, si bien es un anestésico disociativo, en ciertas dosis puede generar –según Tagliazucchi- un "estado alterado de la conciencia" y crear un efecto similar al psicodélico. Usada también como droga de abuso, la ketamina, según los especialistas consultados, es una sustancia que dio buenos resultados en usos terapéuticos. "Es sumamente peligrosa, porque produce riesgo de vida, tiene efectos adversos cardiovasculares. Pero en condiciones adecuadas es segura y a partir de ciertas investigaciones, la ketamina demostró un poder antidepresivo muy llamativo", afirma Cetkovich, quien, no obstante, aclara que esta droga "nunca" estará disponible para este tipo de uso, sino que será un derivado de ella, la esketamina, la que pronto llegará a los tratamientos para personas con depresión severa.
En nuestro país, la esketamina actualmente se encuentra en la última fase de los estudios de farmacología clínica, aquellos en los que se busca determinar tanto el balance beneficio-riesgo a corto y largo plazo del fármaco como así también las reacciones adversas y los factores que pueden modificar el efecto buscado (un ejemplo puede ser la edad). Según la información pública disponible en la base de datos de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), está en proceso de evaluación la esketamina de aplicación intranasal "para la rápida reducción de los síntomas del trastorno de depresión mayor, incluyendo la ideación suicida".
Cetkovich indica que, en relación a los fármacos que ya se utilizan, la esketamina se destaca por la rapidez con la que actúa. Y adelanta que será una medicamento restringido en su uso: "La va a administrar el médico en una institución. No se lo va a llevar el paciente a su casa".
Evidencia y seguridad
Como sucede con todas las drogas y medicamentos, siempre está latente la posibilidad de que pudieran aparecer efectos adversos. Sin embargo, Tagliazucchi aclara que, en el caso de los psicodélicos, estos son "notablemente bajos". "No existen muertes por sobredosis en la historia médica por LSD o psilocibina y no generan esquizofrenia de la nada. De hecho hay evidencia de que aun en personas que tienen riesgo genético de padecerla tampoco se dispara. Por supuesto que en una persona con esquizofrenia es probable que se le dispare algún episodio. Pero son notablemente seguras. Aproximadamente un dos por ciento de la población reporta algo que se llama desorden HPPD, en el cual se siguen viendo distorsiones de forma crónica después del uso de droga. Pero es un porcentaje muy bajo de la población, que ni siquiera está establecido que eso esté asociado a los psicodélicos".
En relación a la ketamina, su uso crónico puede traer dependencia, mientras que el consumo del MDMA extendido en el tiempo también puede traer problemas y, en el acto, producir hipertermia, indica Tagliazucchi. "Justamente las fiestas electrónicas son el peor lugar para consumir MDMA, pero en un consultorio médico es una droga segura", añade el investigador.
Tagliazucchi cree que no se debería esperar mucho más para que los psicodélicos lleguen a las terapias y al uso profesional. "Siendo drogas tan seguras, si tienen un potencial para beneficiar a una persona yo, honestamente, no veo por qué no deberían estar permitidas, aun con el nivel de evidencia que existe hoy. Es controversial lo que digo, pero al menos demostrar que las personas no empeoran sería ya de alguna forma suficiente para que sean sustancias reguladas", opina el investigador.
Cetkovich, por su parte, prefiere que los tiempos no se aceleren a fin de tener contar con más datos acerca de los posibles usos de los psicodélicos. "En lo que se refiere a nuevos medicamentos, el campo de la psiquiatría está bastante seco en los últimos años, con lo cual estamos abiertos a novedades. Por supuesto, en este caso quisiéramos evitar un fenómeno semejante al de la marihuana, en el sentido que se está presionando para que se imponga su uso cuando en realidad evidencia científica de alta calidad no hay. En ciertas condiciones aparentemente es útil, pero estamos esperando los datos verdaderamente sólidos. En los alucinógenos quisiéramos evitar esto", advierte el médico psiquiatra.
En una situación de tensión entre las restricciones legales y el interés científico, los psicodélicos están de vuelta, por ahora solo en laboratorios y estudios controlados. Para que lleguen consultorio, falta. Aunque ya nadie lo descarta completamente.